Melchor, Gaspar y Baltasar tienen herederos, y están en peligro
Fernando Sánchez Dragó ha sido quizás el rostro más conocido y más eficaz en el motín nacional de este año contra Santa Claus y a favor de los Reyes Magos. Pues bien, sí, así están las cosas: es un importante signo de identidad saber quién trae los regalos a los niños de nuestra casa. No es inocente dejar que se nos meta por el balcón el tío barbudo de la Coca Cola después de haberse cargado a San Nicolás de Bari y de haber fagocitado los restos de unos cuantos mitos nórdicos. Si nos viene a ver ese huero advenedizo será una señal más de nuestra rendición a la modernidad ilustrada, inmanente, individualista y materialista. ¿Suena muy complicado? No debe de serlo tanto cuando ya se dieron cuenta los no menos lerdos nacionalistas vascos y se inventaron, o mejor dicho manipularon sin pudor alguno, su Olentzero, cargándose a su vez una interesante leyenda local para movilizar al personaje en funciones que nunca desempeñó en lugares a los que jamás llegó (curioso asunto, la identidad real frente a la recreada). No, no es una cosa sin importancia.
Llegan los Reyes Magos, y no es cosa de broma. Franco Cardini explicaba en 2000, traducido por Península en 2001, que los "magos" del Evangelio son sacerdotes o astrólogos paganos, de Oriente, ajenos a la tradición mesiánica judía pero adoradores de Dios encarnado. Que los primeros en reverenciar la divinidad del Niño hayan sido gentiles, como nuestros antepasados, fue señal de la universalidad –catolicidad- de la Encarnación; que hayan sido medas, zoroastrianos, caldeos o quién sabe qué es detalle menos importante. Realmente no es esencial saber si fueron o no indoeuropeos de origen o de lengua, pero sí lo es reconocer su importancia para nosotros: ya lo hizo el emperador Federico Barbarroja al entronizar sus reliquias en Colonia.
Porque los Magos nos importan también deben importarnos sus descendientes. Desde la frontera noroccidental de India hasta el Mediterráneo todos los posibles herederos y parientes de los Magos están en peligro. Hindúes en Pakistán, kafires en Afganistán, paganos en Irán, cristianos en Irak, en Siria, en Líbano y en Tierra Santa: unos u otros de ellos, o tal vez todos ellos, son lo que nos queda en 2008 de los Magos que adoraron al Niño. Están perseguidos, amenazados, oprimidos; son ilegales, alegales y en todo caso mirados con odio por los poderosos del lugar y con furia asesina por las masas. España, Europa, Occidente, para quienes el recuerdo de los Magos aún significa algo, no pueden lavarse las manos. Para que los Magos sigan viviendo, y no sólo en el recuerdo.
El Semanal Digital, 5 de enero de 2008
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