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Políticamente... conservador

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Occidente y la libertad

Muchas veces escuchamos afirmar que en Francia no hay liberales y que la veta liberal del pensamiento francés se perdió en algún momento de mediados del siglo XX, hundida bajo el fascismo, los jacobinos, los comunistas, el socialismo y las diversas ramas de ultraizquierdismo que han venido floreciendo por aquellos pagos desde aquella cosa (cada vez más patética, a medida que pasan los años) que se llamó Mayo del 68. 

Pues bien, no es verdad. A pesar de la casta de mandarines y caciques surgidos de las escuelas de políticos funcionarios, a pesar del conservadurismo y del miedo de los franceses, a pesar de la corrupción de la República sigue habiendo liberales en Francia, y el liberalismo sigue dando frutos en una tierra en la que siempre tuvo arraigo. 

Tenemos ahora una nueva prueba en el libro, mejor dicho panfleto, aunque razonado, que acaba de publicar la editorial Gota a Gota. Se titula ¿Qué es Occidente? y su autor es Philippe Nemo, profesor y estudioso de las ideas políticas.

En España se han publicado de él Job y el exceso del mal (1995), un ensayo a partir de la gran reflexión del francés Emmanuel Lévinas sobre el significado de "pecado original", y otro trabajo más breve, pero enjundioso, sobre la oligarquía de la V República francesa. 

Philippe Nemo también es el responsable de la edición de una monumental historia del liberalismo europeo, que saldrá en Francia dentro de unos meses y renovará bastantes perspectivas. Como se ve, no es hombre falto de ambiciones. El solo título del libro ahora publicado en español indica que no se va a rendir. Se lo agradecemos. 

No estamos ante una divagación más sobre un término particularmente confuso. Este panfleto no es una nueva lista de valores y convicciones, ni otra glosa sobre reflexiones anteriores ni, menos aún, un lamento elegíaco.

Nemo propone, ni más ni menos, una definición de Occidente. En los cinco primero capítulos el autor describe los cinco acontecimientos históricos que han hecho de Occidente lo que es, a saber: la invención de la ciudad, de la libertad bajo la ley, de la ciencia y la escuela (con los griegos); la invención, por los romanos, del derecho, de la propiedad privada, de la persona y del humanismo; la revolución ética y la invención del tiempo histórico que trajo la Biblia; lo que llama la "revolución papal" de los siglos XI y XII, que es la síntesis de los tres hechos anteriores –Atenas, Roma y Jerusalén– y que rescata para la Iglesia Católica parte de lo que muchos historiadores han atribuido a la Reforma; y, finalmente, la promoción de la democracia liberal. 

Aplicando estos criterios rigurosamente, resulta una geografía de Occidente muy precisa, más de la que Huntington trazó en El choque de civilizaciones. La conforman los países que han vivido los cinco acontecimientos (los antiguos quince de la actual Unión Europea, salvo Grecia), además de las democracias anglosajonas (Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Cerca, pero no en el núcleo duro, están los países del este de Europa, donde no hubo revolución democrática, los hispanoamericanos e Israel.

En el otro extremo están los países dominados por el Islam. Nemo no niega la vocación universalista de Occidente en aras del multiculturalismo. Países no occidentales como Japón o la India han demostrado que los valores occidentales son transmisibles, adaptables y fecundos en otras circunstancias.

Pero tampoco oculta las diferencias en aras de un mestizaje universal. Como no se hace ilusiones –con razón– acerca del fin de los conflictos, argumenta que más vale tener claras las ideas para entablar un diálogo en profundidad, no un simple intercambio de cortesías vanas, y menos aún un suicidio como el que preconiza el Gobierno socialista español. 

Por eso mismo, Nemo se atreve a proponer, al final, una idea original. Se trata de la creación de una Unión Occidental. Sería algo distinto de la Unión Europea indefinidamente abierta que hemos conocido hasta ahora y ya ha entrado definitivamente en barrena. También sería algo distinto a cualquier tipo de zona controlada por una supuesta hegemonía norteamericana. La Unión Occidental vendría a ser la alianza de un conjunto de países que comparten una identidad cultural esencial, un "espacio institucionalizado de concertación y coordinación, una libre República de países iguales en derechos". 

¿Pura utopía? En parte sí, pero propuestas arriesgadas como éstas tienen la virtud de devolvernos a realidades esenciales: la necesidad de saber quiénes somos, si queremos defendernos, y cómo apuntalamos la base sobre la que se ha construido Occidente: la libertad. Como el panfleto es corto, está bien escrito –sin los amaneramientos del francés actual– y bien traducido, se lee de un tirón. Y le hace a uno soñar con lo que podría llegar a ser, con los medios de que disponemos hoy, un Occidente dispuesto a promocionar los valores liberales, que son los suyos. 

Por José María Marco 

Philippe Nemo: ¿Qué es Occidente? Gota a Gota, 2006; 164 páginas.  

Reseña en Minuto Digital del libro "La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas"

Desde que se difundiera el esperpéntico vídeo de los tres encapuchados de ETA, hace ya casi tres meses, por el que anunciaban la interrupción temporal de algunas de sus actividades terroristas, las palabras al respecto nos anegan: opiniones, juicios, exclusivas, rumores, veladas amenazas, posicionamientos partidarios e institucionales… Realmente hace falta ser un experto analista profesional para separar el polvo de la paja. Incluso para ellos, seguramente, el trabajo resultará agotador. Y terminará por aburrir a casi todos. Por ello, este libro, fruto del esfuerzo conjunto de nueve historiadores y comunicadores, ayuda a “sedimentar” lo esencial de lo occidental.

