El Código de los bostezos
El estreno de El Código Da Vinci ha sido acogido con frialdad y decepción generales. Pero ¿qué esperaba la gente de una adaptación de este tocho infumable a manos del mediocre Ron Howard? Ha ocurrido lo previsible. Y cuanto más empeño ha puesto el director en ser fiel al libro, más ha perjudicado a la película. Para más inri, la propia actriz protagonista, Audrey Tatou, declara: “Me cuesta entender la expectación que ha desatado el film”. Increíble. “Frustrante”, es como define el director Ron Howard la sensación que afirma sentir ante las críticas que empiezan a aparecer en los medios.
Lo cierto es que la película es un tostón, aburre, no tiene casi acción, los protagonistas carecen de química, de fuerza, todo es inverosímil… y la combinación de patochadas -véase al monje Silas- con discursos llenos de presunta seriedad, te sacan a patadas de la película. Lo que está claro es que los responsables de El Código Da Vinci no tienen ni la más remota idea de qué es de lo que trata su película. No saben nada de la Iglesia, de su historia, del estatuto preciso de los Evangelios, de la teología de la tradición, de la relación entre cristianismo y paganismo…, pero nada de nada. Por no hablar del Opus Dei, que es considerado algo así un grupo a lo X-Men o Expediente X.
Indudablemente, lo mejor es el personaje de Silas, el monje “Freddie Krugger” a las órdenes del Prelado del Opus Dei. Se trata de un psicópata, de infancia cruel, como Norman Bates, que habla latín con su jefe -al que llama “maestro”- y que por las noches, en pelotas, se da unas buenas sesiones de cilicio y flagelo ante un cristo de la pared. Conmovedor. Es el primer homenaje cinematográfico que se hace al Golum de Peter Jackson.
Teológicamente la película es maravillosa: los Evangelios son sustituidos por arte de magia por unos supuestos textos apócrifos; el modelo femenino de María es sustituido por el de la Magdalena (a María ni se la menta); los elementos específicamente cristianos se revelan como grandes signos paganos; la misión de la Iglesia resulta ser ocultar la verdad sobre Jesucristo, es decir, que Jesús ni era Dios, ni resucitó, ni hizo milagros, ni nada… sólo fue un buen padre de familia cuya hija se llamaba Sarah (qué mona ella). La iglesia en realidad lo que hace es odiar a las mujeres, y en la Edad Media intentó matar a todas las que pudo, millones, dicen en la peli. Buff, como para fiarse de los curas. En fin, la lista de hallazgos teológicos e históricos es interminable. Si quieren disfrutar no dejen de ver la breve escena del Concilio de Nicea. Para que luego digan de los hooligans.
Un instante de seriedad. La peli, que como ven no es mala ni nada, tampoco es inocente. Plantea la superación del cristianismo y su pretensión excepcional por medio de una religiosidad new age, relativista, inmanentista, subjetivista y sobre todo nihilista. Y eso no se puede hacer sin negar todo aquello que conduzca directa o indirectamente a la divinidad de Cristo: es decir, fundamentalmente, la Iglesia. Pero la Iglesia necesita enemigos más dignos. Así que a otra cosa, mariposa.
JuanOrellana
PáginaDigital,19 de mayo de 2006
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