Mujeres: resistid, que van a por vosotras
Lo decía el legendario agente Cooper en el Twin Peaks de David Lynch: "Cuando dos acontecimientos relacionados con un mismo caso aparecen simultáneamente, conviene prestar la máxima atención". Sincronicidad, lo llamaría Jung. Y sincrónica es la aparición simultánea de dos noticias que apuntan en un mismo sentido: la vida de las mujeres empieza a ponerse complicada; el sistema las quiere devorar.
Primera estampa: Holanda. Una diputada laborista, Sharon Dijksman, ha propuesto multar a las mujeres con título universitario que, en vez de trabajar, opten por ser madres y amas de casa. Repetimos: si tú, cariño, eres licenciada y rehúsas trabajar por cuenta ajena, porque prefieres dedicarte a tu casa, en Holanda te podrían multar. Porque un talento que no se ponga al servicio del sistema –dice la diputada- es un desperdicio, y eso debe ser castigado. Curiosamente, la señora Dijksman estima que criar hijos no es un servicio a la comunidad.
Segunda estampa: Australia. Allí el sistema médico tutela el diagnóstico prenatal y el aborto en caso de diagnosis grave –malformaciones, enfermedades serias, etc.-, pero no contempla que la madre que se halle en tal situación desee proseguir el embarazo. ¿Y si la madre decide llevar adelante su embarazo a pesar del diagnóstico? Se quedará, en la práctica, sin asistencia médica. Y se verá acusada de sobrecargar a la sociedad con un gasto innecesario. Lo más notable es que el diagnóstico prenatal falla más que una escopeta de feria: un estudio de 300 autopsias sobre fetos abortados descubrió que el diagnóstico sólo se confirmaba en el 39% de los casos. Todo esto lo ha contado Melinda Tankard Reist en Nacimiento desafiante: Mujeres que se resisten a la eugenesia médica (Defiant Birth: Women Who Resist Medical Eugenics, Spinifex Press).
Ambas noticias, la australiana y la holandesa, coinciden en algo importante: son el perfecto ejemplo de banderas que uno agita en nombre de la libertad y que terminan convirtiéndose en instrumentos de esclavitud. Tanto la incorporación de la mujer al mercado laboral como el derecho al aborto han venido siendo, desde hace tiempo, materias reivindicativas de la "emancipación femenina". Pero obligar a las mujeres a trabajar fuera de casa o presionar a las mamás de riesgo para que aborten no son cosas que uno pueda exhibir como ejemplos de libertad.
Más al fondo, todo esto es un síntoma del naufragio de los mitos modernos. La modernidad se desplegó sobre nosotros bajo una máscara de libertad, y así creció, junto a los derechos individuales, la gran civilización de la técnica. Pero ahora, al final del camino, cae la máscara de la libertad y lo que nos queda es sólo la técnica, la máquina. Y nuestra misión pasa a ser la de mover los engranajes para que la máquina no se detenga, como los esclavos de la Metrópolis de Fritz Lang.
Una vieja maldición china: "Los ferrocarriles terminarán siendo arrastrados por los hombres". O por las mujeres.
Resistid, chicas: van a por vosotras.
José Javier Esparza
El Semanal Digital, 27 de junio de 2006
0 comentarios