Desde la Historia, la Victimología, la Doctrina Social de la Iglesia, y el análisis del terrorismo y sus expresiones como fenómenos totalitarios, se proporcionan claves imprescindibles para comprender y enjuiciar un debate nacional que nos afecta a todos; tal y como se puso de manifiesto con ocasión de la multitudinaria manifestación celebrada en Madrid -el pasado 10 de junio- convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Por ello, aunque cambiaran radicalmente las actuales circunstancias –lo que no parece sencillo- el libro permanecería vigente; gracias a un enfoque multidisciplinar, pero coherente, dotado de una evidente unidad de criterio.

¿Qué persigue ETA, realmente, con su tantas veces cuestionada “tregua”? La paz, aseguran algunos. Pero ¿qué paz? Por el contrario, otros, aseguran que no sería sino un instrumento más al servicio de su estrategia secesionista de siempre. El lector, después de leer este libro, confirmará sus temores o adquirirá nuevos elementos de juicio: en cualquier caso, todo apunta a la segunda de las hipótesis. Y para ello los coautores se apoyan, además, en las opiniones cualificadas de hasta 13 personalidades relevantes del panorama mediático actual y algunas de las entidades más implicadas en la denuncia del terrorismo.

También se incorporan, a ese amplio anexo, relevantes documentos de la Iglesia católica y cuyo juicio del terrorismo es especialmente clarividente; lo que se complementa con una amplia bibliografía y varias decenas de direcciones electrónicas de interés. No parece que ETA haya cambiado. La independencia y el socialismo siguen siendo los soles que la guían. Es más: está logrando imponerse, en medios y calendarios, al mismísimo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero desvelándose una vía secesionista acelerada y decidida.

En este contexto, no es aventurado asegurar, al igual que otras muchas voces lúcidas así lo afirman, que “su” paz no es sino un “frente” más de su línea de combate. Pero si el Estado abandona aquellos instrumentos que más le ayudaron en esa lucha -el Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo y la Ley de Partidos- ¿sobre qué bases afrontará este potente reto? De ahí que sus reflexiones respecto a la consistencia de la actual Ética civil, y la correspondiente necesidad de una moral cívica de resistencia, sean particularmente pertinentes.

Minuto Digital, 19 de junio de 2006

Mitos y realidades de la píldora abortiva: ni sana ni segura, según un nuevo libro.

ROMA, sábado, 17 junio 2006 (ZENIT.org).- Uno de los primeros actos del nuevo gobierno de Italia ha sido anunciar el visto bueno a las pruebas utilizando píldoras abortivas. Las píldoras aparecen con toda una variedad de nombres, mifepristone, Mifeprex y RU-486. La ministra de sanidad, Livia Turco, anunció que algunos hospitales tendrían la posibilidad de importar las píldoras para experimentos, informaba el 23 de mayo el Corriere della Sera.

La decisión invierte la prohibición a los experimentos del gobierno anterior, tras un debate sobre el tema el año pasado.

El anuncio ha atraído protestas inmediatas. Francesco D’Agostino, presidente del Comité Nacional de Bioética, aunque no ha ido tan lejos como para condenar completamente el uso de la píldora abortiva, observaba que, al contrario de lo que a primera vista parece, la píldora no es tan sana para las mujeres y que su uso implica riesgos objetivos.

Un editorial del 24 de mayo del periódico semioficial del Vaticano, L’Osservatore Romano, declaraba que la decisión añade otra arma al arsenal contra la vida. También criticaba la rapidez con que se ha tomado la decisión, y la falta de esfuerzo alguno por escuchar las opiniones contrastadas sobre un tema tan discutible.

La decisión de Italia tiene lugar tras la creciente preocupación en Estados Unidos por la RU-486. Se ha relacionado la píldora con cuatro muertes en California y una en Canadá. Las muertes fueron resultado de infecciones bacterianas, facilitadas, según algunos expertos, por el uso de la píldora.

El 11 de mayo, se reunieron algunos científicos para discutir qué papel pudo haber jugado la píldora en dichas muertes, informaba el mismo día Associated Press. Se dividieron las opiniones, según el reportaje, con algunos que sostenían que el uso de la RU-486 permitía la propagación de la bacteria, y otros pidiendo más investigaciones antes de tomar una decisión.

Mayor riesgo de muerte
James McGregor, un profesor de obstetricia de la Centro de Ciencias Sanitarias de la Universidad de Colorado, afirmaba que el riesgo de muertes por los abortos médicos iguales a los causados por la píldora es de 1 de cada 80.000. Es un número notablemente superior al de 1 por millón de los abortos quirúrgicos. “Recomiendo que reduzcamos o eliminemos el mifepristone, o al menos lo consideremos”, declaraba, citado por Associated Press.

En el congreso, el subcomité de la cámara para derecho penal, política de drogas y recursos humanos también recibió evidencias sobre los peligros que implica la píldora, informó el 17 de mayo el Washington Post.

