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Políticamente... conservador

Olvido selectivo

A buenas horas, mangas verdes. El Parlamento Europeo acaba de regalarnos otra ración de frivolidad con su extemporánea condena del régimen franquista, realizada a instancias de los socialistas españoles embarcados en su particular campaña de recuperación de la memoria. Durante dos decenios, estos arriscados promotores de la verdad histórica no habían sentido necesidad de pronunciarse sobre el particular, y ahora, treinta años después del inicio de la Transición a la democracia, han destapado el frasco de las esencias purificadoras, porque al decir del ilustre Josep Borrell, es preciso terminar con el olvido selectivo que se había practicado en aquel periodo.

Los socialistas de esta hora, la hora del revisionismo zapateril, se han quitado la careta y han puesto negro sobre blanco su rechazo a lo que significó el gran pacto de convivencia trenzado por entonces con los mimbres de la derecha reformadora que procedía del franquismo, del PSOE de Felipe González, del eurocomunismo de Carrillo, de la monarquía de Don Juan Carlos, de los sindicatos y de la Iglesia Católica. La empresa que reunió a todos no consistió en practicar el olvido selectivo, sino la reconciliación. Sencillamente porque la situación española no era fruto de una simple asonada militar, sino de un cruel enfrentamiento civil que en muchos casos partió por la mitad familias y pueblos enteros. Esa fue nuestra tragedia, que de manera tan burda tratan ahora de simplificar algunos.

Si realmente buscaran la recuperación de la memoria, los socialistas deberían hacer las cuentas con un partido y unos líderes que condenaron a muerte al experimento republicano al negar legitimidad a la derecha que ganó en las urnas el 34, al promover el levantamiento contra la legalidad en Asturias y en Cataluña, al decantarse por la revolución proletaria siguiendo el modelo del camarada Stalin, y al promover junto a sus colegas comunistas y anarquistas una de las mayores persecuciones religiosas de la historia. Ahora acarician la imagen de una República tan ficticia como la Ínsula de Barataria, pero entonces jugaron a minar las bases de aquel régimen y fueron corresponsables de que se hundiera en una ciénaga de odio y de violencia. Eso es lo que Borrell no dijo ante sus colegas europeos, ese es el olvido selectivo que él y sus colegas practican cada día.

El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Esa fue la convicción compartida por todos en aquellos días de finales de los 70, cuando decidimos fundirnos en un abrazo y sentar las bases de un futuro de paz y libertad, de una empresa común en la que el adversario político no fuese nunca más un enemigo. El franquismo, que sin duda tenía su cuota de sangre a las espaldas y había cercenado las libertades durante cuarenta años, legaba una robusta prosperidad económica y una apreciable vertebración social. En su propio seno germinaron los fermentos de la reforma que Adolfo Suárez haría fructificar bajo el paraguas de la Corona. Por su parte la izquierda también había hecho su propia reforma interna: el PSOE girando hacia la socialdemocracia, y el PCE abjurando del estalinismo. La Iglesia Católica, que llevaba años postulando la apertura y la reconciliación, había asimilado la necesidad de asentar los principios de libertad religiosa y distinción de la comunidad política. Así se escribió aquella historia, y es para estar orgullosos de ella. Sin embargo ahora, como denunció el eurodiputado Mayor Oreja, algunos se empeñan en abrir una segunda transición, empezando por el ajuste de cuentas con los adversarios. Lo que entonces no se reclamó, se reclama treinta años después, al servicio de una utopía violenta que reabre antiguas heridas ya cicatrizadas. No sólo eso, se vuelve a los peores vicios de la malhadada República: el sectarismo, la ideologización furibunda, la insolidaridad entre las regiones, la abominación de la historia común de siglos. Quizás después, algunos de sus intelectuales de bandera tenga que repetir aquello de “no era esto, no era esto”.

P.D.: Le brindo una última reflexión al Presidente Borrell. En las bancadas de su grupo socialista en el Parlamento Europeo, se sientan muchos que hace poco más de una década militaban en los partidos comunistas de los países del otro lado del Telón de acero. Aún estamos esperando de tan impoluta institución, una condena de lo que significó en media Europa el socialismo real. Anímese, que se ha abierto la veda.

 José Luis Restán

Páginas Digital, 6 de julio de 2006 

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