Aniversario de Krasni Bor
Ayer se cumplió el 65 aniversario de la batalla de Krasni Bor. La División Azul combatió como las mejores alemanas, no cometió los crímenes y matanzas que perpetraron muchas de estas, y sirvió de advertencia a cualquier posible agresor de que una invasión de España podría resultar muy costosa.
De Años de hierro:
"Todavía sería más furioso el combate de Krasni Bor, en el extremo del sector español. Desde allí se percibía, en la cercana Kolpino, el trasiego de armas y tropas: los rusos preparaban un golpe tremendo. Los desertores y prisioneros también informaban de él. “La noche llega a las reservas del Batallón de Reserva Móvil… Sobrecoge el silencio (…) y el capitán Miranda, siendo plenamente consciente de la situación, (…) recuerda el capitán Oroquieta, tuvo la feliz iniciativa de rogar al Padre Pumariño (…) que oficiase una misa en el búnker de mi compañía, para que así asistiera el mayor número posible de voluntarios (…) La comunión puso una paz total en nuestro espíritu, confortándonos para todo aquello que pudiera sobrevenir”. Alfredo Miranda, un capitán campechano y audaz, advirtió al páter que probablemente ninguno sobreviviría..
“Miranda se enderezó y sonrió, subió las escaleras y marchó a la 2ª compañía de Ulzurrun, a la izquierda. Oroquieta volvió a sentarse, y en ese momento un centinela llamó a la puerta. “Ruidos, mi capitán”. Echó a correr el oficial hacia la fría oscuridad y oyó paladas, martillazos y voces de mando rusas. Preparaban los emplazamientos para la nueva artillería. Luego, un sonido distinto: el fuerte rugido de motores de carros de combate, a distancia”. Los motores funcionarían toda la noche, por temor a que la helada les impidiera arrancar por la mañana. “Palacios envió a buscar a los tres jefes de sección de la 5ª Compañía. “Mañana correrán los toros”, les dijo, y les dio instrucciones de doblar la guardia y comprobar el estado de las posiciones, pero no de despertar a los soldados. “Dejadles dormir”, musitó. “Para muchos puede ser su último sueño” .
El ataque artillero superó todo lo imaginado, uno de aquellos de los que los hombres solo podían salir para el cementerio o para el manicomio, en frase de un general ruso. “Eran las siete menos cuarto de la mañana del miércoles 10 de febrero de 1943. Kolpino entró en erupción como un volcán colérico. Ochocientas bocas escupían fuego sobre el sector de Sagrado. La tierra temblaba y se movía”; “El bombardeo sorprendió a Palacios bajando a “El Trincherón” (…). Los pinos estallaron en llamas como luminarias. Los fogonazos de las granadas le cegaban pero, en unos segundos, también ellos quedaron oscurecidos por una sucia nube de turba, humo y cristales de hielo (…) El acre olor de la cordita le ahogaba. Se hundió la trinchera. Desapareció el fortín de mando. Callaron los teléfonos”; “Negro contempló fugazmente el frente. Los puntos rojo herrumbre de las granadas soviéticas se concentraban en las compañías 5ª y 6ª. Los puntos se expandían, devoraban el humo, se clavaban al cielo y subían como un acantilado de fuego rojo. Negro se pegó al fondo de la trinchera”.
Parte del frente español quedó volatilizado, pero no todo. “Convencidos de que las líneas españolas estaban destruidas [los ivanes] venían confiados (…). A Negro se le hizo un nudo en la garganta. ¡Tantos rusos! “Calma, calma”, tranquilizaban los oficiales”. La angustia que precede al choque se desvaneció de golpe: “Negro vio a sus compañeros ponerse en pie. Gritando, riendo, saltando, lanzaban ráfaga tras ráfaga y tiraban bombas y más bombas a las figuras que pugnaban más abajo con la barrera (…) Toda la tensión acumulada durante hora y media de bombardeo saltaba como un resorte. (…). La 63ª de Guardias [soviética] se retiró, dejando atrás los cuerpos mutilados de sus compañeros. Siguió un sepulcral silencio” .
Pese a una resistencia febril, Krasni Bor cayó en manos rusas, porque la ayuda alemana llegó tarde. Los rusos podrían haber avanzado mucho más, dado el agotamiento de sus enemigos, pero se detuvieron, debido a sus pérdidas extraordinariamente altas, entre 7.000 y 9.000 hombres, según estimaciones alemanas, aparte de numerosos tanques, hasta el punto de que los rusos interrogaban a los prisioneros de la División sobre una supuesta arma secreta que explicaría tal efectividad. En menos de 24 horas la División Azul tuvo 1.125 muertos, 1.036 heridos y 91 desaparecidos, además de 300 prisioneros. Las pérdidas más fuertes, con diferencia, tenidas hasta entonces en una sola batalla. Pero, en conjunto, fue una victoria pues, en combinación con las defensas alemanas, desbarató los ambiciosos planes de ofensiva soviéticos".
