Entre ´Heidi´ y el Parto de los Montes. El nuevo himno de España: anatomía de una banalidad
Lo más simpático de la propuesta oficial de letra para el himno de España es su autor: Paulino Cubero, un parado de 53 años, escritor aficionado. Lo peor es, sin duda, la letra en cuestión, light y descremada hasta el punto de que podría valer para cualquier otro país. Cierto que la reacción de la izquierda antinacional ha sido tan acre, que casi dan ganas de comprarle al señor Cubero su ideíca. No obstante, lo cierto es que, se mire por donde se mire, esta propuesta de letra –avalada, no lo olvidemos, oficialmente- carece de pulso poético y, lo que aún es peor, de nervio propiamente nacional. Aquí proponemos una disección. No es de recibo.
La propuesta de letra dice así: "¡Viva España!/ Cantemos todos juntos/ con distinta voz/ y un solo corazón./ ¡Viva España!/ Desde los verdes valles/ al inmenso mar,/ un himno de hermandad./Ama a la Patria/ pues sabe abrazar,/ bajo su cielo azul,/ pueblos de libertad”. Y ya, que tampoco se han calentado la cabeza. Ahora, veamos:
"¡Viva España!/ Cantemos todos juntos/ con distinta voz/ y un solo corazón.”
Bueno, sí: respeto a la diversidad y todo eso, pero unidad por encima de las diferencias. La idea es respetable. Ahora bien, también valdría “con una sola voz y distinto corazón”. No termina de verse por qué la diversidad ha de estar en las voces y la unidad en los corazones. La viceversa también valdría. Sigamos:
“¡Viva España!/ Desde los verdes valles/ al inmenso mar,/ un himno de hermandad.”
Hombre, para tratarse del país más montañoso del occidente europeo, no deja de ser un singular retrato paisajístico. Los verdes valles, aquí, no es que sean inexistentes, pero tampoco es lo que predomina. Eso es más bien cosa de Suiza y tal. Respecto a lo del inmenso mar –todo mar es inmenso, como toda sequía es pertinaz y todo incendio, pavoroso-, ya se le había ocurrido a Pemán. Pero, por otro lado, ¿dónde quedan las dos mesetas? Pero hay más:
“ Ama a la Patria/ pues sabe abrazar,/ bajo su cielo azul,/ pueblos de libertad.”
Es decir que la razón por la que uno debe amar a la patria es que ésta “sabe abrazar” (bajo un cielo, de momento, azul) “pueblos de libertad”. Bien: ¿qué quiere decir “pueblos de libertad”? Los dos términos de la fórmula retoman los tópicos del lenguaje oficial español, y por eso habrá gustado al jurado, pero, semánticamente, “pueblos de libertad” es una expresión insignificante. Por otro lado, a la Patria se la debe amar por su mera existencia, no con un “sí, pero”. Es verdad que aquí hay un remoto tatarabuelo: las cortes medievales sólo aceptaban la soberanía del rey si éste juraba las libertades de la gente. Ahora bien, un rey no es la Patria, a la que se le supone, en cualquier himno que se precie, valor por sí misma, no porque abrace tales o cuales cosas. Respecto a lo del cielo azul, es como lo del inmenso mar: ya casi un pleonasmo (¿imagina alguien, en un himno nacional, un cielo gris y tormentoso?). Y termina la letra del siguiente modo:
“Gloria a los hijos/ que a la Historia dan/ justicia y grandeza democracia y paz".
Este es el verso más directamente ideológico del himno y retrata cuatro valores con los que todos podemos estar de acuerdo, es verdad. Ahora bien, vincula directamente el himno a una situación política concreta. No habría valido hace cien años. Quién sabe si dentro de medio siglo seguirá valiendo. Y lo más importante de todo:
“Viva España”.
¿Viva España? Bueno, sí, claro, pero este himno, si usted se fija, lo mismo podría ser de España que de Moldavia, Burkina Faso o Leganés: basta cambiar un nombre por otro y el resultado es idéntico. La letra es tan descremada, tan poco arraigada en la propia tradición nacional, que el “Viva España” casi suena más a un enojoso compromiso. Si mañana Singapur se propone buscar una nueva letra para su himno nacional, don Paulino podría perfectamente concursar sin más trance que cambiar el “Viva España” por “Viva Singapur”. Que viva, claro está.
Parece mentira que este haya sido el único fruto que ha podido brotar del “concurso de talentos” organizado por los escalones del Estado. Al final resultará que aquella idea de Aznar de juntar asambleas de poetas tenía más sentido.
José Javier Esparza
El Manifiesto, 12 de enero de 2008
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