“Considerando las evidencias que tenemos sobre muertes y graves efectos secundarios, el fabricante de este medicamento debería haberlo retirado del mercado hace mucho tiempo”, afirmaba Michelle Gress, consejera del subcomité y portavoz de su presidente, Mark Souder.

Souder es uno de los 83 promotores de una ley que forzaría a retirar del mercado el medicamento. La ley tiene el nombre de “Ley de Holly”, en homenaje a Holly Patterson, una californiana de 18 años que murió por una infección tras tomar la píldora.

Según un informe preparado por el personal del subcomité, la Administración norteamericana para la Alimentación y los Medicamentos (FDA) “ha reconocido las muertes de ocho mujeres asociadas al medicamento, nueve incidentes de peligro de muerte, 232 hospitalizaciones, 116 transfusiones de sangre, y 88 casos de infección”. El informe observaba que estos y otros casos se añaden a un total de 950 avisos de sucesos adversos hasta el 31 de marzo.

Hasta una fuente inusual ha expresado su preocupación por la RU-486: un editorial del New York Times. Los informes sobre muertes de mujeres, comentaba el editorial del 10 de abril, “están haciendo que el tratamiento basado sobre la RU-486 parezca menos atractivo de lo que una vez se pensó”.

Aprobación en Australia y el Reino Unido
A pesar del creciente número de evidencias sobre los peligrosos efectos secundarios de la píldora, siguen adelante los planes de importar la RU-486 a Australia. A principios de año el parlamento federal quitó al ministro de sanidad la capacidad para bloquear las importaciones de la píldora, entregándosela a la Therapeutic Goods Administration, el equivalente al FDA estadounidense.

Según un reportaje en el Courier Mail del 6 de junio, un periódico del estado de Queensland, las mujeres locales serán las primeras del país en tener acceso a la RU-486. Caroline de Costa, una obstétrica de la ciudad de Cairns, declaró haber recibido la aprobación para tener píldoras disponibles el mes próximo. De Costa planea importar de Nueva Zelanda partidas de las RU-486.

En Gran Bretaña, las cifras han revelado que las píldoras sumaron 10.000 abortos en el 2005. Los datos proceden de BPAS (British Pregnancy Advisory Service), la organización que más abortos practica del país, informó el Times el 29 de mayo. Las píldoras suman un tercio de los 32.000 abortos practicados por BPAS el año pasado a mujeres en las nueve primeras semanas de embarazo.

La directora ejecutiva de BPAS, Ann Furedi, contestó a las críticas sobre el uso indiscriminado de la píldora abortiva. Citada en un artículo publicado el 5 de junio en la página web “Spiked”, Furedi declaró que el medicamento era un “método de aborto médico seguro, digno de confianza y efectivo”.

Fábulas

No es lo que dice un libro publicado esta semana en Italia: «La historia del aborto fácil: Mitos y realidades de la píldora RU486» («La favola dell’aborto facile: Miti e realtà della pillola RU486).

El libro, bien documentado, destaca un fenómeno interesante en Italia: el creciente acercamiento entre las feministas y los defensores de la vida. La coautora Eugenia Roccella viene de un ambiente fuertemente de izquierdas, con un trasfondo no religioso. También ha sido una figura clave del movimiento de liberación de la mujer en la Italia de los setenta. La otra coautora, Assuntina Morresi, es una católica pro vida.

Las dos aunaron fuerzas para publicar el libro, que reúne la última información sobre los peligros planteados por el uso de la píldora abortiva, tanto físicos como psicológicos.

El objetivo clave del libro es disipar la noción de que tomar la píldora abortiva es una forma de solución fácil. Algunos pro vida temen que la píldora haga que el aborto sea algo demasiado conveniente. Y quienes están a favor del aborto la defienden como una alternativa fácil al procedimiento quirúrgico.

De hecho, explican Roccella y Morresi, los abortos por medios químicos son más largos, difíciles e inciertos que su alternativa quirúrgica. Usar la píldora abortiva requiere repetidas visitas a una clínica. Y sólo en el 3% de los casos tiene lugar el aborto en las 48 horas posteriores a la toma de la primera píldora, según los datos del FDA.

La píldora normalmente también causa síntomas como dolores y calambres abdominales, náusea, hemorragias, dolores de cabeza y vómitos. La parte más dolorosa del proceso, cuando el feto es finalmente expulsado del cuerpo de la madre, puede durar horas.

Según las autoras, una estimación conservadora del número de muertes en el mundo debidas a abortos químicos alcanzó las 13 (hasta finales de marzo). La cifra verdadera podría ser más alta, observa el libro, puesto que en general los medios han preferido mirar a otra parte a la hora de informar de las muertes y otros problemas debidos a la píldora.

Los efectos secundarios de la píldora van más allá de los meramente físicos. Muchas mujeres, el 56% según un estudio citado en el libro, ven realmente el cadáver del feto abortado. Esta experiencia traumática puede dar lugar a pesadillas y a recuerdos dolorosos en las mujeres. Si la píldora no acaba siendo antes fatal.
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PASEOS, CHECAS, PARACUELLOS... Matanzas en el Madrid Republicano

Este libro es el testimonio de un hombre neutral. La prueba de la existencia de este tipo de hombres es la existencia de este libro. Es un relato duro, no es fácil leerlo de un tirón. Hay que descansar de la lectura, y una vez repuesto volver a enfrentarse a la narración de las barbaridades que aquí aparecen. Es más que un libro. Es un retrato en color sepia del infierno republicano.