“Atrás quedaban dos años de combates incesantes en las condiciones casi inconcebibles (para los dos bandos) del frente ruso. Atrás quedaban los nombres y a menudo los hombres: Román, Ordás, Ulzurrun, Garay, Palacios, Escobedo y tantos otros, en escenarios apenas pisados nunca antes por españoles. Habían nutrido la división, en distintos relevos, más de 45.000 soldados o guripas, que dejaban en tierra rusa unos 4.000 cadáveres, el 9%, y en torno a 400 prisioneros (Según Morán, en el bando soviético lucharon 749 españoles, con 204 muertos, una tasa tremenda del 28%. Los rusos se habían opuesto al principio a su participación, pensando reservarlos para futuras operaciones políticas o militares en España, pero muchos de ellos se habían enrolado, incluso saltándose las rígidas normas soviéticas). Los heridos pasaban un poco del doble. Habrían infligido a los soviéticos más del triple de bajas, unas 50.000, dato difícil de comprobar pero muy posible, habida cuenta del escaso ahorro de vidas propias por parte del Ejército rojo. Las bajas hispanas por enfermedad y congelación habrían elevado la cifra en 9.000 más. La proporción de oficiales caídos fue alta, por la costumbre atacar a la cabeza de sus hombres. Hubo muy pocas deserciones, y quienes se alistaron con intención de pasarse a los soviéticos tuvieron la brutal sorpresa de ser recluidos también en el GULAG, donde sobrevivía asimismo un número de pilotos y marineros españoles del Frente Popular, retenidos en 1939 e internados por no aceptar la ciudadanía soviética. De los prisioneros morirían en los campos un 30%(*).
La división ganó dos cruces de caballero de la cruz de hierro, una de ellas con hojas de roble, 2 cruces de oro, 2.497 cruces de hierro (138 de primera clase), 2.216 cruces del mérito militar con espadas (16 de primera clase), innumerables distintivos, pasadores y ostmedaillen de 1942, más una medalla específica de la división, ordenada por Hitler, distinción que ninguna otra unidad tuvo. Y por parte española, 8 laureadas, 44 medallas militares y otras condecoraciones.
Aunque Moscú acusó a la división de crímenes de guerra, parece más cierto que no los hubo. El trato de los voluntarios a los civiles rusos fue en general correcto, incluso afectuoso y correspondido por los paisanos, que a menudo los protegían frente a los partisanos; tampoco hubo crueldades con los prisioneros, aunque en algunos casos extremos los divisionarios no admitieran la rendición de enemigos. Hay testimonios del buen recuerdo dejado por la unidad cuando algunos veteranos, ya viejos, volvieron de visita por aquellas tierras. Con los alemanes no faltaron roces y malentendidos, fuera por la disciplina poco estricta o la grosería de algunos españoles con las mujeres germanas, o por su protección a grupos de judíos, o por la altanería de algunos mandos teutones, o por el abandono de estos en Krasni Bor, durante unas horas. Pero prevaleció ampliamente la camaradería y el respeto mutuo.
En la unidad combatió una representación peculiar de la sociedad española, pues la integraron personas de todas las regiones y de capas sociales urbanas. Si bien muy pocos campesinos, en aquella España todavía mayoritariamente rural. Fue absolutamente desusado el porcentaje estudiantes universitarios e intelectuales, sobre todo en las primeras expediciones: el 25%. Abundaron los empleados –pero no los funcionarios– los obreros mecánicos, conductores etc., y pocos de la construcción.
Al margen de su significación moral como cancelación bien sobrada de la deuda de sangre con Alemania y en parte de la deuda económica, la división tuvo otros valores, desde el punto de vista del régimen: contribuyó, aun si modestamente, a frenar al comunismo, pero sobre todo cumplió un doble papel político muy relevante: sirvió para calmar un tanto los recelos y actitudes amenazantes de Berlín, y ofreció una prueba palpable, a los Aliados y al Eje, de que una agresión a España no saldría barata.
(*) La mayoría restante, unos 250, volverían a España en 1954, en el buque Semíramis, que recibió en Barcelona una acogida entusiasta y multitudinaria. Unos pocos se casaron y se afincaron en Rusia, y no volvieron.
Pío Moa
Libertad Digital, 11 de febrero de 2008
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