EL CASO HIRSI ALI: ¿Dónde están las feministas?
Los holandeses han expulsado a la heroica Ayaan Hirsi Ali del Parlamento, de Holanda y de Europa. Su vergonzoso apaciguamiento del islamismo totalitario y criminal ha logrado lo que no consiguieron los yihadistas: afligir a uno de los más importantes críticos de la yihad. Bat Yeor, la autora de Eurabia: The Euro-Arab Axis (Eurabia: el eje euro-árabe), me cuenta que esto confirma "lo bajo que ha caído Europa". "En lugar de mostrarle agradecimiento, la proscriben". Robert Spencer, autor de The Politically Incorrect Guide to Islam (La guía políticamente incorrecta del Islam), me asegura que "Holanda preferiría convertirse en un Estado regido por la sharia antes que soportar a alguien que trata de impedirlo". Para ser justos, ha de decirse que Holanda ha reforzado recientemente sus políticas de inmigración, en un sentido que los musulmanes consideran "ofensivo" y "discriminatorio". De ahora en adelante los futuros inmigrantes deberán pagar 350 euros para someterse a un "examen de integración cívica", dominar el neerlandés y mostrar su disposición a vivir en un país en el que son legales las playas nudistas y los matrimonios homosexuales. Se trata de un esfuerzo tardío pero serio por controlar la inmigración. Sin embargo, Holanda acaba, también, de sacrificar y exiliar a su profeta más importante. Theo van Gogh, colaborador de Hirsi Ali en la película Submission (Sumisión), fue asesinado por un holandés de segunda generación de origen marroquí. Desde entonces, Hirsi Ali ha vivido bajo vigilancia las 24 horas del día. Sus vecinos holandeses no querían vivir al lado de semejante riesgo para la seguridad (que, por si fuera poco, rebajaba el valor de sus propiedades) y presentaron una demanda para que fuera desahuciada. Lo consiguieron el 27 de abril. Poco después se emitió un documental en Holanda en el que se afirmaba que Hirsi Ali había "mentido" para conseguir tanto el asilo político como la ciudadanía. El ex ministro de Inmigración Hilbrand Nawijn pidió que fuera "privada de su nacionalidad holandesa y deportada". Nawijn era el jefe del Servicio de Inmigración y Naturalización cuando Hirsi Ali solicitó el asilo. En el mencionado documental, la propia familia de Hirsi Ali aportaba "pruebas" contra ella. El 15 de mayo, según recogía el Wall Street Journal, la actual ministra de Inmigración comunicó a Hirsi Ali que "su pasaporte, extendido en 1997, será anulado". Al igual que Oriana Fallaci, que no se atreve a viajar a su querida Italia natal o a Suiza por temor a ser detenida y procesada debido a sus opiniones sobre el Islam, Hirsi Ali vivirá ahora exiliada en América, el último, y quizás el único, refugio contra la yihad. ¿Se le concederá el asilo político? Y si es así, ¿con qué argumentos? El American Enterprise Institute (AEI) ha ofrecido un puesto a Hirsi Ali. Karlyn Bowman, del AEI, me informa de que el presidente de la institución, Christopher DeMuth, "le ofreció ser profesora visitante el 16 de mayo". Hirsi Ali había visitado el AEI el año pasado; habló ante un reducido grupo de personas, que quedaron "impresionadas por su extraordinaria odisea y por su coraje, encantadas con su trato fácil y, nuevamente, impresionadas por los proyectos académicos que quería desarrollar". O sea, que una institución conservadora ha brindado un puesto destacado a una de las más relevantes feministas del mundo. No me sorprende. Mis propias opiniones acerca del apartheid –religioso y de sexos– islámico han sido recibidas cálida y respetuosamente por los conservadores, mientras que muchas feministas las han motejado de "nacionalistas blancas" y "racistas". Que yo sepa, el movimiento feminista americano, con su enorme acceso a los cargos universitarios, no ha ofrecido puesto alguno a Hirsi Ali. Quizá las feministas multiculturalmente correctas sean ambivalentes a la hora de desafiar la misoginia islamista por temor a ser, también ellas, censuradas