Enseñar las bragas es una ordinariez
Y conste que no me refiero a esos turistas indecentes que van por calles, museos y catedrales con barba de varios días, camiseta (sin mangas y sudada: “Fiestas de la siega 1995. Castrillo de Pinofuente. Viva la Virgen”), y mostrando groseramente en su cintura una riñonera de plástico y el teléfono móvil de última generación, mientras del cuello exhibe una cámara de vídeo “top total”. Bueno, sí, también me refiero a ellos y a la necesidad que experimentan de enseñar a todo el mundo lo ricos y poderosos que son y su dominio de las últimas tecnologías. Y eso que no me he referido al reproductor MP3 que llevan colgando de las orejas.
Lo de la ordinariez va por todos ellos y también por aquellas personas que supongo encuentran un placer íntimo e indescriptible en enseñar la ropa interior. Casi siempre son señoras o aspirantes a serlo algún día, aunque a veces es excesiva aspiración para ellas. A servidor le parece que la ropa interior lleva ese nombre por algún motivo justificadísimo que la jumentud actual desconoce. Me parece de lo más antiestético, antierótico y antinatural, además de ser del peor gusto, que se vayan mostrando por calles y plazuelas los tirantes del sujetador. Moderno puede que sí, moderno puede que lo sea, pero feo....... ¡¡¡un porrón!!! Y anda que no hay medios para solucionarlo, pero para qué, si es moderno!!!
Lo de las bragas.... también muy moderno, eh, joé que si es moderno, lo difícil es salir a las calles y volver sin haberle visto las inmundicias a más de una señora.... Y cuidao que se ponen bragas llamativamente feas y vulgares aquellas que se empeñan en enseñarlas a todo tren.... porque parece que hay cierta insistencia en que el mal gusto (A veces me pregunto si estas dos palabras no deberían formar un nuevo y definitivo neologismo) alcance cotas de premio Nóbel, oigausté.
Pero en esto de enseñar las bragas hace falta doble esfuerzo, porque para ello es necesario vestir camiseta especialmente reducida y pantalón corto de tiro, ambos destinados previamente a este gilipollesco hábito.
Esta estúpida demostración de incultura y mema burrez es especialmente chusca puesto que es un tipo de ropa que casi nadie puede llevar, sólo las más jovencitas chavalillas o aquellas más mayores a las que la Madre Naturaleza haya dotado con una cintura de diosa. Con excesiva frecuencia aquellas que pretenden enseñar la cintura en realidad enseñan la barriga, con la graciosa consecuencia estética que supone mostrar en público esa curvita curiosa producto de la edad y del buen vivir. Verlas de cerca supone un efecto propio de un chiste de Gila, pues las grasas rebasan por los laterales las medidas de la escueta ropa y salen al exterior en llamativo efecto “michelín”, desbordando sebosamente los límites de la talla. Y claro, ellas van tan felices y orgullosas observando que todo el mundo las mira, aunque jamás sabrán por qué.
Y el culo, ustedes perdonen. Que es que en definitiva lo que se busca es ir enseñando el culo, que a la que te descuidas, zas, en medio del general regocijo dejas muy generosamente que todo el mundo te vea “la hucha”. La sociedad que encuentra tan divertido enseñar el culo es que ya tiene mucho ganado, ya no tiene otras preocupaciones esenciales que mantener (¿encontraré trabajo, podré comer mañana, dónde dormiré?) es una sociedad que ha avanzado mucho y ya no tiene que andar pensando. ¿Para qué pensar si mostrar el culo es más importante que mostrar las ideas?
Pedro de Hoyos
Diario siglo XXI, 11 de agosto de 2006
0 comentarios