La irresistible ineptitud de la izquierda estadounidense.
Reseña del libro Whats the matter with America, en el que Thomas Frank, afamado colaborador de Le Monde Diplomatique y Harper´s Magacine explica las claves del éxito del pensamiento conservador en la América de hoy.
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Thomas Frank nació en Kansas City (1965). Tras una adolescencia reaganista, el rechazo de la fraternidad universitaria a la que deseaba pertenecer despertó su “conciencia de clase” y su voto demócrata. Estudió en Chicago, y hoy es el editor de The Baffler, una revista de izquierdas que busca animar el carácter revolucionario de la cultura. Con su primer libro (The conquest of cool, 1997), una crítica de la absorción de la contracultura por el capitalismo, Frank se abrió las puertas de Le Monde Diplomatique y Haper’s Magazine. Siguió One market under God (2000), un libelo contra la nueva economía globalizada. Desde la publicación de What’s the matter with America?, Frank empezó a firmar en New York Times, y algunos oyeron en sus escritos “la verdadera voz de la izquierda liberal estadounidense”. Lo cierto es que What’s the matter with America? no es timbre de tenor, sino de mediocre cupletista.
Frank ilustra el éxito del movimiento conservador estadounidense con el ejemplo de Kansas, antaño cuna del izquierdismo populista y hoy cabeza del movimiento conservador. Dos conceptos explican esta transformación: “contragolpe” (backlash) y “trastorno” (derangement). El “contragolpe” consistiría en la reacción conservadora contra el elitismo liberal. El “trastorno”, consecuencia del “contragolpe”, significaría el voto de las clases pobres a los opulentos republicanos. La clave del éxito de este “contragolpe” sería haber conseguido centrar la discusión política en los valores, y no en la economía. Separando la clase social de las condiciones económicas, el capitalismo habría provocado una “trágica inversión de la conciencia de clase”. Sin embargo, una vez en el poder los republicanos priorizarían la agenda económica y olvidarían la contienda moral. Liberalizaciones y privatizaciones arruinarían a unas bases conservadoras que, alienadas por cuestiones morales, ignorarían sus propios intereses. Sólo la recuperación del “lenguaje de clase” por el Partido Demócrata podría evitar que la paranoia de los valores conduzca a EEUU al apocalipsis económico.
Pero, ¡ay!, tan raído lienzo recibe muy aguada acuarela. La izquierda, experta en camuflar bajo disfraz económico propuestas inmorales, se siente ahora incómoda en el debate ético. Por eso Frank junta la obsesión marxista de la lucha de clases con la denigración del “capitalismo criminal” (c.II); la demagogia laicista (el Opus Dei es “una prelatura ultraconservadora renombrada por su papel en el régimen de Franco”, c.III) con la exageración apocalíptica (“Kansas arde en la pira del libre mercado”, c.III); los lugares comunes progresistas (Sam Walton, de Wal-Mart, es un nuevo robber baron, c.II), con la falta de rigor en las fuentes; las imágenes superficiales (los Sex Pistols como símbolo de libertad, c.IX) con la endeblez analítica y los errados vaticinios (“el aborto nunca es detenido” cuando ganan los republicanos, Intro.); las anécdotas elevadas a tesis con la parcialidad anticonservadora. Frank, atrapado en su esquema decimonónico, resulta panfletario y parece no haber entendido nada.
No obstante, What’s the matter with America? contiene lecciones para conservadores. La primera, enseñar que éstos pueden ser muy revolucionarios. La segunda, comprobar que el derrumbe del viejo análisis marxista sitúa de nuevo las cuestiones morales en el epicentro político. La tercera, ilustrar cómo la lucha pro-vida es esencial para romper el marco político socialdemócrata. La cuarta, mostrar que la escisión entre los RINO (Republicans In Name Only, republicanos sólo de nombre) y los conservadores es la necesaria división entre los intereses y los valores, y que la victoria pertenece a los últimos. La quinta, poner de manifiesto que en este nuevo campo de juego los partidos de izquierda son fácilmente derrotables. La sexta, probar la importancia de la organización popular y la eficacia del ataque incansable para alcanzar éxitos políticos. Y, finalmente, la séptima lección de Frank: demostrar, con su ejemplo, que los intelectuales izquierdistas tienen poco que decir a la sociedad estadounidense.
Guillermo Elizalde Monroset
American Review, 15-06-2006
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