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CUBA Y BIELORRUSIA: Las últimas dictaduras de Occidente

Vimos recientemente en toda su crudeza el carácter autoritario de la dictadura dirigida en Bielorrusia por Lukashenko, un residuo del bloque soviético que se ha incrustado en el poder con puño de hierro y escrúpulos de algodón. Inevitablemente lo comparamos con Castro, el dictador cubano.

Alexander Lukashenko ganó las elecciones en 1994 y ejerce de dictador desde 1996, año en el que, mediante un referéndum trufado de fraude, cambió la Constitución. Fidel Castro, como es bien sabido, no ha pasado nunca por las urnas: llegó al poder por la fuerza en 1959 y manda en Cuba desde entonces. O sea, casi medio siglo de dictadura.  El Gobierno bielorruso, sin duda, discrimina y reprime a la oposición. Pero al menos ésta existe legalmente, y hay varios partidos registrados que compiten oficialmente en las elecciones, si bien éstas son fraudulentas. Pero al menos los ciudadanos tienen un variado "menú", aunque luego se amañen buena parte de los votos.

En las últimas, después de pasar el rodillo del fraude masivo, al menos quedó casi un 20% de los sufragios para la oposición. El dictador reconoce que ésta existe.  Pues bien, en Cuba no ha habido elecciones donde poder elegir algo en los 47 años que dura el régimen. Ni 20%, ni 5% ni 1%. No existe legalmente ningún otro partido que no sea el comunista, y Castro se niega a admitir la mera existencia de una oposición legítima. No hay candidatos opositores en ninguna elección.  Respecto a los medios de comunicación, en Bielorrusia la prensa libre sobrevive a duras penas a la represión del Gobierno, que cerró 25 medios independientes en 2005. En Cuba no hay medios independientes que cerrar, tan sólo periodistas que encarcelar, como los más de veinte que se pudren en las cárceles castristas. Todos los medios de comunicación con difusión interna legal en la isla son del Gobierno, algo que no ocurre en Bielorrusia.

Todas estas comparaciones –y otras muchas que omito– nos llevan a concluir que las dictaduras cubana y bielorrusa son semejantes, si bien la americana es, objetivamente, más autoritaria, y deja incluso menos resquicios a las libertades y derechos de sus ciudadanos que la europea.  Dada esta realidad, viene la gran paradoja de contemplar cómo el trato de los gobiernos europeos a la dictadura bielorrusa y a Lukashenko es distinto que el dispensado a Castro y a su régimen. Ante el fraude bielorruso los dirigentes europeos se han llevado, con razón, las manos a la cabeza, y han abanderado resueltas sanciones contra los responsables de la dictadura, que van desde retirada del visado de entrada a la UE hasta la posible congelación de sus cuentas bancarias.

Esto no ha ocurrido con el régimen cubano. Los jerarcas de esa dictadura militar tienen entrada libre en la Unión Europea, y muchos de ellos cuentan con prósperos negocios administrados por familiares o personas de confianza.  ¿Por qué estas diferencias de trato? Se deben, además de a décadas de relaciones públicas castristas y a una tupida red de intereses creados y chantajes, a varias percepciones equivocadas en la mente de muchos europeos. La primera es pensar o creer que Castro es mejor que Lukashenko.

Fidel sería "el dictador bueno", un benefactor que se dedica a hacer el bien, mientras que Lukashenko, ese calvo avergonzado de flequillo descapotable y bigote hitleriano, es claramente el malo de la película.  Este error se combina con otro que lo hace creíble: el factor EEUU. Castro es el Astérix hispano que lucha contra el imperio del Norte. Y, finalmente, otro concepto reprobable, el neocolonialismo ideológico de pensar que los bielorrusos, como europeos, merecen la democracia y saben administrarla, mientras que los cubanos, pobrecitos ellos, no están preparados y más vale que estén en manos de un patriarca protector, de lo contrario corren el riesgo de caer en las redes de sus ambiciosos vecinos. Mitos y errores mezclados entre sí, que se refuerzan mutuamente.  La realidad es que el Gobierno de Lukashenko es la última dictadura de Europa, y como tal una vergüenza colectiva para todos los europeos. El Gobierno de Castro es la última dictadura de la América hispana, y como tal una afrenta especial para todos los demócratas españoles.

Ambos regímenes son dictatoriales, si bien el cubano es objetivamente más despótico que el bielorruso; los cubanos merecen la democracia tanto como los bielorrusos, y los gobiernos europeos deberían tener una posición consistente en ambos casos. Y hacer todo lo posible para lograr que toda Europa y toda América gocen de la democracia. 

Ricardo Carreras Lario, presidente de Solidaridad Española con Cuba.  

Libertad Digital, suplementos Exteriores, 30 de mayo de 2006 

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