El movimiento cívico debe seguir adelante
La gran novedad de la legislatura que acaba de terminar, en el plano social, ha sido el surgimiento de una conciencia popular nueva. Un amplísimo sector de la comunidad, antes generalmente silencioso, ha salido a la calle para reivindicar cuestiones de principio: la dignidad de las víctimas del terrorismo, el derecho a la vida, el derecho a educar a los propios hijos, la defensa de la nación española, etc. A eso se le ha llamado “movimiento cívico”. Pues bien: el movimiento cívico debe continuar.
Nunca habían salido a la calle. Eran la “gente de orden”. La mayoría pensaban que el poder –el Estado, el Gobierno, los obispos, los generales, los banqueros- resolverían los problemas de la gente en nombre del sentido común. La dura realidad les enseñó lo contrario. Tardaron en aprenderlo. Hasta que llegó Zapatero, y la evidencia de un poder hostil lanzó a toda esa gente a la calle. No tardó en llamarse “movimiento cívico”.
Cuatro años después, lo que tenemos es una realidad social nueva. Ha emergido una miríada de iniciativas sociales, ajenas a los partidos políticos, que han dado voz a reivindicaciones muy concretas en el plano de los principios. Se ha defendido la dignidad de las víctimas del terrorismo, preteridas y hasta reprobadas por el poder. Se ha defendido el derecho de los padres a controlar la educación que reciben sus hijos. Se ha defendido la idea de nación española. Se han multiplicado las iniciativas contra el aborto y por el derecho a la vida. Se ha despertado un pujante movimiento de objeción de conciencia a la asignatura de Educación para la Ciudadanía…
Todos estos movimientos son ciertamente minoritarios. Pero siempre los grandes procesos de transformación social han empezado a partir de minorías activas. Por otro lado, no se trata sólo de asociaciones de ciudadanos. En la misma estela han surgido numerosas iniciativas que han aplicado la protesta cívica al campo cultural. Internet es un buen ejemplo de esa dinámica. También el campo editorial, que ha empezado a romper el monopolio ideológico de la izquierda. En estas iniciativas de carácter cultural ha encontrado acogida y eco el trabajo del movimiento cívico.
La gran virtud del movimiento cívico es que funciona de manera completamente autónoma. Es una realidad comunitaria espontánea y natural. No necesita de los partidos políticos para vivir. Tampoco necesita estructurarse de manera organizada. Responde a motivaciones muy directas y muy concretas, y se materializa en acciones igualmente concretas. Es una manifestación de ciudadanía permanente, cotidiana. Es una expresión directa de libertad personal y colectiva. Por eso es vital para la salud del sistema democrático.
Los cuatro años que se presentan por delante hacen todavía más necesario el trabajo del movimiento cívico. Esta realidad es una de las pocas cosas prometedoras que ha dado la vida pública española en los últimos años. Hay que presumir que la presión del poder se hará todavía más fuerte; un poder que ya ha demostrado su intención de inmiscuirse en los ámbitos de soberanía de las personas. Frente a tal presión, el movimiento cívico seguirá significando una esperanza de libertad real en una sociedad dormida y adocenada.
Elmanifiesto.com, 10 de marzo de 2008
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