Los tres invitados más incómodos e inevitables al Congreso de Valencia
Gianni Alemanno ha vencido las elecciones municipales en Roma, y será su próximo alcalde, en sustitución de Walter Veltroni. El líder de la izquierda italiana no sólo ha fracasado con su "zapaterismo", sino que ha perdido su baluarte político en la capital, que Francesco Rutelli ha sido incapaz de conservar. La noticia no solo tiene una lectura italiana –la derecha plural de Silvio Berlusconi y de Gianfranco Fini completa así una victoria histórica e inapelable, como no se recordaba en muchas décadas- sino que puede ayudar al PP español en sus actuales cuitas.
Una derecha realista y sin complejos
53´66%: no hay dudas sobre qué alcalde prefieren los romanos, después de décadas de administraciones de izquierdas. Gianni Alemanno ha vencido hablando a la gente de soluciones concretas a problemas reales. Los taxistas lo aclaman porque hace falta un Ayuntamiento fuerte para ordenar el tráfico más caótico de Europa. Los vecinos de los barrios saben que sólo un hombre sin complejos puede darles seguridad frente a los delincuentes, aunque hagan falta veinte mil expulsiones de inmigrantes. Así que realismo y pragmatismo funcionan bien en su receta.
Alemanno, en medio de los festejos, ya ha anunciado que gobernará para todos. Su mayoría y la legislación italiana le permitirían no hacerlo, y desde luego tanto Rutelli como Veltroni ya lo han demostrado, tomando a los romanos durante décadas como rehenes de otras ambiciones, y usando la ciudad sólo como escaparate de sus futuras metas. Pero Alemanno es heredero de una tradición política que, aunque evidentemente de derecha, le hace valorar la unidad, la cohesión y la identidad fuerte del pueblo por encima de otras consideraciones. Dicho por él no es ni un eslogan ni una cursilada: gobernará para todos los romanos y hará de Roma otra vez un lugar central para la unidad de su país y de Europa.
Una derecha nacional, cristiana y popular antes que liberal
La campaña de la izquierda ha sido casi tan sucia como necias están siendo las primeras reacciones en España. Efectivamente, Alemanno es de derechas. Ha sido dirigente del Fronte della Gioventù (ahora Azione Giovani: Nacho Uriarte se encontrará con sus sucesores en las próximas reuniones europeas), que no era exactamente una ONG de niños pijos. Su suegro es Pino Rauti, histórico dirigente neofascista y ex secretario general del MSI. Su mujer es Isabella Rauti, una de las primeras feministas de la derecha europea. Lleva un colgante con una cruz céltica, en recuerdo de un amigo muerto en los "años de hierro" de la violencia comunista, y no ha tenido empacho en enseñarla ante las cámaras de televisión. Es católico, por un lado, y uno de los últimos jóvenes que conocieron a Julius Evola, por otro. Como el barón, es montañero. Y a pesar de un perfil identitario tan claro el líder de la Derecha Social ha ganado las elecciones.
¿A pesar? El centroderecha italiano ha aprendido de José María Aznar la importancia de una buena organización unida y jerarquizada; pero ahora toca que el centroderecha español aprenda que el monocultivo del marketing y del libertarismo no basta. Ya no. Para ofrecer soluciones atrevidas y para pedir sacrificios a la gente hay que obtener su confianza. Y la confianza es personal: se tienen que fiar de uno, de su identidad, de su identificación con el país. Porque el país es Patria, mucho más que una empresa y una contabilidad, y su personalidad vale mucho, más incluso que las comodidades individuales. Vistas así las cosas, cuanto más sólidos sean la identidad y el patriotismo de uno mejor le podrá ir en las urnas.
En junio, en Valencia, hará falta que el PP busque modelos. Berlusconi ha gestionado de manera brillante su imagen. Gianfranco Fini ha regido con éxito impensable su partido. Alemanno ha capitalizado la identidad de éste con una victoria que pocos esperaban. El PP ya les ha enseñado lo que sabía. Ahora les toca a ellos.
Pascual Tamburri
El Semanal Digital, 29 de abril de 2008
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