Nacionalismo y perfil bajo. El centrismo equivocado
Entre los estrategas políticos se ha consolidado un único discurso que a ojos vista está desquiciando el régimen democrático. Y lo hunde porque se basa en dos tópicos cuya definición y contenido son erróneos; me refiero al manido "perfil bajo" y al "centrismo".
La base de estos lugares comunes es que la sociedad española es mayoritariamente de izquierdas. Por esto, dicen, si el PSOE no gana las elecciones se debe a que reparte su voto con IU, y porque el elector progresista, por pureza ideológica, se abstiene. El estratega de la derecha infiere de aquí que es mejor no mostrarse para no movilizar (o molestar) a la izquierda y repetir un discurso centrista.
Los resultados negativos de esta estrategia sobre el electorado liberal y conservador son evidentes: no se crean identidades, ni motivación, ni liderazgo, ni respuesta al adversario, ni ilusión, ni argumentos. Todo lo contrario, se acaban asumiendo, por inmersión social y mediática, los postulados de la izquierda. Es entonces cuando se recurre al "centrismo", y se dice, con desparpajo, que una gran parte del electorado es de centro porque se ubica en el 5 cuando le piden que se sitúe ideológicamente entre el 1 y el 10. ¿Es esto serio?
Pensar que el único condicionante del voto es la ubicación izquierda-derecha es desconocer la historia de la democracia y los rudimentos básicos de la sociología electoral. Y tan erróneo es lo anterior como el pensar que la victoria está en el centro, en la equidistancia entre los planteamientos políticos, cuando la estabilidad parlamentaria de los gobiernos depende de los nacionalistas (separatistas en su casi totalidad). Es absurdo, por tanto, concentrarse en la tangente izquierda-derecha si la plasmación del programa electoral del partido vencedor, que consigue en torno al 40% del voto, depende de una minoría que reúne sólo el 3%.
¿Qué es entonces ser de centro? ¿Aceptar la cosmosivión de los independentistas? ¿Proponer la negociación política con ETA? ¿Asumir el "derecho a decidir"? ¿Comprar el voto del BNG para evitar la reprobación de la ministra de Fomento? Porque la obligación de buscar el apoyo parlamentario de los secesionistas para obtener estabilidad gubernamental se reduce a moldear la política a sus exigencias.
El planteamiento de las elecciones que se nos vienen encima como una dicotomía entre la izquierda y la derecha es una ucronía, cerrar los ojos al cambio que está teniendo lugar, y posponer el enfrentarse a los problemas. Lo que se va a dirimir es el mantenimiento del régimen surgido con la Constitución de 1978, puesto en peligro por ese centrismo basado en la cesión a los independentistas. La lástima es que nadie proponga una simple y justa modificación de la ley electoral que prime a las opciones con sentido de Estado sobre las que sólo buscan el hundimiento de éste para crear el suyo propio.
Jorge Vilches
Libertad Digital, 7 de diciembre de 2007
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