WORLD WAR IV. THE LONG STRUGGLE AGAINST ISLAMOFASCISM. El guerrero feliz
Norman Podhoretz, padre con Irving Kristol del neoconservadurismo, acaba de cumplir 77 años, pero ni su compromiso en la batalla por las buenas ideas ha perdido vigor, ni sus obras han dejado de ser elocuentes, estar escritas con elegancia y albergar ideas llamativas.
Aunque hace tiempo que dejó la dirección de Commentary, sus ganas de influir en el debate político, cultural y estratégico le han llevado a ser el asesor internacional de Giuliani, que aspira a hacerse con la candidatura republicana para las presidenciales de 2008. Podhoretz ha defendido siempre la claridad moral, y con ésta su más reciente obra lo deja, otra vez, bien claro.
¿Quién pone nombre a las guerras? A decir verdad, no es una cuestión fácil de responder. Tradicionalmente han sido los historiadores, mucho después de que las armas hayan callado. Sólo unas cuantas personas, y sólo hacia el final de las hostilidades, empezaron a denominar al conflicto desencadenado en 1914 "Primera Guerra Mundial", frente al más común "Gran Guerra". Por lo que hace a la Segunda Guerra Mundial, tal denominación se adoptó casi de inmediato: la revista Time ya la empleaba para finales del año 39. En cuanto a la expresión "Guerra Fría", cabe señalar que, aunque la inspiró Churchill, quien la popularizó fue el periodista americano Walter Lippmann. Norman Podhoretz cree que la Guerra Fría puede ser considerada como la tercera de las globales, de ahí que defienda que la que estamos viviendo hoy día sea denominada "Cuarta Guerra Mundial". De ahí el título del libro que nos ocupa.
Todo esto puede parecer una cuestión nominalista, pero no es baladí, y tiene sus consecuencias políticas. En Estados Unidos está relativamente generalizada la sensación de que estamos en guerra; en Europa la situación es bien distinta: he aquí la explicación de la creciente brecha abierta entre ambas orillas del Atlántico desde el 11 de septiembre de 2001. Podhoretz es de los que piensan que, sin duda alguna, estamos en guerra: así lo han querido nuestros enemigos, a los que, por cierto, sólo se les podrá vencer con una mentalidad bélica.
Podhoretz concede un gran crédito a George W. Bush, a quien alaba, a pesar de los errores que haya cometido, no sólo por su coraje personal, sino por su sagacidad a la hora de elaborar la doctrina que guía la estrategia americana hoy en día. A Bush hay que reconocerle que ha cogido el toro por los cuernos. ¿Se imaginan lo que habría pasado si hubiera reaccionado al 11-S como reaccionó Bill Clinton ante el terrorismo durante sus ocho años de estancia en la Casa Blanca? Ese Bush clintoniano hubiera recurrido a la Interpol para buscar y capturar policialmente a Ben Laden y a los responsables de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono; y, de capturarlos, los habría llevado ante un tribunal para que fueran condenados y enviados a la cárcel.
Contra esta visión policial del terrorismo islamista es contra lo que lucha Norman Podhoretz en World War IV. Al Qaeda no es una criatura engendrada por un loco, sino una organización que responde a un movimiento ideológico mucho más amplio, denominado por unos (por ejemplo, Daniel Pipes) islam militante y por otros islam radical. Podhoretz, en cambio, prefiere el término islamofascismo, puesto en boga simultáneamente por Frank Gaffney (director del Centro para la Política de Seguridad) y James Woolsey (director de la CIA con Clinton y ahora impulsor del Comité para el Peligro Inminente). Podhoretz sabe que Al Qaeda no inventó la yihad, sino que más bien ocurrió lo contrario. Por eso, y aunque el acoso a los terroristas de la banda de Ben Laden esté dando sus frutos, plantea que ha de librarse una larga guerra contra las raíces del islamismo radical, contra la ideología que lo inspira; o sea, contra el islamofascismo.
El libro de Podhoretz está excepcionalmente bien construido en sus tesis y argumentaciones, pero su punto más débil es precisamente éste, el del islamofascismo, pues se trata de un concepto que sólo puede justificarse, desde mi punto de vista, como un ejercicio de mera propaganda. Aunque hay elementos comunes, creo que hay más puntos de divergencia entre las teorías de Hitler y Mussolini y el wahabismo de lo que dicho término tiende a sugerir. Sea como fuere, no cabe duda de que hace referencia a un movimiento totalitario.