Ninguna historia nueva aparece aquí, pero se cuentan de tal modo que parecen nuevas. No tienen pretensiones literarias; sin embargo, la sinceridad, la ecuanimidad y la falta de partidismo del relator las convierte en un documento de primera mano para hacerse cargo del horror republicano.

Por supuesto, hoy, en 2006, casi nada de lo contado por Schlayer, en 1938, es novedoso. La historia crítica más rigurosa nos ha narrado sucesos que, sin duda alguna, por primera vez nos contó Schlayer, incluso muchos de esos trabajos están inspirados en este libro, que ha tardado más de 65 años en verterse, magníficamente, al castellano.
Sin embargo, la perspectiva desde la que se cuenta el horror sigue siendo novedosa para todos nosotros.
La ubicación del relator es todo. Gracias a su posición, a su destino de cónsul de Noruega en Madrid, Félix Schlayer consiguió, primero, salvar cientos de vidas humanas del terror implantado por los republicanos en el Madrid del 36 y el 37; pero, sobre todo, consiguió contarnos en un libro sólo y exclusivamente lo que vio. Ahí reside su aportación. Escribir en solitario lo visto. Fue su venganza del terror rojo.
La biografía del autor de esta obra no puede prescindir de dos rasgos: salvó a cientos de hombres de una muerte segura y escribió un libro para que nadie repitiese esas salvajadas. Acumula, pues, méritos suficientes para que nos acerquemos a esta obra con respeto. Se debe leer de principio a fin con el mismo sagrado respeto que tiene el autor por sus lectores: "Lejos de mí cualquier intención propagandística. Sólo espero que cada cual sepa extraer de mi escritos sus propias conclusiones".
Quizá, por seguir hablando de otros méritos del autor, fuera el primero que contó los horrores de esa época de primera mano, sin intermediarios ideológicos o narrativos; tan es así que, cuando los leemos, parece que estamos descubriendo esos sucesos, aunque ya los conociéramos. Contó, pues, al mundo por primera vez las persecuciones, los asesinatos masivos, las torturas de las checas en el Madrid de la revolución del 36.
Quizá fuera también el primero que descubrió la matanza, organizada racionalmente, de presos preventivos del día 8 de noviembre de 1936, en Torrejón de Ardoz y, seguidamente, en Paracuellos del Jarama. La mayor matanza de la Guerra Civil.
Por todo eso, resulta extraño, por no hablar de la indolencia de nuestras agencias de socialización intelectual, que este libro haya tardado tanto en publicarse en castellano. Reparemos, sí, en la fecha en que apareció por primera vez: 1938, en la lengua materna del autor, el alemán, y preguntémonos por los motivos de este retraso. Las respuestas a esos interrogantes formarán parte de la historia moral o, mejor dicho, inmoral de los intelectuales españoles…
En cualquier caso, esta obra sigue siendo una buena causa para enterrar definitivamente los fantasmas de aquella guerra atroz. Un motivo para saber que no hay verdadero recuerdo sin previo olvido. Es la gran lección de este libro. Los horrores, las miserias y las barbaridades descritas son para olvidar, para volver a empezar; o sea, para recordar de verdad. No hay, insisto, genuino recuerdo sin olvido, pero es necesario saber lo que sucedió, asumirlo y enjuiciarlo moralmente, no para revisarlo contra nadie sino para reconciliarnos con todos. Quien oculta el recuerdo crítico del pasado corre el riesgo de quedar fijado en el resentimiento.
Aunque a veces es difícil de seguir, su lectura es terapéutica. Su crudeza obliga a detenernos, insisto, a olvidarnos de lo narrado, a empezar de cero, a largarse de este país, a salir de su historia… Pero es nuestra historia. O la asumimos o fenecemos. Su asunción nunca será sencilla, pero nos da la vida. Por ahí va este libro. Es una inyección para resucitarnos. Quien lea algunos pasajes de este libro y no sienta vergüenza de esos sucesos, de esa guerra, de las atrocidades hispánicas, quizá no entienda jamás que es un ser humano.
En fin, en el septuagésimo aniversario del inicio de la Guerra Civil, Matanzas en el Madrid republicano tiene que ser un buen punto de apoyo, uno más, para sellar, otra vez, una verdadera reconciliación entre los españoles, que nunca podrá hacerse sobre la base del olvido, de la falsificación histórica o de la abyección moral que se intenta hacer recaer sobre uno de los dos bandos contendientes.
Félix Schlayer: Matanzas en el Madrid republicano. Paseos, checas, Paracuellos... Áltera, 2006; 254 páginas.
Libertad Digital, suplemento Libros, 16 de junio de 2006

The West´s last chance

Reseña del último libre de Tony Blankey, estrecho colaborador de Reagan y en la actualidad "editorial page editor" en el Washington Times. Reflexiona sobre la realidad europea con suma crudeza.¿podrá algún día escapar a la sharia?


El autor de esta enésima reflexión en torno al choque de civilizaciones es Tony Blankley, “editorial page editor” en el Washington Times y antiguo secretario de prensa de Newt Gingrich. No estamos hablando pues de un plumilla cualquiera, sino de alguien que además empezó trabajando a las órdenes del hoy en día venerado Ronald Reagan. Blankley planteo desde un primer momento un escenario de pesadilla pero que considera posible y en el que finalmente se proclama la sharia en Enrabia, la antigua Europa. ¿Podemos escapar de este futurible?

