El PSOE quiere hablar de ciudadanía, es un gran tema
Cuestiones como éstas son las que más nos interesan a los que hacemos Páginas Digital. Las listas y las luchas de poder dentro de los partidos son, sin duda, relevantes. Pero una publicación como la nuestra tiene especial interés en dedicarse a analizar los contenidos de la precampaña y de la campaña. Ignacio Santamaría lo hacía el pasado lunes con su artículo sobre la Conferencia de Educación del PP. Y la dedicada a Ciudadanía del partido en el Gobierno merece también atención, mucha atención.
Los socialistas han hecho bien al seleccionar este tema como uno de los prioritarios, vinculándolo a la inmigración. Constituye unos de los retos esenciales que tiene nuestra sociedad. La integración de la inmigración y el hecho indiscutible de que estamos asistiendo a un proceso de mestizaje exige replantearnos, de nuevo, qué entendemos por ciudadanía. La Comisión Europea ha recordado recientemente que no sólo hay que abordar en este campo “los aspectos económicos y sociales de la integración, sino también los problemas relacionados con la diversidad cultural”. La diversidad cultural que viene de fuera y también la diversidad cultural y religiosa interna, que aumenta, cuestionan el modelo de ciudadanía a lo Peces Barba, el viejo modelo de la Revolución Francesa que privatiza las creencias.
El Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración 2007-2010 aprobado por la Secretaría de Estado de Inmigración es realista. Reconoce que se está produciendo en España un incremento de la interculturalidad –es un acierto que se haya desechado el término multiculturalidad, contaminado por una fuerte carga de relativismo-, que el fenómeno puede ser enriquecedor pero que también puede producir conflictos. Es realista al reconocer que “para lograr una sociedad cohesionada e integrada no es suficiente con la consecución de la igualdad”. Hay que afirmar lo que llama “unos valores básicos compartidos”. ¿Y cuáles son esos valores? El Plan los identifica con los derechos constitucionales. Es una solución diferente a la adoptada por los diseñadores de los contenidos de Educación para la Ciudadanía, que han metido dentro de los valores supuestamente compartidos elementos, como la ideología de género, que suponen una clara invasión de la conciencia.
Si la nueva ciudadanía tiene como eje el contenido de la Constitución, bienvenida sea, porque garantizará una auténtica pluralidad. Pero nuestra Constitución no tiene nada que ver con el Arco Iris y los llamados “valores republicanos” de Zeloro. Ése es más bien el contenido del documento “ Laicidad, manifestaciones religiosas e instituciones públicas”, presentado hace unos días por la Fundación Alternativas, el ala más laicista del PSOE. Los “valores republicanos” son los que ahora Sarkozy quiere dejar atrás con su concepto de “laicidad positiva”. Por el contrario, nuestra Carta Magna consagra, para la construcción de la ciudadanía, la colaboración con las confesiones religiosas, especialmente con la católica. Ese principio es el que ahora, paradójicamente, el presidente de la República Francesa considera moderno y cierto socialismo quiere abolir.
Una nueva ciudadanía basada en la laicidad positiva está dispuesta a recoger toda la riqueza social de las diferentes culturas y tradiciones, atendiendo a las que más peso tienen. Esto último es lo que le falta al Plan Estratégico de Ciudadanía , que habla de una interculturalidad abstracta que no tiene en cuenta la cultura, la católica, más numerosa en nuestro país. Habrá que examinar con atención la redacción del programa electoral socialista para ver de qué lado cae la cosa.
Una pista: cuando se anunció el borrador del programa se habló de la creación de unos “observatorios de laicidad”. Su objetivo, a todas luces, era imponer el “zerolismo”. Caldera, que era responsable de ese borrador, tardó horas en negarlo. ¿Al PP no le interesan estos temas?
Fernando de Haro
Páginas Digital, 23 de enero de 2008
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