Podhoretz realiza una auténtica proeza intelectual en esta obra que no llega a las 250 páginas. No sólo deja muy claro por qué estamos en guerra, sino que ilumina su recorrido. El 11-S no sería el comienzo, sino tan solo un punto, tal vez cimero, de un camino más amplio y que arranca en los años 80, cuando el islamismo golpeó sistemáticamente a América y al resto del mundo occidental sin encontrar respuesta contundente alguna; más bien se encontró con todo lo contrario, con apaciguamientos y huidas (como en el Líbano en el 83).
Juntando todos esos puntos históricos es como la estrategia de Ben Laden cobra todo su sentido. Si se atrevió a atacar directamente suelo americano fue por dos poderosas razones: en primer lugar, porque tal y como declaró a la CNN en 1997 la idea de superpotencia se hizo añicos con la derrota de la URSS en Afganistán: con la ayuda de Alá, sus mujaidines podían alcanzar cualquier meta, como, por ejemplo, la instauración de un nuevo Califato; en segundo lugar, porque veía en Estados Unidos un tigre de papel, un país liderado por personalidades profundamente cobardes. ¿Cómo, si no, explicar la falta de reacción ante la plétora de atentados contra ciudadanos e intereses norteamericanos? En 2001, Ben Laden creía que podía doblegar a América. Por eso atacó. La frase de Donald Rumsfeld de que "la debilidad y no la fortaleza es lo que incita la agresión" no puede ser más cierta cuando se habla de los yihadistas.
Podhoretz nos se contenta con explicar el pasado y arrojar luz sobre la confusión moral que caracteriza a los debates políticos de hoy en día. También se plantea dilucidar la forma de prevalecer y de ganar esta cuarta guerra mundial, que pasa por aplicar la Doctrina Bush hasta sus últimas consecuencias. Es digna de leerse su argumentación a favor de la intervención en Irak como frente o parte de la guerra global contra el terror. Posiblemente nadie lo haya dicho mejor en todo este tiempo. Desde luego, no la Administración americana. Incluso los más recalcitrantes detractores de esa acción militar comprenderán ahora que el progreso en la batalla contra el yihadismo/islamofascismo no hubiera sido posible con un Sadam Husein plácidamente instalado en su palacio de Bagdad, con o sin armas nucleares.
Nuestro autor es un firme partidario de la transformación del Medio Oriente y de la expansión de la democracia en esa zona. Al ser la teocracia y la falta de libertad, y no la pobreza o nuestras políticas exteriores, los caldos de cultivo de los terroristas, se trata de su libertad o nuestra destrucción, por emplear la frase de Bernard Lewis. Ahora bien, Podhoretz no es ningún ingenuo, y desmonta con celeridad y precisión las múltiples críticas vertidas contra los neoconservadores por querer promover la democracia a golpe de bayoneta. Sabe muy bien que una democracia no se hace sólo con elecciones libres, sino que su funcionamiento exige todo un entramado institucional y el desarrollo de una cultura cívica, lo cual exige a su vez unas condiciones de seguridad que sólo el ejército puede garantizar bajo determinadas circunstancias. Pero él ve muy bien que precisamente por eso, porque en Irak se están plantando las semillas para que germine todo ello, los enemigos de la libertad han fijado su atención en tal país. No pueden consentir que la democracia eche raíces allí. Sería su final.
Es posible que las ideas de Podhoretz no resulten una gran novedad para quien le siga con asiduidad. Basta echar un vitazo al archivo de Commentary desde 2001 para ver su evolución en este tema, desde su artículo de febrero de 2002 "How to Win World War IV" hasta el más reciente de "The War Against World War IV", pasando por su célebre "World War IV: How It Started, What It Means, and Why We Have to Win", de 2004. Pero este libro tiene una gran virtud: no es un compendio de artículos deslavazados, sino un texto nuevo, más elaborado y profundo. Y, sobre todo, pertinente.
Ahora que los alemanes comienzan a darse cuenta de la amenaza del yihadismo sobre Europa, ahora que los franceses se ponen más serios con el programa nuclear iraní, dar sentido a acontecimientos que muchos querían ver como inconexos es una gran labor pedagógica. Y la prosa incisiva de Norman Podhorez lo vuelve un verdadero placer para el lector.
NORMAN PODHORETZ: WORLD WAR IV: THE LONG STRUGGLE AGAINST ISLAMOFASCISM. Doubleday (Nueva York), 2007, 240 páginas.
Por Rafael L. Bardají
Libertad Digital, suplementos Libros, 21 de septiembre de 2007
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