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Políticamente... conservador

La extraña teoría ZP sobre la ampliación de derechos (I)

La extraña teoría ZP sobre la ampliación de derechos (I) En unas recientes y extensas declaraciones efectuadas en el transcurso de la entrevista con el director de El Mundo, el presidente Rodríguez Zapatero ha vuelto a presentar el matrimonio homosexual y la nueva ley del divorcio, como una ampliación de los derechos.

A poco que se reflexione es lógica esta reiteración en este argumento, porque en realidad es el único que han esgrimido, y que se repite una y otra vez, machaconamente, sin exponer nunca por qué tales desafueros constituyen en realidad “derechos”.

La primera verificación de su afirmación ya constata su inanidad. Se trata de la comparación, un método generalizado en todos los ámbitos del conocimiento. Si se trata de una ampliación de derechos, ¿cómo es que no están reconocidos en ninguna norma internacional?

 

Preciso. Nos referimos exactamente a lo que ha hecho Zapatero, no a ninguna generalidad, más o menos abstracta, es decir nos referimos al matrimonio entre personas del mismo sexo y su derecho de adopción, por una parte, y el matrimonio de rescisión unilateral sin alegar causa, por otra, y con solo tres meses de casados. Esto es el desastre, y no otra cosa.

 

Continuando en el ámbito internacional, solo Holanda tiene matrimonio homosexual con adopción (en Bélgica este último atributo no existe; se pueden casar pero no adoptar). Y no será porque no se haya intentado en multitud de países. Gran Bretaña, Suecia, Alemania, Francia, Australia, entre otros, han rechazado tal posibilidad.

 

Todos los referendos llevados a cabo en los distintos estados de Estados Unidos, se han perdido. Hace décadas que el lobby homosexual lo intenta sin éxito.

 

¿Son acaso todos estos países mucho más restrictivos con los derechos de las personas que el nuestro, o acaso son más rigurosos y justos, y no confunden una unión por razones de atracción sexual y sensible, con el matrimonio?

 

Porque en el fondo el daño extraordinario que se comete con el matrimonio homosexual, no radica en unas pocas bodas homosexuales, sino en el efecto pedagógico de la ley sobre el conjunto de la población, desvirtuando el sentido y fin del matrimonio.

 

Lo que le confiere su carácter valioso e imprescindible para la sociedad, no es ciertamente con quien se va a la cama uno, o con quien vive, sino el carácter de única institución capaz de tener hijos y educarlos. De ahí su mismo nombre y la protección que sobre él todas las sociedades ejercen.

 

Este grave problema, el de la destrucción del sentido y fin del matrimonio (precisamente aquello a que se refirieron los cardenales el día 30 en Madrid, y sobre lo que tanto protestan los socialistas), se acentúa con la ley de Zapatero sobre el divorcio.

 

Si en el matrimonio homosexual solo se podía citar a Holanda, en este último caso no hay referencia posible de un estado independiente donde se practique el divorcio en las condiciones de España. Ni tan siquiera los de acrisolada tradición divorcista. Ni tan solo en la laicista y republicana Francia, que modifico su ley el mismo año pero mantuvo los casos tasados de responsabilidad o motivo en la ruptura, y una jerarquía entre ellos.

 

¿Es que el resto del mundo donde impera el estado de derecho, en algunos países sin interrupción desde hace siglos, es ciego y no ve esa ampliación de derechos?

 

Mientras, España, donde el ciudadano se ha visto reducido a ser un simple mirón de la política al que solo se le pregunta cada cuatro años para que de un cheque en blanco, resulta que puede dar lecciones al resto del mundo.

 

En cualquier supuesto no se puede negar que bajo un análisis comparativo la argumentación de Zapatero no se sostiene.

 

Editorial de Forum Libertas, 15 de enero de 2008

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