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Políticamente... conservador

MORALEDA Y LA RELIGIÓN LAICISTA: Catequistas del laicismo

Al señor Fernando Moraleda, secretario a la sazón de prensa y propaganda, se le está atragantando la Iglesia y, como dijo algún protagonista de nuestra historia, de cuyo nombre no me quiero acordar, tendrá que tener muy en cuenta que la carne de cura es indigestaAl señor Moraleda le gusta calentar el ambiente, sea con el atizador o con los SMS. Tardó menos de lo que canta un gallo, el de la traición del apóstol Pedro por eso de que hablamos de las cosas de Roma, en replicar al Papa y, de paso, recordarle que lo que hace este Gobierno, que nos desgobierna, es seguir el programa del partido socialista y no el Catecismo, sin especificar a cuál de ellos se refería.No sé por qué me da que el señor Moraleda hace ya mucho tiempo que no lee catecismos, pese a que sigue a pies juntillas el origen etimológico de la palabra: meter ruido. Si acaso, ojea el libro rojo de Mao, que seguro le sugiere no pocas estrategias de conformación cultural de la ciudadanía. Aquí no se trata de catecismos, se trata de catequizados ideológicos y de catequistas del laicismo opresor. Se trata simplemente de cumplir la Constitución –artículos 16 y 27–, la Declaración de Derechos Humanos y los Tratados y Acuerdos Internacionales –Constitución, artículos 10 y 96– como es el caso de los firmados entre la Santa Sede y el Estado español.En la presentación de las cartas credenciales del nuevo embajador de España ante la Santa Sede, el católico confeso y confesante Francisco Vázquez –a quien Dios guarde muchos años por el bien de todos–, el Papa hizo, una vez más, un repaso de los principios de la relación entre la Iglesia y el Estado español. Su descripción iba acompañada de un fino ejercicio de contextualización, con el que recordó que "las multiseculares relaciones diplomáticas entre España y la Santa Sede reflejan el vínculo constante del pueblo español con la fe católica. La gran vitalidad que la Iglesia ha tenido y tiene en su país es como una invitación especial a reforzar dichas relaciones y fomentar la colaboración estrecha entre ella y las instituciones públicas, de manera respetuosa y leal, desde las respectivas competencias y autonomía, con el fin de lograr el bien integral de las personas que, siendo ciudadanos de su patria, son también en gran medida hijos muy queridos de la Iglesia".Con el tono mesurado que le caracteriza, con la precisión conceptual propia de un maestro del pensamiento, en coherencia con los últimos discurso de Juan Pablo II a los obispos españoles, Benedicto XVI recordó que los Acuerdos conforman un marco viable para las relaciones entre la Iglesia y el Estado en pos del bien común de todos y cada uno de los españoles. ¿Acaso está pensando el señor Moraleda que los católicos, por el hecho de tener convicciones, son sospechosos de ser malos ciudadanos, conflictivos, complejos, problemáticos? Convendría que no se confundiera, ni confundiera a la opinión pública con bonitas frases hechas, en el estela de su líder, quien suele repetir que la fe no legisla. Da la impresión de que el señor Moraleda y quienes le suministran las frases ni entienden ni quieren entender. Lo que ocupa y preocupa al Papa, y a los católicos españoles, es lo que un pensador de nuestro tiempo, nada sospechosos de ser seguidor del catecismo, Jürgen Habermas, escribió en el Die Welt: "Creo que el Estado liberal debe ser muy cuidadoso con las reservas que alimentan la sensibilidad moral de sus ciudadanos, porque además esto es algo que redunda en su propio interés. Estas reservas amenazan con agotarse, sobre todo teniendo en cuenta que el entorno vital cada vez está más sujeto a imperativos económicos".La contraposición que establece el señor que mora en la lerda dialéctica entre laicismo y confesionalidad oculta sus verdaderas intenciones. Hoy, si existe un cierto confesionalismo, es más laicista que religioso. Un Estado confesional no es sólo aquel que proclama una religión oficial y protege una religión determinada, sino también el que pretende orientar las decisiones éticas de los ciudadanos, privilegiando una concepción antropológica, del matrimonio, de la familia, de la vida, de los valores fundamentales de la enseñanza y de las relaciones humanas. En España, el Estado aconfesional proclamado por la Constitución ha pasado ya a ser un Estado confesional laicista por obra gracias de magos de la palabra y el ingenio como el señor Moraleda, a quien la Moncloa guarde muchos años.  Por José Francisco Serrano Oceja Libertad Digital, suplemento Iglesia, 25 de mayo de 2006

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