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Políticamente... conservador

Uno, dos, diez Boadellas: la pesadilla (voluntaria) del PP

La división de la oposición a Zapatero beneficiaría electoralmente y humanamente al actual Gobierno. La única alternativa a un centro derecha popular y plural es la derrota permanente.

12 de mayo de 2006.  Ciudadanos de Cataluña se ha presentado en Madrid. Albert Boadella, promotor del proyecto, ha anunciado que después del referéndum sobre el Estatuto de Zapatero se constituirá un nuevo partido político, que podrá extenderse también al resto de regiones de España. De esta manera, el artista catalán se convierte en el artífice de un "tercer polo" político. Muchos otros, desde Leopoldo O´Donnell a Adolfo Suárez, pasando por Joaquín Costa, han fracasado antes que él en similar aventura.

Francesc de Carreras, Arcadi Espada y Albert Boadella, entre otros, promovieron Ciudadanos de Cataluña como reacción contra la prepotencia nacionalista del gobierno regional de Maragall, de Carod-Rovira y de los comunistas. Era una reacción comprendida y apoyada por muchos, dentro y fuera de Cataluña, tras tres décadas de manipulación nacionalista de las conciencias y de la sociedad. Se trataba de dar voz a la parte de Cataluña que ni siquiera el PP conseguía o quería representar, y de pedir el "no" al proyecto de Estatuto "nacional".

Hay pocas dudas de que muchos catalanes, y muchos españoles de otras regiones, no se sienten cómodos con la España de Zapatero, que es tanto como decir con la ruptura de España diseñada por Zapatero. Y es cierto que esa disidencia no es sólo de derechas, ni sólo de izquierdas, ni de hecho está bien representada por las viejas etiquetas. Ahora bien, si de verdad se va a avanzar en esa dirección los españoles tienen que saber si realmente hay un espacio político libre, si ese espacio político no va a ser cubierto por nadie más y cuáles serían las consecuencias electorales y estratégicas de la aparición de este nuevo sujeto. Porque aunque vivamos en la sociedad de la imagen y de la comunicación, a largo plazo la política se hace con realidades, y conviene afrontar éstas.

¿Hay un espacio político libre?

Derecha e izquierda, tal y como se citan hoy en los medios de comunicación españoles, son conceptos inservibles. Existe una gran masa de españoles que no acepta lo que los "progresistas" de Zapatero y Otegi están haciendo con el país: hay una mutación forzada de los valores y de las conductas, se asiste a la construcción de un poder cultural, mediático y educativo cuasitotalitario y se está diseñando la secesión de algunas regiones, en algunos casos cediendo parcelas de poder a una banda de asesinos. Frente a eso, obviamente, hay una resistencia creciente.

Mejor dicho, hay una pluralidad de resistencias. Porque así como la coalición revolucionaria es variada, pero está actuando unida desde antes del 11 de marzo de 2004, quienes se oponen lo hacen desde múltiples y muy diversas posiciones. Sensibilidades más liberales o más tradicionales, más conservadoras o más sociales, de carácter puramente nacional o de matiz regionalista, de origen en la vieja izquierda o en la vieja derecha, católicos y agnósticos, y así sucesivamente: todo y lo contrario de todo, con un punto de unión en la defensa del ser de España.

¿El PP ha hecho los deberes?

Si el proyecto de Ciudadanos de Cataluña ha podido adquirir una dimensión política es porque existe en amplios círculos la idea de que el PP no quiere o no puede reunir en sí toda la pluralidad de voluntades opuestas a Zapatero. Naturalmente, ante una amenaza cierta, si una parte de los amenazados tiene la idea de que el partido de la oposición no quiere ser su voz, su escudo y su espada, es lógico que alguien –en este caso Boadella- piense en dar voz a los que no tienen voz.

¿Es verdad que el PP ha renunciado a abrirse a esas fuerzas nuevas, algunas de las cuales vienen incluso de la izquierda? En algunos burócratas de la política ha podido anidar la idea de que el PP, por ser de "centro", debe mantenerse al margen de ese amplio movimiento social, beneficiándose como mucho indirectamente de él pero sin implicarse en la movilización. Y esa idea, convertida inocente o interesadamente en imagen del PP para muchos de los interesados, es la que sirve de estímulo para un "tercer partido" .

Ahora bien, el PP es mucho más que un partido frígido de diseño, o al menos lo ha sido y tiene los elementos en su naturaleza para serlo con éxito. La derecha históricamente, y el PP también, se distinguido por su capacidad de unir y sintetizar cosas diferentes e incluso aparentemente opuestas en empresas comunes. Zapatero debería ser motivo para que el PP ganase consensos en todas las direcciones, y los articulase en un proyecto renovador y atrevido. Todo lo que ha dicho y hecho hasta ahora Ciudadanos de Cataluña podría caber en una derecha plural; y si no ha tenido su espacio ha sido también por cálculo miope de algún líder de segunda fila, o por consejo errado de algún asesor lejano de la realidad.

Steven Hayward acaba de explicar cómo en el conservadurismo norteamericano caben tradicionalistas, libertarios y neoconservadores, y cómo la unión de fuerzas ha permitido unir pueblo y vanguardias intelectuales. Es un ejemplo de "derecha", en sentido lato, que funciona variada y unida. También lo es Italia, donde el sistema electoral permite canalizar la "unidad en la diversidad" a través de diferentes partidos, cosa que en España es y será siempre imposible. Ambos casos, además, recuerdan contra toda exigencia extremista que ganar elecciones no es suficiente para cambiar el curso de las cosas. El caso regional de UPN es una benemérita excepción histórica y foral que no se va a repetir, y que debe defenderse como tal.

¿Y si sucede lo peor?

El doctor Luis Miguez acaba de explicar aquí cómo, por qué y con qué consecuencias hay distintas fuerzas interesadas en crear una "derecha fuera del PP", sea supuestamente hacia la izquierda, como sería en el caso de Boadella, sea hacia la derecha más rancia. Sólo un iluso puede pensar que con nuestro sistema electoral las consecuencias vayan a ser positivas. A día de hoy la división de la derecha no reportará beneficios a ninguna de las partes resultantes, porque todas ellas quedarán eternamente fuera del poder y eternamente incapacitadas para defender aquello que dijeron querer defender.

Ahora bien, aparte de la derrota electoral cierta, segura e inexorable, la aparición de varias fuerzas en la derecha implicará una decadencia cualitativa de todo el sector político. Incluso si la suma de las partes es superior al todo -cosa más que dudosa- el PP, que seguirá siendo el mayor partido, se privará de muchos valores en alza, personas e ideas que de unirse a un centro derecha libre y plural lo enriquecerían y contribuirían a mejorarlo. La única manera de que el PP se abra al pluralismo es desde dentro; pero si eso no sucede será responsabilidad tanto de quienes prefirieron construir su corralito aparte como de quienes no tuvieron la generosidad de reconocer y potenciar el pluralismo desde dentro. En todo caso, la aparición de nuevas siglas electorales de derecha es una mala noticia para el PP, pero también para el futuro de España. Aún hay tiempo, con buen criterio, de construir pacíficamente una alternativa popular y social al régimen de Zapatero.
 Pascual Tamburri El Semanal Digital, 12 de mayo de 2006

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