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Políticamente... conservador

La atroz realidad de la Larga Marcha

Liderados por Mao Zedong, 100.000 comunistas del Ejército Rojo iniciaron en 1934 la Larga Marcha hacia el noroeste a lo largo de 10.000 kilómetros, en su huida desde la provincia de Jiangxi (este), donde los nacionalistas de Chiang Kai-shek habían sitiado la recién proclamada "república soviética". Sólo 40.000 llegaron a su destino en Shaanxi.

 

"La leyenda acababa de nacer", explica Sun Shuyun, que ha presentado recientemente su segundo libro, The Long March (La Larga Marcha , Harper Collins) en Pekín.

 

"Nací en la década de los 60. Debido a la hambruna, sólo comíamos fideos, potaje y harina. Cuando me quejaba, mis padres me decían: 'Piensa en los de la Larga Marcha, que todavía comían menos y no se quejaban'", recuerda Sun.

 

La periodista ha recorrido durante diez meses el épico trayecto y ha atravesado en autobús y tren ocho provincias (Jiangxi, Hunan, Guangxi, Guizhou, Yunnan, Sichuan, Gansu y Shaanxi) para recoger los testimonios de 40 supervivientes (del total de 500) octogenarios y nonagenarios y desempolvar archivos inéditos.

 

"Hablando con ellos descubrí que su sufrimiento y lo que superaron fue en realidad peor de lo que nos habían contado, en especial entre las mujeres", señala al referirse al hambre, las gélidas temperaturas y la dureza de un endiablado terreno.

 

repudiados y ejecutados "Los supervivientes fueron repudiados. En los cincuenta pidieron ser readmitidos por el Partido Comunista, algo que no sucedió hasta 1989, cuando empezaron a percibir pensiones", explicó una emotiva Sun. Mao había encarcelado o ejecutado a la mayoría durante la Revolución Cultural (1966-76).

 

Mientras estos héroes desconocidos cayeron en el olvido, la versión oficial forma parte de una mercadotecnia sin fisuras.

 

El primer mito propagandístico que desbarata es el de la batalla en el puente Luding (Sichuan, suroeste), según el cual 22 soldados rojos acabaron con toda una división nacionalista que les esperaba armada hasta los dientes. "Creo que la batalla nunca tuvo lugar", desveló la periodista y productora televisiva (BBC , Channel 4 ), nacida en China, pero educada en Oxford (Reino Unido).

 

La autora del libro explica la increíble victoria por la negociación previa entre Mao y el "señor de la guerra" local, Liu Wenhui, para que traicionara al ejército de Chiang y les permitiera el paso por el puente a cambio de premiarlo en el futuro régimen comunista con un ministerio.

 

Otro de los mitos que desmonta Sun fue el del periodista estadounidense Edgar Snow, que entrevistó a todos los líderes comunistas a su llegada a Yanan (Shaanxi), testimonios recogidos en Red Star over China (1936), uno de los best-seller del siglo.

 

"No fue él quien decidió unirse a los rojos en Shaanxi. Fue Song Qingling (viuda de Sun Yat-sen y cuñada de Chiang Kai-shek) quien lo reclutó para dar a conocer al mundo lo que el comunismo estaba haciendo. Creo que Mao era un genio de la propaganda, pero ni siquiera él esperaba tener tanto éxito", explica Sun.

 

Sin embargo, los héroes reales fueron campesinos depauperados ajenos por completo a la política. "No sabían lo que era el comunismo. Era gente tan pobre que se unió al Ejército Rojo porque éste requisaba las riquezas de los terratenientes y las repartía entre los soldados y los locales".

 

Aunque las mujeres no eran aceptadas por el Ejército Rojo, como algunas de las esposas de los líderes estaban embarazadas y viajaban con ellos, tuvieron que reclutar también a campesinas para atajar rumores sobre favoritismos.

 

Al llegar a Sichuan, la Primera División se reunió con la Cuarta, de forma asombrosa compuesta en su mayoría por mujeres: los maridos y los hijos eran adictos al opio, por lo que no hubo más remedio que reclutarlas a ellas.

 

Dos tercios de las soldados rojas, adolescentes entonces, quedaron estériles de por vida, debido a las violaciones del enemigo y a la dureza de la marcha, que les impedía descansar incluso durante la menstruación.

 

Una normativa estricta prohibía a los soldados rojos acercarse a las reclutas, pero no sucedió lo mismo con el enemigo, los Señores de la Guerra musulmanes, que violaron a la mayoría en el noroeste.

 

Además, hasta 6.000 soldados eran niños, apenas adolescentes, que eran abandonados cada vez que suponían un lastre para seguir avanzando, por lo que la mayoría murió de hambre, asesinado o mutilado por el enemigo, y el resto fue adoptado por los nómadas del altiplano tibetano.

 

Quizás fue éste el destino de los tres hijos que tuvo Mao con su esposa de entonces, He Zizhen, antes y durante la marcha. La angustia por la pérdida la confinó de por vida a un hospital psiquiátrico.

 

 

La cara más terrible de Mao

 

La efigie del fundador de la República Popular aún preside la plaza de Tiananmen, en Pekín, pero su mito se tambalea dentro y fuera de China. Una biografía realizada por la lingüista Jung Chang y su marido, el historiador Jon Halliday, muestra el lado oculto del Gran Timonel a los 30 años de su muerte. La obra describe a un Mao que durante décadas ejerció un poder absoluto sobre la cuarta parte de los habitantes de la Tierra y que fue responsable de la muerte de más de 70 millones de personas en tiempo de paz. "Ni siquiera Hitler o Stalin llegaron a tanta barbarie", afirma Jung Chang en Mao: La historia desconocida , resultado de 10 años de investigación. El libro desmonta la imagen de un líder humanista e idealista, preocupado por el campesinado. "Los campesinos le eran indiferentes, los despreciaba", explica la autora para quien Mao era "absolutamente inmoral". Según su investigación, se comportaba como un déspota y en la Larga Marcha disponía de porteadores y sirvientes que le frotaban la espalda. "No tenía otra ideología que mantenerse en el poder, murió reñido con la más mínima higiene corporal y obsesionado por el sexo con muchachas jóvenes", concluye la escritora.

 

 

“Noticias de Navarra”, 18 de abril de 2006

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