como "racistas", o amenazadas de muerte. En realidad, como documento en mi libro The Death of Feminism: What's Next in the Struggle for Women's Freedom (La muerte del feminismo: qué viene ahora en la lucha por la libertad de la mujer), la mayoría de las feministas anteponen la raza al sexo. Muchas están hoy más preocupadas por la supuesta "ocupación" de Palestina que por la ocupación de los cuerpos de las mujeres bajo el Islam, y tienden a culpar a América y a Israel de los pecados del Islam. La revista norteamericana Nation publicó una crítica contra Hirsi Ali (una africana negra que fue musulmana) en la que se la presentaba como una "reaccionaria" que "echa al Islam toda la culpa" en lugar de cargar contra las "costumbres patriarcales"; asimismo, se le censuraba no haberse centrado en "el papel que Occidente ha desempeñado (...) en el auge de los movimientos islamistas". Por otra parte, según la presidenta de NOW (National Organization for Woman), Kim Gandy, "Hirsi Ali forzó que se hablase en la arena pública holandesa del trato a las mujeres inmigrantes, y pagó por ello. Quizá su franco alegato haga que tal cuestión penetre también en la conciencia americana". Sin embargo, las despertadoras de conciencias representan un desafío psicológico para muchas mujeres. Desafían las normas no establecidas del comportamiento femenino. No son conformistas ni pasivas. No pretenden complacer ni apaciguar a quienes denuncian por sus criminales fechorías. No son "indirectamente agresivas". Hirsi Ali no está difamando ni censurando a otras mujeres, que es lo que se estila en las justas femeninas; lo que hace es desafiar pública y directamente la autoridad masculina en representación de las mujeres. Las mujeres menos valientes, feministas incluidas, pueden no identificarse con ella, o compadecerse de ella. Por otro lado, las mujeres suelen encontrar difícil apoyar a una mujer que disfruta de más atención pública que ellas. ¿Encontrará Hirsi Ali el apoyo que se merece en Estados Unidos? Ciertamente, eso espero, pero no soy completamente optimista. También está en marcha la islamización de América. El proceso no es el mismo que en Europa. A pesar del mito del todopoderoso lobby sionista, los islamistas y sus partidarios occidentales tienen una influencia cada vez mayor en los campus americanos y, en gran medida, en los principales medios. Aquí, el discurso del odio islamista y las Grandes Mentiras a menudo quedan amparados por las libertades de expresión y académica. Mientras que en Europa muchos se solidarizaron con los dibujantes daneses y reprodujeron ampliamente sus trabajos, las famosas viñetas no se publicaron en los principales medios americanos. Hirsi Ali, que ha aludido cada vez más a la traición holandesa hacia sus conciudadanos judíos durante el Holocausto, llega a América en un momento en que se está juzgando a funcionarios del American Israel Public Affairs Committee y en que el Pentágono ha comenzado a retirar pases de seguridad a empleados del Gobierno que poseen doble ciudadanía americana e israelí y tienen parientes en Israel. Como Fallaci, Hirsi Ali sostiene que, si Europa no hace frente a los islamistas, la civilización europea está perdida. "El Islam radical no sólo va contra mí –dice–. También va contra [mis vecinos holandeses]. Al haber sido expulsada, los terroristas han ganado. Lo cual hace que la situación sea más peligrosa para todos". Tiene toda la razón. Que Dios proteja a América, si no somos capaces de proteger a Hirsi Ali y a todos los que, como ella, dicen la verdad. Phyllis Chesler, profesora de Psicología y Estudios de la Mujer, columnista de medios como National Review (donde apareció la versión original este artículo, el pasado 19 de mayo) y Front Page Magazine y autora de libros como The Death of Feminism y The Islamization of America.
Libertad digital, suplementos Ideas, 7 de junio de 2006
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