El libro, que no se anda por las ramas, señala el primer gran problema de nuestra civilización, el demográfico. Tras esta constatación y después de contemplar a vuelapluma el panorama intelectual europeo, uno estaría tentado de arrojar la toalla; no así Blankley que, sin grandes argumentaciones, explica que la historia es discontinua y que podemos recuperarnos de golpe como ha sucedido en otras ocasiones. No es cuestión de hacernos los pesimistas, pero lo cierto es que el olor a voluntarismo invade estas páginas.

El libro plantea principalmente el antagonismo entre Occidente y el islamismo. Para Blankley, y aquí vuelve a acertar, el islamismo de los Hermanos musulmanes y del wahabismo se caracteriza por una nueva concepción de la yihad individual, desligada de la autorización tradicional y por tanto muy difícil de controlar. Pero no todo el problema radica en nuestro antagonista; nosotros mismos estamos enfermos. En especial las élites europeas que se han desnacionalizado y abrazan una utopía global en la que el relativismo y lo políticamente correcto llevan al suicidio de Occidente.

Tras el planteamiento del problema, en el que a pesar de algunas divergencias el saldo de aciertos es claramente positive, el autor aborda las medidas concretas que deberían abordar los gobiernos occidentales y, más en concreto, Bush. Y es aquí, como era de esperar, donde la discusión se hace más intensa. Blankley, hay que reconocerlo, no duda en proponer medidas polémicas que incluyen la censura, el internamiento de sospechosos o las restricciones a los viajes y a la libertad de expresión. Más allá de la discusión de principios, uno se queda con la duda, fundada, de si todo esto sería realmente eficaz o de si la reacción que Occidente necesita no debe suceder en un plano más profundo y vital.


Publicado en Regnery por Tony Blankley
American Review, 14-06-2006

La irresistible ineptitud de la izquierda estadounidense.

Reseña del libro Whats the matter with America, en el que Thomas Frank, afamado colaborador de Le Monde Diplomatique y Harper´s Magacine explica las claves del éxito del pensamiento conservador en la América de hoy.


Thomas Frank nació en Kansas City (1965). Tras una adolescencia reaganista, el rechazo de la fraternidad universitaria a la que deseaba pertenecer despertó su “conciencia de clase” y su voto demócrata. Estudió en Chicago, y hoy es el editor de The Baffler, una revista de izquierdas que busca animar el carácter revolucionario de la cultura. Con su primer libro (The conquest of cool, 1997), una crítica de la absorción de la contracultura por el capitalismo, Frank se abrió las puertas de Le Monde Diplomatique y Haper’s Magazine. Siguió One market under God (2000), un libelo contra la nueva economía globalizada. Desde la publicación de What’s the matter with America?, Frank empezó a firmar en New York Times, y algunos oyeron en sus escritos “la verdadera voz de la izquierda liberal estadounidense”. Lo cierto es que What’s the matter with America? no es timbre de tenor, sino de mediocre cupletista.

Frank ilustra el éxito del movimiento conservador estadounidense con el ejemplo de Kansas, antaño cuna del izquierdismo populista y hoy cabeza del movimiento conservador. Dos conceptos explican esta transformación: “contragolpe” (backlash) y “trastorno” (derangement). El “contragolpe” consistiría en la reacción conservadora contra el elitismo liberal. El “trastorno”, consecuencia del “contragolpe”, significaría el voto de las clases pobres a los opulentos republicanos. La clave del éxito de este “contragolpe” sería haber conseguido centrar la discusión política en los valores, y no en la economía. Separando la clase social de las condiciones económicas, el capitalismo habría provocado una “trágica inversión de la conciencia de clase”. Sin embargo, una vez en el poder los republicanos priorizarían la agenda económica y olvidarían la contienda moral. Liberalizaciones y privatizaciones arruinarían a unas bases conservadoras que, alienadas por cuestiones morales, ignorarían sus propios intereses. Sólo la recuperación del “lenguaje de clase” por el Partido Demócrata podría evitar que la paranoia de los valores conduzca a EEUU al apocalipsis económico.

Pero, ¡ay!, tan raído lienzo recibe muy aguada acuarela. La izquierda, experta en camuflar bajo disfraz económico propuestas inmorales, se siente ahora incómoda en el debate ético. Por eso Frank junta la obsesión marxista de la lucha de clases con la denigración del “capitalismo criminal” (c.II); la demagogia laicista (el Opus Dei es “una prelatura ultraconservadora renombrada por su papel en el régimen de Franco, c.III) con la exageración apocalíptica (“Kansas arde en la pira del libre mercado”, c.III); los lugares comunes progresistas (Sam Walton, de Wal-Mart, es un nuevo robber baron, c.II), con la falta de rigor en las fuentes; las imágenes superficiales (los Sex Pistols como símbolo de libertad, c.IX) con la endeblez analítica y los errados vaticinios (“el aborto nunca es detenido” cuando ganan los republicanos, Intro.); las anécdotas elevadas a tesis con la parcialidad anticonservadora. Frank, atrapado en su esquema decimonónico, resulta panfletario y parece no haber entendido nada.

