2006: Año de la censura histórica
El Gobierno trabaja con denuedo en la llamada Ley de la Memoria Histórica. Como tardará unos meses en materializarse, el pasado jueves Izquierda Unida se encargó de ofrecer un aperitivo, proponiendo para su votación declarar 2006 “Año de la memoria histórica”, con el fin de financiar homenajes a las víctimas de la guerra (sólo de un bando, claro) y del franquismo. El PSOE se sumó con entusiasmo a la iniciativa, que resultó finalmente aprobada con la única oposición del PP.
Ya vimos en un anterior artículo cómo una nostalgia prefabricada de la Segunda República y la Guerra Civil es para la actual generación de políticos de izquierda, que no sufrieron ni de lejos esos sucesos, un chollo electoral y económico; una grosera manera de arañar votos y dinero público. Sin embargo, el pasado jueves descubrimos en el discurso de Ramón Jáuregui (PSOE) otro motivo que asiste a la izquierda a promover con gran interés y celeridad leyes medidas de este tipo.“No estamos dispuestos a que nos manipulen la historia cuatro revisionistas de pacotilla”, exclamaba Jáuregui desde la tribuna de oradores. Se refería el diputado vasco a varios historiadores que desde hace unos años han presentado en sus libros una versión del final de la República y el inicio de la guerra muy distinta a la que nos ha vendido la izquierda. Algunos de estos autores como Stanley G. Payne o Pío Moa han cosechado un gran éxito de lectores a fuerza, no tanto de interpretar y comentar los hechos sucedidos, sino de sacar a la luz papeles reales (como actas de reunión de los partidos o artículos de la prensa de la época) que dejan en muy mal lugar la imagen del PSOE, la Esquerra Republicana o la UGT, poniendo de manifiesto que estas fuerzas actuaron decididamente en contra del marco legal de la II República, con el ánimo decidido de instaurar una “dictadura del proletariado” a imagen de la soviética.
En 1934, el salón de fiestas del Teatro Metropolitano acogía el congreso de las Juventudes Socialistas. El encargado de clausurarlo era Francisco Largo Caballero, ex ministro de Trabajo, quien arengaba así a la concurrencia: “En esta República los trabajadores estamos peor que con la dictadura y con la monarquía. (...). Defiendo la necesidad del frente único para apoderarse del poder y establecer el comunismo después de una etapa socialista. Esa conquista del poder la realizaremos con las milicias socialistas, organizadas militarmente. Cuando gobernemos, desaparecerá el ejército y armaremos al pueblo”.
Cientos de documentos atestiguan cómo el PSOE fue cediendo terreno a esta violencia ciega. No eran amigos de la II República, sino que se fueron convirtiendo en sus principales enemigos. Esta verdad elimina de un plumazo el dogma aireado por la izquierda española según el cual son los únicos que pueden presumir de legitimidad y vocación democrática frente a la derecha. Es una verdad a la que el Gobierno quiere poner sordina cuanto antes. ¿Es esto “memoria histórica” o es “censura histórica”?
Ignacio Santamaría
Páginas digital, 2 de mayo de 2006
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