Stalin, el regreso
Un 30% de los ciudadanos rusos considera a Stalin un tirano que exterminó a millones de personas, una imagen muy cercana a la que se tiene en Occidente del antiguo dirigente soviético. Hasta ahí todo normal. Ahora bien, hay otro 35% que tiene una visión más positiva del dictador y le recuerda como el artífice de la victoria sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Otro 30% ni siquiera se pronuncia.Al tiempo que esto sucede, en Occidente se multiplican los textos sobre el régimen soviético y sobre el propio Stalin, textos que subrayan habitualmente la compleja personalidad del dictador y resaltan las numerosas matanzas llevadas a cabo durante su mandato. Así, acaban de publicarse ahora Stalin, de Robert Service (Ed. Siglo XXI) y El siglo soviético. Qué pasó realmente en la Unión Soviética, de Lewin Moshe (Ed. Crítica).Así, mientras en las sociedades de Europa Occidental aumentan las posibilidades de conocer la realidad de una clase de regímenes que antes permanecían fuera de nuestra mirada y de nuestro conocimiento, en Europa del Este crece la nostalgia por un tiempo en el que, en la mente de sus seguidores, sus anteriores líderes eran más honestos, Stalin incluido. Tiempos en los que la gente no se rodeaba de lujos, que dirigían sus acciones con el propósito de beneficiar al pueblo y que no acumulaba recursos materiales en su solo provecho.Hay un conjunto de factores que, para el historiador Ricardo de la Cierva, explicarían estos nuevos movimientos. “Hay en Rusia una gran nostalgia. Hay que tener en cuenta que ha pasado, a regañadientes, de ser una gran potencia a desempeñar el papel de potencia secundaria; que todavía quedan muchos supervivientes del ejército rojo, aun cuando algunos de ellos se hayan reciclado aparentemente con la democracia; y que con el nuevo régimen político han aparecido muchos inconvenientes: con los comunistas no pasaban hambre”. Nuevo populismo para combatir la corrupciónAdemás, la percepción de una extendida corrupción incrementa el malestar de la población, que recuerda tiempos en los que los privilegios de sus líderes eran menos visibles, donde no había carencias materiales básicas y donde no sólo los adinerados podían disfrutar de unas condiciones de vida mínimas. Se hace comprensible, pues, que surja un nuevo populismo y que se apoye en los viejos símbolos.Pero ¿por qué este interés en Stalin? Hay historiadores que apuntan, como hace Santos Juliá, que “lo que justificaba el número de publicaciones es la posibilidad de acceso a archivos ocultos o ignorados hasta ahora”. Para De la Cierva, en cambio, ese aspecto no es el esencial. “Se ha publicado mucho sobre Stalin en los últimos años. No sé si será alguna consigna o simple moda, pero este interés no responde a que se hayan abierto archivos. Desde muy poco después de su muerte se han sabido muchas cosas acerca de lo que hizo y se han venido editando muchas cosas sobre él”.Para Miguel Riera, director de la revista El viejo Topo, la cuestión estriba en que existe “un intento notable de equiparar fascismo y comunismo, de hacerlos aparecer como iguales. En ese sentido podríamos interpretar las últimas iniciativas del Consejo de Europa y muchas lecturas de intelectuales europeos de derechas. Y Stalin es una figura muy fácil de demonizar; con él se hace más sencillo llevar a cabo esa operación”. Igualmente, es más fácil contener en los países del Este la nostalgia cuando se apoya en mitos tan deteriorados como éste. En tal sentido, apunta Riera, la figura de Stalin sirve esencialmente a los propósitos de “una derecha conservadora [fundamentalmente estadounidense] integrista”.A la sombra de LeninPara Ricardo de la Cierva, sin embargo, este interés en Stalin también tiene una posibilidad de ser aprovechado desde el lado comunista. “Al exaltar los crímenes de Stalin, que eran ya evidentes después de la denuncia que hiciera Jruschev, se está logrando que se olviden las atrocidades cometidas por Lenin, que son iguales o peores. Mientras se carga la tinta sobre Stalin, no se denuncian los crímenes de Lenin”.Para Miguel Riera, “ya hay astutos intentos de demonizar a Lenin, de hacer ver que Stalin no fue más que la continuación de todo lo que Lenin inició, que lo que Stalin hizo ya estaba prefigurado en Lenin. Y eso es un gran error. Imagino que dentro de un tiempo todo comenzará a verse con otros ojos, y se podrán analizar las cosas con mayor objetividad, situando más las cosas en su contexto. No es el caso de la actualidad, donde el comunismo viene siendo atacado ferozmente por la derecha”.En una encuesta publicada por el diario Novye Izvestia, en la que se preguntaba qué monumento simbolizaba menor a la Rusia de hoy, la mayoría de las obras citadas en las respuestas fueron construidas por Stalin. Igualmente, en las manifestaciones, cada vez hay más efigies del dictador. Si el interés de Occidente por la antigua URSS está en los libros, en el Este se encuentra en la calle. Esteban Hernández
Elconfidencial.com
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