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Políticamente... conservador

Del minimalismo a la nada

Este viernes se estrenan dos películas que tienen mucho en común, así como sustanciales diferencias. Ambas definen con precisión la ausencia de contenidos de nuestra civilización postcristiana, ambas son espejo del nihilismo. Pero una es doliente, Remake, de Roger Gual; y la otra es indolente, Aislados, de David Marqués.

Una premisa pseudofilosófica. Cayó Grecia, cayó Roma, cayeron los imperios cristianos… Según Hegel ésta es la dinámica de la historia: nace con fuerza una civilización, se desarrolla con fruto, y luego decae y muere. Y punto. Ese pueblo -según el idealista alemán- ya no volverá a ser sujeto de la historia. No sé si esto es así, pero lo que es bien notorio es que la civilización occidental moderna ha tocado a su fin. No tiene mucho sentido apuntalar lo que se cae a pedazos por doquier. El futuro es incierto, y los cristianos tendrán que aprender a fecundar una nueva cultura, a dialogar con nuevos modelos históricos. ¿Será el islam? ¿Serán nuevas formas de fascismo pagano? Nuetros hijos o nietos lo verán. Con suerte vendrá una civilización tan hastiada y aburrida que la alegría cristiana pueda extenderse como una mecha de pólvora. No parece razonable ser pesimistas. Cuanto más desprovisto esté el ser humano -y ya empieza a estarlo mucho-, más brillará la novedad de la fe. Pero se necesita muuuucho tiempo. Los procesos son largos y aún queda mucho prejuicio que depurar.

 

Pues bien, en cada una de estas dos películas se da un paso. En Remake se constata el fracaso educativo que desde hace décadas enfanga nuestro presente. Partiendo de los ideales sesentayochistas la película hace un recorrido demoledor por las consecuencias del ilusionismo ideológico. Y nos cuenta cómo los hijos y nietos de aquella generación sólo han heredado desconcierto, inseguridad, desorientación y un profundo hastío vital. El film apunta a la violencia e instintividad como una salida para el deseo humano, tan frustrado y maltratado. “Vivimos en una epidemia global de mierda” es el veredicto final del protagonista.

 

Aislados, la segunda película, ya no hace ninguna reflexión sobre la nada circundante. Ella misma es nada: en el film no ocurre nada de nada. Dos amigos treintañeros, de “vacaciones” en un caserón de Ibiza, pasan el día hablando de cosas vacías y sin sentido: las ensaladas de moluscos, los genitales de los caballos, las pelis de superman, lo buena que estaba la Vanesa del instituto, el nombre que reciben las personas que no tienen olfato. Punto final. No hay absolutamente nada más en la película. Es “cine del absurdo”. Que la gente pague por ver esto prueba que sí que existe una epidemia global de mierda, y que la nada se degusta con complacencia. Afortunadamente, mientras haya un hombre con el corazón encendido y disparado, como el Ícaro de Matisse, habrá esperanza para el resto.

Juan Orellana

Páginas Digital, 21 de abril de 2006

 

 

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