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¿Los conservadores al borde de un ataque de nervios? Por qué la derecha no debería ver una victoria de McCain como el fin del mundo

¿Los conservadores al borde de un ataque de nervios? Por qué la derecha no debería ver una victoria de McCain como el fin del mundo

GEES, Colaboraciones nº 2183   |  15 de Febrero de 2008

 

(Publicado en Townhall.com, 7 de febrero de 2008)

Me viene a la memoria la historia de una joven monja que le preguntó a la madre superiora si estaba bien fumarse un cigarrillo mientras rezaba. La madre superiora montó en cólera ante la sola idea. Humildemente la monja planteó una segunda pregunta: “¿Está bien rezar mientras se fuma un cigarrillo?” La madre superiora respondió: “Eso no sólo está bien, sino que es encomiable”.

 

Entre conservadores, hay ahora mucho lamento y rechinar de dientes por la posibilidad de que John McCain sea el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. En temas tan importantes como la inmigración, el cambio climático, la concesión de nuevos derechos a combatientes enemigos ilegales y libertad de expresión política, se dice (con razón) que las posiciones de McCain, son indistinguibles de las de un demócrata.

 

Pero imagine a un candidato presidencial demócrata que se oponga vehemente a la retirada americana de la batalla contra al-Qaeda en Irak; que comprenda claramente la amenaza a mayor escala planteada por el islamismo militante; que esté a favor de jueces que respeten la autoridad de la Constitución así como la santidad de la vida; que apruebe la política de menos impuestos y de responsabilidad fiscal. Un conservador podría decir que eso no sólo está bien, sino que es encomiable

 

Los conservadores – me cuento entre ellos – tienen derecho a luchar por el candidato más conservador. Pero ganar no es un derecho. Ni tampoco es conservador decir que si su candidato llega segundo, usted preferiría devolverles la Casa Blanca a los Clinton o darle las llaves a Barack Obama - un candidato respaldado por los extremistas de MoveOn.org.

 

Medido con el criterio de un conservador, todos los candidatos republicanos de esta temporada han sido deficientes. Rudy Giuliani revitalizó Nueva York, pero a duras penas es un conservador social. Mike Huckabee es un conservador social pero no es ni un conservador económico ni un halcón de seguridad nacional.

 

Ron Paul no es para nada un conservador sino más bien un libertario  dogmático (que es algo así como ser un anarquista obsesivo-compulsivo). Fred Thompson es un conservador de los pies a la cabeza pero parecía mirar la presidencia como una faena que estaba dispuesto a soportar más que como un reto deseoso de aceptar.

 

En cuanto a Mitt Romney, sus partidarios – que inclyuen a muchos de mis amigos y colegas – tienen razón al decir que es el candidato más conservador que quedaba. Pero sus críticos también tienen razón al decir que no siempre ha parecido ser tan firme en sus convicciones y no parece tener la habilidad de conectar emocionalmente con los votantes.

 

El movimiento conservador se encuentra en una posición incómoda. Una respuesta conservadora tendría dos partes (1) Hacer campaña intensamente, luego aceptar el veredicto del mercado en las primarias y, en las elecciones generales, no se convierta en el enemigo perfecto de lo bueno: Apoye al candidato más conservador. (2) Reconozca dónde se ha equivocado el movimiento conservador y esfuércese para hacer las cosas mejor.

 

La verdad es que la mayoría de los conservadores pasa la mayor parte de su tiempo predicando a los conversos, principalmente en radio, blogs y diarios de opinión. Los centros conservadores de investigación política ofrecen propuestas conservadoras a legisladores conservadores. Pero pocos conservadores sólidos hacen el trabajo duro de procurar atraer a independientes de mente abierta y a conservadores moderados – los votantes que más importan en la mayoría de elecciones. 

 

Las elecciones de este año serán extraordinariamente importantes. En 2006, los demócratas recuperaron el control de ambas cámaras del Congreso. Son demócratas la mayoría de los gobernadores y las legislaturas estatales. La izquierda ha reinado desde hace mucho en las universidades, en los principales medios de comunicación, en la industria del entretenimiento y en los sindicatos.

 

Una victoria de Clinton u Obama pondría todos los resortes del poder en las mismas manos. ¿Qué harían los jefes del Partido Demócrata con todo eso? ¿Qué tal dar la condición de estado a Washington, D.C. que proporcionaría dos nuevos votos demócratas al Senado? ¿Qué tal nominar jueces que miran la Constitución como si fuese arcilla y usan la política de inmigración para  ampliar los márgenes electorales de la izquierda? Éstas y otras maniobras creativas podrían crear una mayoría anticonservadora que duraría una generación o más.

 

Lo más preocupante de todo: Los americanos están librando un conflicto tan serio como ninguno otro anteriormente. Romney y McCain entienden eso. Quizás Hillary Clinton también lo entienda aunque uno no lo sabría después de escuchar lo que ella ha estado diciendo recientemente. Pero ¿Barack Obama? ¿O es que él piensa que todo es un gran malentendido que uno puede solucionar hablando, apaciguando, con programas globales antipobreza y el sincero esfuerzo de hacernos inofensivos ante aquellos que han jurado destruirnos?

 

Pensar arduamente sobre estas preguntas durante los meses venideros no sólo estaría bien; sería encomiable – y conservador.

 

 

 

 

 

Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.

 

 

 

 

©2008 Scripps Howard News Service

©2008 Traducido por Miryam Lindberg

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