La rebeldía gira a la derecha
¿Puede aceptar una sana cabeza juvenil que un atentado cambie los destinos de una gran nación?
Uno de los factores principales del cambio histórico es el conflicto generacional. A la juventud se le suele atribuir, no siempre con razón, el descontento, la rebeldía y el afán de cambiar el mundo. Esa rebeldía no siempre ha ido bien encauzada, pues muchas veces conserva lo peor y combate lo mejor del legado de la generación anterior. En otras ocasiones, diagnostica equivocadamente las causas de los males que combate y termina por agravarlos.
Las buenas intenciones, por sí solas, no mejoran el mundo. También hay una juventud acomodada e integrada, atenta sólo a los valores inferiores. Pero, en sí misma, la juventud no es de derechas ni de izquierdas, sino que suele oponerse al poder vigente, pertenezca a un lado o a otro. Por eso no es extraño que cuando, como ahora sucede en España, el poder gira a la izquierda y se radicaliza, pueda preverse un viraje de la rebeldía juvenil hacia la derecha. Cuando la izquierda se acomoda e instala, la rebelión juvenil necesariamente la abandona. Y no parece dudoso que estamos ante una izquierda retórica, aburguesada y acomodada.
Mal puede encajar el materialismo más rastrero y ramplón con el idealismo que suele atribuirse a la edad juvenil. Mientras el poder parece complacido en conducirlos a la negación de la trascendencia y a la satisfacción de los deseos más bajos y pasajeros, los mejores de ellos se rebelarán contra la manipulación y aspirarán a los valores más elevados y permanentes. Cuanto más se les predique el abandono del espíritu, con más fuerza los rebeldes mirarán hacia él. Aquí acaso se encuentre la explicación del creciente movimiento juvenil hacia la religión y la causa de la decepción que proporciona la ausencia de Dios. Muchos jóvenes comprenden hoy que no luchan más y mejor contra la miseria quienes más invocan a los pobres o pretenden hablar en su nombre sino quienes más hacen por ellos. Una Teresa de Calcuta vale más que todas las ideologías reunidas. La juventud tolera mejor la bajura de miras que la hipocresía y sabe que quienes verdaderamente trabajan en favor de la paz y la justicia hacen poco ruido y no presumen de ello. El primer paso hacia la transformación del mundo consiste en mejorarse a uno mismo. Mala cosa es ese parloteo contemporáneo sobre la paz y la extensión de los derechos. Quien presume de justo no suele serlo. La injusticia del mundo no deja de ofrecerles motivos para la indignación y la acción inteligente, es decir, para la genuina rebeldía. Ahí están, entre nosotros, por ejemplo, las víctimas del terrorismo y su justa indignación. ¿Puede un hombre honrado situarse en una posición equidistante entre la dignidad de las víctimas y la abyección de los terroristas que puede leerse en sus rostros? Pocas cosas producen tanta vergüenza y sonrojo como la pretensión de que quienes se oponen a la negociación y claudicación ante la ETA, desean en el fondo que continúe el terrorismo por razones de interés partidista. Pues resulta muy claro que existe un camino muy fácil, pero perverso, hacia el final del terrorismo, que consiste en aceptar sus reivindicaciones y satisfacer algunas de sus exigencias.
El Gobierno de Aznar habría podido evitar el asesinato de Miguel Ángel Blanco, pero pagando el precio de la indignidad. Bastaría con haber satisfecho las exigencias de sus secuestradores. Pero nunca la derrota de la justicia es el camino hacia la paz.
También sospechan los jóvenes (o la mejor porción de ellos) de las bondades del pensamiento dominante y de la corrección política, de la manipulación del lenguaje y de la verdad histórica. Y así, dejan de repetir esos viejos falsos tópicos, que se les presentan como novedad y que suelen tener su fecha de nacimientos tres o cuatros siglos atrás, y sólo un poco más acá su fecha de caducidad. Pero, por encima de todo, quizá debieran los jóvenes rebelarse contra la educación plana, niveladora, mediocre, materialista, edulcorada y fácil a la que se les viene invitando o que se les impone, con la limitada excepción de la reforma educativa del PP, frustrada como consecuencia del cambio de Gobierno. Y, por cierto, ¿puede aceptar una sana cabeza juvenil que un atentado terrorista cambie los destinos de una gran nación? Por mi parte, creo que recuperaré la confianza en la juventud española el día en que la contemple clamar a favor de un sistema educativo exigente y reclame su derecho a aprender y a pensar, y que reivindique el valor de las escuelas, institutos y universidades como centros de estudio y reflexión, y no como lugares de propaganda y acción política. Y también el día que reclamen la verdadera libertad, que nace de la verdad, y no la servidumbre que procede de la satisfacción de los instintos. Mientras tanto, lo natural es que si el poder gira a la izquierda, la rebeldía gire a la derecha.
La Gaceta de los Negocios
Ignacio Sánchez Cámara
28-06-2006
0 comentarios