No obstante, What’s the matter with America? contiene lecciones para conservadores. La primera, enseñar que éstos pueden ser muy revolucionarios. La segunda, comprobar que el derrumbe del viejo análisis marxista sitúa de nuevo las cuestiones morales en el epicentro político. La tercera, ilustrar cómo la lucha pro-vida es esencial para romper el marco político socialdemócrata. La cuarta, mostrar que la escisión entre los RINO (Republicans In Name Only, republicanos sólo de nombre) y los conservadores es la necesaria división entre los intereses y los valores, y que la victoria pertenece a los últimos. La quinta, poner de manifiesto que en este nuevo campo de juego los partidos de izquierda son fácilmente derrotables. La sexta, probar la importancia de la organización popular y la eficacia del ataque incansable para alcanzar éxitos políticos. Y, finalmente, la séptima lección de Frank: demostrar, con su ejemplo, que los intelectuales izquierdistas tienen poco que decir a la sociedad estadounidense.

Guillermo Elizalde Monroset

American Review, 15-06-2006

¿Por qué tienen miedo a dialogar?

 Uno de los objetivos marcados al elaborar el libro colectivo “La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas” era proponer a la sociedad española, y a sus diversas corrientes sociales, un diálogo en profundidad en torno a cuestiones -de una u otra manera- “tocadas” en el mismo: estructuración territorial de España, conciencia nacional, retos del separatismo, alcance de la Ética civil, respuestas al terrorismo, posiciones de la Iglesia… Alguna respuesta, no por inesperada, sigue sorprendiéndonos. 

No éramos muy optimistas, pues partíamos de un conocimiento previo: el extremado sectarismo de buena parte de la llamada izquierda progresista española. Y, muy pronto, nos llegaron nuevas pruebas de ello. 

El libro “La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas” se presentó ante los medios de comunicación el pasado lunes 29 de mayo de 2006 en Casa de América de Madrid. Asistieron unos 25 medios de todo tipo; nada menos. No obstante, la concurrencia de diversos eventos análogos (firma de ejemplares de su libro sobre el terrorismo por el Juez Garzón en la Feria de Madrid, presentación de la biografía del etarra Iosu Ternera por el experto Florencio Domínguez, la conferencia de María San Gil en Club  Siglo XXI, etc., todo ello ese mismo lunes), “machacaron” una mayor trascendencia de la presentación. No obstante, diversas televisiones, radios, medios digitales e impresos, así como varias agencias de noticias, nacionales y extranjeras, se hicieron eco, con mayor o menor fortuna, del acto. 

José Antonio Herrero Crespo, de Grafite Ediciones, declaró en la presentación del texto, entre otras aportaciones, que “hemos vivido el terror y ahora nos ofrecen la paz. ¿Por qué no nos ofrecen la libertad? Yo no quiero lo que ya tengo. Yo ya tengo la paz. Lo que quiero es la libertad”. También se preguntó: “¿Qué gobierno pactaría con los violadores para que dejen de violar? ¿Qué gobierno pactaría con los asesinos para que dejen de matar? Pues bien, es eso lo que está haciendo nuestro Gobierno, nos guste o no”. 

Jaime Larrínaga, coautor, declaró a su vez que permanece vigente el manifiesto fundacional  de Foro El Salvador, creado tras la muerte de Miguel Ángel Blanco, por la que consideraba “falta de cariño, de amor de la Iglesia con las víctimas”. Larrínaga consideró que las voces religiosas que se han alzado últimamente deben “acercarse al Evangelio, y trabajar para que se den las condiciones en que las víctimas” puedan hablar con libertad y “puedan perdonar libremente”. Reivindicó, por último, el derecho a la restauración y la necesidad de que se haga justicia. 

El historiador José Luis Orella, director del volumen, describió el objetivo del libro al afirmar que pretende “valorar desde unos principios sólidos cómo se ha llegado a esta situación”. Se trataría, por lo tanto, de un libro “que no se ha escrito sólo con tinta; hay una realidad humana detrás”: de asesinatos simplemente “por tener unas ideas; porque han sido escudo de una sociedad”. 

En lo referido al alto el fuego, el ex ministro del Interior, D. Jaime Mayor Oreja, se mostró escéptico afirmando que “las organizaciones totalitarias y además terroristas no pueden cambiar. No cambian salvo que les des la razón, aceptando sus tesis y sus posiciones”. También sostuvo que “lo que yo creo que tiene que hacer el Partido Popular es verificar al Gobierno en el Pacto Antiterrorista y en el Debate sobre el Estado de la Nación, y sabiendo además que el Gobierno está haciendo exactamente todo lo contrario al significado del Pacto Antiterrorista”. Y advirtió del “troceamiento” del proceso que está realizando el Gobierno de Zapatero. Así, éste desvincularía la reforma del Estatuto de Cataluña, la del de Andalucía, y a ambos, del eventual “proceso de paz”. De igual forma pasará en su momento con Navarra, aseguró, y su anexión al País Vasco. Como objetivo último de semejante táctica: anestesiar a la sociedad española. 

Una notable excepción, a ese austero tratamiento informativo que hemos mencionado inicialmente, la formuló el diario electrónico de Enric Sopena, elplural.com, que dedicó, en tres días sucesivos, al menos cuatro textos al acto.  

