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Políticamente... conservador

Para que abril vuelva a ser

 

El Viernes Santo, 14 de abril, coincide con el 75 aniversario de la proclamación de la II República. Lo recordaba el domingo Jon Juaristi citando los versos de la Tierra Baldía de Eliot: “Abril es el mes más cruel, el mes de la memoria y del deseo”. Viernes Santo de una República que Zapatero quiere recuperar, Viernes Santo de una democracia que no consiguió cuajar asediada por el afán milenarista de unos revolucionarios a los que la tutela de derechos y libertades les parecía un compromiso burgués, Viernes Santo para las católicos que empezaron a ser perseguidos. Más de 7.000 morirían por su fe.

 

Zapatero proclama que quiere hacer la III República, pero con Rey. Tendrá éxito porque la III República llegó ya hace tiempo. La supo ver, al otro lado de los Pirineos, Péguy. Ha sucedido algo -decía el francés- que no había ocurrido nunca hasta ahora, los hombres han abandonado a Dios y en su lugar no han puesto a nadie.

 

La III República ya ha llegado, Damián se ha ido. Damián es el personaje de la novela La Salamandra de Jiménez Lozano (¿para cuándo una reedición?). Damián ha perseguido curas durante la II República, ha fusilado sagrarios, ha predicado contra la religión. Damián está internado en un asilo de monjas. Damián ha recuperado la fe y le dice a su amigo Tomás: “que todos nacemos en este país bajo las alas de la Iglesia y, a la postre, no sabemos quién nos da a la luz, en verdad, si nuestra madre de la carne o la Iglesia. Que ésta nos marca como a fuego con la amarga sal del bautismo para toda nuestra vida y nuestra muerte (...). Y que cuando llegan los veinte años, creemos que escapamos de esa Iglesia persiguiéndola, quemando iglesias y matando curas, pero que es inútil todo y que el remusgillo de la Iglesia es más grande en el corazón de los españoles que la muerte, las mujeres y el hambre”.

 

Eso era en la II República, cuando Damián quemaba santos. Ahora en la III República, una república que no han hecho los políticos, ni sal ni luz, ni muerte ni mujeres ni hambre, sólo una prosperidad vulgar que silencia todas las preguntas.

 

Este Viernes el Nazareno vuelve a cargar con la cruz seguido por Nuestra Señora de la Soledad. Es la misma cruz, el mismo Nazareno y la misma María de Dolores. Pero hay que volver a comenzar desde el principio para que abril sea el mes más cruel, el mes de la memoria y el deseo. Hay que rehacer, en la III República, el cristianismo.

Fernando de Haro

 

Páginas Digital, 12 de abril de 2006

 

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