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Políticamente... conservador

Un programa para conservadores

          Hoy no está de moda ser o declararse conservador. La culpa la tienen varios factores, entre ellos la perezosa costumbre de no pensar por uno mismo y, desde luego, la colosal manipulación ideológica del lenguaje y los conceptos políticos que Occidente ha sufrido en el último tercio del siglo.            En el libro “Políticamente incorrecto” tuve la oportunidad de analizar en profundidad las propuestas del pensamiento conservador de cara al siglo XXI, desde su origen (la intuición de Parménides en el siglo V AC al descubrir que hay un núcleo fijo y natural en las cosas que es su propio consistir) hasta su contenido heterogéneo, complejo y pleno de riqueza.

           El conservatismo es, por naturaleza, reformista y siempre está en movimiento, el carácter reaccionario, la simpleza y la mediocridad son, desde antiguo, elementos contrarios al auténtico espíritu conservador.

          Una de las mentes más preclaras del conservatismo contemporáneo es el norteamericano Russell Kirk, autor de dos libros imprescindibles: "The conservative mind" y "A program for conservatives". En mis libros anteriores (el citado "Políticamente incorrecto" y "La derecha del siglo XXI") me referí ampliamente al primero. En este artículo quiero hablar del segundo, un espléndido ensayo (con traducción española: Rialp, 1957) que debería ser leído, estudiado y, en la medida de sus posibilidades, comprendido por muchos políticos actuales, por supuesto los apologetas del llamado "centro reformista", pero también por todos aquellos que aplican (no solo defienden, que es fácil, sino practican) la magia y la aventura del pensamiento independiente.

          El conservador entiende -escribe el maestro Kira -que las circunstancias humanas son casi infinitamente variables, y que cualquier medida política o económica debe decidirse a la luz de las particulares circunstancias de tiempo y lugar. Esa es la base del realismo político desde los tiempos de Aristóteles. El secreto del conservatismo reside en saber conocer en cada tiempo lo que es permanente y lo que es mudable. Ahí reside la esencia del reformismo.

          El conservador cree en unas reglas naturales que están por encima de los poderes de los Estados (por ello su naturaleza es de raíz antitotalitaria), cree en el poder del individuo por encima de gregarismos y colectivismos que conducen a la revolución y al caos, defiende el orden y la jerarquía en una organización de hombres libres donde se aprecian las libertades concretas y, por supuesto, hace bandera del esfuerzo, el afán de superación y la excelencia. El héroe suele ser, por tanto, conservador, el antihéroe es, por naturaleza, anticonservador.

          El conservador moderno -continua Russell Kira - ha de plantearse un ambicioso programa que sea capaz de dar respuesta a los problemas más acuciantes de nuestro tiempo, y que seguirán siendo los del siglo XXI: -el problema de despertar nuestras inteligencias del adormecimiento de la masa. -el problema de resucitar las aspiraciones espirituales del ser humano sacudiendo el materialismo que corroe en ocasiones la vida. -el problema de rescatar de la deshumanización a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. -el problema del colectivismo que anula la libertad individual -el problema de la justicia social, o de cómo lograr que la avaricia y la envidia no levanten al hombre contra su hermano. -el problema de preservar la identidad y la complejidad frente la pensamiento único, lo políticamente correcto y el intervencionismo controlador. -el problema de renovar en el mundo de hoy la lealtad, el respeto a la tradición (la continuidad imprescindible que liga a una generación con otra) y el ansia de excelencia. Solo sobre una base sólida se puede reformar, mejorar y asimilar el cambio acelerado que, sin duda, caracteriza al mundo tecnificado del siglo XXI.

          ¿No es acaso un programa lleno de luces y atractivos? Russell Kirk se muestra más incisivo que nunca al afirmar: "en la defensa de la tradición el conservador no debe acobardarse ante la probabilidad de ser malentendido y atacado por todos aquellos cuyos intereses materiales parecen ir ligados a una degradación continua de las masas. El conservador debe afrontar el hecho de que puede salir vencido, contrariamente al marxista, el conservador no profesa una creencia fanática en el triunfo inevitable de su causa". Y la gran cuestión del siglo XXI bien puede ser la que Kirk describe con visos de profecía: "La vida, ¿merece la pena vivirla?, ¿van los hombres y mujeres, formados a imagen de Dios, a conservar su naturaleza espiritual o bien van a convertirse en criaturas infrahumanas, agrupadas como un rebaño por los amos del Estado totalitario". ¿Acaso no es una visión profética del pensamiento único, de la uniformidad, de la mediocridad endiosada en todos y cada uno de los aspectos que nos rodean?

Un programa para conservadores invita a la reflexión, porque es, sobre todo, un programa para seres humanos libres en la sociedad avanzada del siglo XXI.

Fernando Alonso Barahona.

30 noviembre 1999

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