El primero, publicado el mismo 29, se limitó a una correcta, rápida y aséptica información del mismo. Pero el martes 30 se soltaron la melena y dispararon con su artillería pesada. Su propio director, Enric Sopena, le dedicó el primero de los artículos de opinión, planteando algún curioso “sentido oculto” en la participación en el turno de preguntas de Ricardo Sáenz de Ynestrillas al dirigirse -de manera poco amistosa, lo que parece no quiso entender el periodista de su medio asistente al evento- a D. Jaime Mayor Oreja, presentador del libro.

Pero Enric Sopena buscó y creyó encontrar analogías y coincidencias sorprendentes entre personajes tan dispares: supuestos deslizamientos del Partido Popular hacia la extrema derecha… y demás “fantasmas” particulares. 

Por su parte, el periodista que cubrió la noticia siguió con la misma tónica en un extenso y trabajado artículo de investigación. Mezclando churras con merinas y persiguiendo, acaso, alguna oscura y atractiva conspiración, localizó entre los asistentes, sagazmente a medios católicos, intelectuales peligrosos, políticos sospechosos, militantes sociales significativos… Una magnífica labor de información, propia de un Servicio estatal análogo. Incluso “identificó” a casi todos los asistentes con nombres, apellidos, orientación política y puesto de trabajo…Y siempre en la misma dirección: por medio de la distorsión, las frases fuera de contexto y el empleo de unas eficaces anteojeras mentales. No pudo ver, así, que entre el público, además del polémico personaje antes mencionado -víctima a su vez del terrorismo, no se olvide nunca- se encontraban personas de posiciones políticas tan dispares como la viuda de un destacado dirigente socialista guipuzcoano asesinado por ETA, un ex-ministro de la UCD también víctima del terrorismo, etc. 

Y el miércoles inmediato, siguiendo la valoración del acto en el blog de Ynestrillas, volvieron a la carga intentando buscar argumentos que apoyaran tamañas distorsiones y desprestigiadas teorías “conspiracionistas”. Esfuerzo inútil. 

Pero no acaba ahí el “seguimiento”. Días después, el pasado 2 de junio, con motivo de una reseña del libro que nos ocupa publicada en el semanario Alfa y Omega, el “progresista” redactor que firma con las iniciales “I.P.A.” creyó encontrar graves discrepancias internas dentro del catolicismo español y supuestas claves ocultas más propias de “El Código Da Vinci” que de un artículo riguroso. 

Volvamos a la presentación en Madrid que origina este comentario.

En esa rueda de prensa no se censuró a nadie; no se excluyó a ningún medio; no se quiso callar la boca a ninguna persona… justo lo contrario de lo que venimos sufriendo en el País Vasco y en otros lugares. 

¿Dónde está el problema, entonces? Pues en el sectarismo de una izquierda presa de su prejuicios ideológicos. Elevados a sumos guardianes de la ortodoxia de lo políticamente correcto, reparten excomuniones a diestro (sobre todo) y siniestro…, con un voluntarismo y una militancia que los hermanos del extinto Santo Oficio ya hubieran querido para sí. 

“Todas las posiciones políticas son legítimas salvo que empleen la violencia”; se viene afirmando machaconamente desde hace semanas y más desde el anuncio de la mal llamada “tregua” de ETA. ¿Todas? No. Seamos realistas: identificarse como “conservador”, de “derechas”, o mantener posiciones políticas disidentes con el poder político y cultural dominante de hoy, por ejemplo, discrepando con la percepción “buenista” de ZP en el llamado “proceso de paz”, expone a la marginación, el insulto, la información maliciosa… la exclusión, en definitiva. Flaco servicio están prestando a la verdad estos supremos “sacerdotes” de la secta progresista de lo “políticamente correcto”. Además, aburren. 

Una sugerencia: modifiquen el subtítulo de su medio añadiéndole “inquisitorial”; a lo de “diario digital progresista”. En su sentido peyorativo, claro está. 

José Basaburua 

Revista digital Arbil, Nº 105, mayo de 2006, especial dedicado al libro "La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas".

EL MANIFIESTO LIBERTARIO: Un programa liberal

El liberalismo ha conseguido refutar todas y cada una de las ideas del socialismo. No sólo ha probado que bajo el capitalismo los ricos se hacen ricos y los pobres también, además ha defendido coherentemente la libertad en todos los campos. Pero sus voceros todavía no llegan a todas las capas de la sociedad. En el fondo, el liberalismo carece del atractivo del socialismo.

Pensemos por un momento en una persona desafortunada, a la que el socialista le dice: "La culpa de lo que te sucede no es tuya sino de la sociedad". Por el contrario, el liberal le diría: "Las personas son libres, luego tienen que ser responsables de su destino". ¿Alguien cree que esa persona en cuestión se haría liberal? 

Frente al bello (y falso) discurso de la igualdad de oportunidades y de la lucha contra la discriminación sexual, el ideario del liberalismo se ha centrado históricamente en la economía, dejando a un lado éstas y otras cuestiones que preocupan a la ciudadanía. De ahí que libros como el que comentamos esta semana sean positivos, porque aclaran que lo importante para el liberal es el individuo, y que por eso se opone a las propuestas de la izquierda que restringen la capacidad de las personas para buscar su felicidad y vivir en libertad. 

