Por qué la derecha es tan frágil
Siempre que planteamos la cuestión de la fragilidad de la derecha, hay un aluvión de opiniones de lectores. En el PP no se enteran de estas cosas, pero la gran preocupación de la derecha social, hoy, no es otra: ¿por qué somos tan frágiles, tan vulnerables? ¿Por qué Zapatero piensa que nos aniquilará sin resistencia?
La derecha, en general, no osa decir su nombre. Incluso el partido que la representa se define "de centro". La derecha no osa decir su nombre porque el término "derecha", en nuestra cultura política, viene afectado por un toque de ilegitimidad. Ser de derechas no está bien visto. Y esto es así porque hace muchos años que quien decide lo qué está bien y mal es la izquierda. Ésta posee el control de la cultura oficial y la mayor parte de las factorías de opinión. Es una batalla que la derecha nunca ha creído necesario librar ni en el franquismo ni en democracia. Hoy cosechamos lo sembrado.
Además, buena parte de la derecha no se reconoce como tal. Existe una realidad objetiva de derecha que, en España, viene compuesta por principios como la unidad nacional, la moral cristiana, la libertad individual y la tradición cultural hispánica. Pero con frecuencia veremos a personas que defienden esas cosas y, sin embargo, no se reconocen "de derecha". ¿Por cobardía? A veces, sí. Pero otras veces es cuestión de escrúpulos. El término "derecha", que designa un conjunto de ideas y principios, señala también a los "poderes tradicionales". Y, claro, uno puede defender ciertos principios, pero siempre será incómodo que te cuelguen la misma etiqueta que al banquero de turno. La querella entre derecha de principios y derecha de intereses es muy vieja, pero siempre ha ganado la de "intereses". Tantas veces ha ganado que, ahora, se ha hecho de izquierdas.
La derecha de intereses agoniza. Quienes tienen el poder –los polancos, los banqueros, todo eso- ya no están en la derecha. Eso nos liberará de servidumbres enojosas. Pero hay que extraer todas las conclusiones oportunas: que el poder ya no sea de derechas quiere decir que el poder no vendrá a socorrernos. Si la derecha no quiere que sus principios mueran, tendrá que actuar, resistir.
Actuar, en una vida pública pacífica, quiere decir marcar unas posiciones, fundamentarlas y defenderlas. La gente de derechas, si quiere que sus ideas sobrevivan, tendrá que dejar de pensar como pasiva "gente de orden" y empezar a moverse, a vivir con conciencia política, a participar en la vida civil, a comprar los libros y revistas de quienes comparten su visión del mundo, a hablar en las asociaciones de padres de alumnos o en los grupos de vecinos. Todo eso no lo va a hacer el PP; lo tiene que hacer la gente. Si no, la apisonadora nihilista pasará sobre ella. Y lo tendrá bien merecido.
José Javier Esparza
El Semanal Digital, 19 de mayo de 2006
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