Paz para Europa y libertad para América
Que el sueño de la Razón crea monstruos es algo tan evidente como que Francia todavía existe porque los chicos de Kansas se dejaron la piel (y algo más) en las playas de Normandía. No obstante, ni el chauvinismo francés responde a antibióticos ni la Razón europea parece ir a despertar de su sueño dogmático, al menos en el actual milenio. Permanecer en estado cataléptico de encadenamiento en la caverna platónica (gracias a Dios y para el bien de Occidente, Platón se mantuvo alejado de ella) es la atracción favorita del parque lúdico con sede en Bruselas. Cuales perros de Paulov, los actuales europeos post-postmodernos segregan saliva como reacción al estímulo respecto al cual se los ha condicionado. Y tal estímulo no es un silbato sino una palabra: ‘paz’.
Muchas cosas diferencian a los Estados Unidos y a Europa. Mas la diferencia crucial que nos interesa aquí tiene que ver con aquello que Aristóteles tuvo el acierto de llamar ‘filosofía primera’. Yo, particularmente, siento una querencia especial por otra palabra: ‘ontología’. El motivo es que ‘ontología’ contiene un matiz estructural del cual carece la otra expresión, matiz que refleja a la perfección la mentalidad americana. Los americanos tienen más espíritu luchador porque valoran más la independencia y capacidad de iniciativa que proporciona el ser hombre cabal, o sea, libre. Y eso pasa por saber renunciar a lo circunstancial, como por ejemplo la paz.
El diccionario de la RAE define la ‘paz’ como la “situación y relación mutua de quienes no están en guerra”, mientras dice de la libertad que es la “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Tales definiciones ayudan a comprender la profundísima distinción entre paz y libertad: la paz es un estado de cosas circunstancial, mutable, variable, como la acción de que llueva; la libertad, al contrario, es una cualidad estructuralmente inherente al ser humano. El hombre es libre porque es espíritu, y la libertad le pertenece ontológicamente. La paz es accidental, pero la libertad es substancial.
No es un drama intelectual llegar a la conclusión de que lo que importa de verdad en esta vida es la libertad, no la paz. Todos sabemos que se vive en paz en Corea del Norte, igual que en un cementerio. Por eso se dice acerca del finado que “descanse en paz”. A nadie se le pasa por la cabeza pronunciar algo como “descanse en libertad”. Porque para descansar en libertad hay que haberse cansado primero, y para cansarse hay que luchar. Los anglosajones, o como dice Mark Steyn, la anglosfera (EE.UU., Reino Unido, Australia y Canadá) no son casualmente naciones que no han sufrido nunca una dictadura. Tampoco son casualmente los que se partieron la cara contra Alemania en dos guerras consecutivas, ni los que tienen ahora mismo a sus fuerzas especiales en el Hindu Kush buscando a Ben Laden en circunstancias vergonzosamente vetadas para las tropas españolas, que tienen prohibido disparar al enemigo (palabro que también aparece en el diccionario de la RAE). Europa ha elegido libremente mirar la película mientras otros la protagonizan, pero sin dejar de reclamar los beneficios para mantener el nivel de vida que esos otros pagan. Los dados se han tirado. Y la jugada no favorecerá a Europa, porque la suerte sólo ama a los valientes.
Francesc Passani
American Review, 16-06-20006.
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