El objetivo del liberalismo puede resumirse en que hay que "romper con todos los aspectos del Estado populista; con su asistencialismo y su belicosidad; sus privilegios monopolísticos y su igualitarismo, su represión de crímenes sin víctimas, tanto personales como económicos"; y abogar por la "tecnología sin tecnocracia; [el] crecimiento sin contaminación, [la] libertad sin caos, [la] ley sin tiranía, [la] defensa de los derechos de propiedad en la propia persona y en las posesiones materiales".  

Este programa ofrece algo más que un mero reajuste económico para reducir la inflación o los impuestos. Como irónicamente señala Rothbard, semejantes propuestas no conseguirían llevar la gente a "las barricadas". Convencer significar plantear claramente lo que se pretende y lo que conviene a las personas. Para ello, Rothbard reconstruye la defensa del liberalismo a partir del concepto de autopropiedad. Según este autor, cada persona es un ser racional capaz de actuar por sí mismo y hallar los medios precisos para sobrevivir.

Dicho de otro modo, es dueño de su cuerpo.  La propiedad sobre las cosas se aprecia como una simple prolongación de ese principio. Tal y como se explica en el libro,  "la propiedad que se pone de manifiesto mediante el trabajo participa de los derechos de la persona de quien emana; como él, es inviolable en tanto no entre en colisión con otro derecho. Del mismo modo, es individual, porque tiene su origen en la independencia del individuo y porque, cuando varias personas han cooperado en su creación, el dueño final ha comprado con un valor el fruto de su trabajo personal, como sucede con los artículos manufacturados". Al igual que no podríamos negar a Edison la comercialización de la bombilla incandescente, dado que fue fruto de su invención, ni permitiríamos que una persona pudiera arrebatar a otra sus hijos o su pareja (aunque justificara su necesidad), el liberalismo se niega a aceptar la legitimidad de los impuestos, porque, en el fondo, son un robo perpetrado por el Estado.

Con los tributos se obliga al ciudadano a realizar trabajos forzados un cierto número de horas al año. ¿Por qué asumir que el poder político nos expolie, cuando consideramos un sacrilegio que nos saqueen a punta de pistola? ¿En qué se distingue un ladrón de un Estado? Aunque la pregunta resulte ofensiva a primera vista, si todos los impuestos son justos, entonces no nos podemos quejar de que sean excesivos. Y si llegamos a la conclusión de que no lo son, ¿no estaríamos reconociendo la ilegalidad de su recaudación? 

Intentar refutar esta demoledora crítica apelando al bien común o a la necesidad de financiar los servicios públicos quizás permitiera contener la marejada. Pero el dique aguantaría poco. Es más, con la potencia de Rothbard el argumento se derrite como la mantequilla al fuego, ya que nuestro autor demuestra que cualquier servicio público ha sido prestado por el mercado en el pasado. Por tanto, los tributos son injustificables. 

Pongamos el caso de las carreteras. Aparentemente, parece que si el Estado no se ocupara de construirlas los pueblos estarían incomunicados, y hasta los habitantes de las grandes urbes tendrían problemas para llegar al trabajo cada día. Pues bien, Rothbard recuerda que, "a partir de 1806, una compañía privada organizó y estableció la gran red con sistema de peaje que hizo de Inglaterra la envidia del mundo".  Además, si las carreteras se privatizaran los empresarios podrían reducir drásticamente los atascos, poniendo de relieve el fracaso estatal en este campo, como en tantos otros. Les bastaría con cobrar peajes variables para desincentivar la circulación en horas punta.  El capitalismo provee todo lo que precisa la sociedad porque depende del consumidor. Éste, al comprar, elige. Sin embargo, cuando vota está limitado tanto en las opciones que se le presentan como en el control que ejerce sobre los políticos; máxime si sólo puede decidir cada cuatro años. En cambio, el mercado penaliza cada día a quienes no satisfacen al consumidor.  A nadie se le escapa que, cuando a alguien le asaltan la casa, el Estado no le indemniza por incumplimiento de contrato si la policía llega tarde.

En cambio, sí tiene la desvergüenza de prohibirle defenderse por sí mismo. Cada vez más gente acude al mercado en busca de dispositivos de seguridad para sus casas, porque no se fía de que la policía vaya a evitar que le maten, roben o violen, y de que la Justicia encarcele a los culpables. Conviene que no nos engañemos más. Cuando la vida y la propiedad pertenecen, en última instancia, al Gobierno y la libertad de las personas es vulnerada (por ejemplo, cuando se les prohíbe consumir drogas, o abrir sus negocios cuantas horas quieran), hablar de ciudadanos soberanos cuyos derechos están protegidos por el Estado es como llamar arroyo al Amazonas o cerro al Himalaya. Rothbard no elude los temas complejos y demuestra que el emperador está desnudo. A quien no quiera verlo, tras leer su libro, sólo le quedará mirar hacia otro lado o tirar las gafas a la basura.  

Es ésta una obra importante, sin duda, hasta cuando plantea a las claras la sustitución total del Estado por el mercado, algo que no todos compartimos. Sin embargo, todo liberal que se precie debe creer, con Jefferson, que "el mejor Gobierno es el que menos gobierna, y el que gobierna menos es el que no gobierna en absoluto". 

Por Gorka Echevarría Zubeldia 

Murray N. Rothbard: Hacia una nueva libertad. El Manifiesto Libertario. Grito Sagrado (Buenos Aires), 2005; 373 páginas.  

Libertad Digital, suplemento Libros, 9 de junio de 2006