Blogia
Políticamente... conservador

La superstición del cambio permanente

Se ha hablado mucho de lo que dijo Rajoy hace unos días: "Mirar al futuro". Se ha hablado menos de otra cosa que dijo en el mismo acto y que, sin embargo, es más interesante, a saber, que el Partido Popular tiene que "adaptarse a una sociedad en cambio permanente". Es una frase bastante común, poco original, pero muy del gusto de la tecnocracia dominante y, sobre todo, que queda bien en los discursos, porque deja pensar que quien así se expresa es hombre tranquilo y hasta inofensivo, sin ganas de meterse en líos y partidario de dejar a la gente que funcione como quiera.

Ahora bien, la bonancible fórmula pierde un poco de fuste si uno examina a fondo su contenido. ¿Por qué una sociedad ha de estar "en cambio permanente"? Y eso, ¿es bueno o es malo? Por otro lado, ¿quién promueve los cambios? ¿Y en qué dirección? ¿O es que las sociedades cambian solas, al margen de los hombres que las componen? ¿Estamos ante una especie de "animismo sociológico", una fe torda en que la sociedad genera por sí misma sus propios movimientos? Y entonces, ¿adaptarse a una sociedad "en cambio permanente" no sería tanto como renunciar a cualquier acción significativa sobre nuestra vida común?

Eso de la "adaptación al cambio social" viene siendo una constante retórica en el discurso de la derecha política desde hace unos cuantos años. En esa filosofía –y esta vez el término no está mal empleado- hay dos fuentes bastante transparentes.
 
Una es la mentalidad progresista, ciertamente dominante, según la cual la naturaleza de la sociedad –de toda sociedad- es el cambio permanente, la transformación continua, bajo la tácita superstición de que todo cambio es en sí mismo positivo. La otra fuente es el apoliticismo neoliberal, que predica la abstención de los gobiernos en materia de principios colectivos, de razones para vivir juntos, y estigmatiza como "ingeniería social" todo intento de dar forma a la comunidad política según convicciones "fuertes".

El resultado es la apología de la inhibición. Los ocho años de gobierno del Partido Popular han sido letales en este aspecto.

Un partido que se adapta a los cambios de la sociedad es, sin duda, una asociación de hombres tranquilos, y eso siempre inspira sentimientos confortables, pero tal actitud presenta un inconveniente no menor: renuncia expresamente a pilotar los cambios sociales. Lo cual, en la práctica, significa dejar que sea el rival quien marca el tempo y la intensidad de los mencionados cambios. Y si los cambios en cuestión caminan hacia posiciones antitéticas de las que uno mantiene, ¿qué hacemos? ¿Cambiamos de posiciones para "adaptarnos" mejor? Y en ese caso, ¿no dejaremos de ser lo que somos? Y entonces, ¿para qué necesitamos un partido político?

Si el modelo de sociedad que ofrece el PP es la inexistencia de modelo alguno y la mera "adaptación" al modelo ajeno, deberían decirlo más claramente. Más que nada, para que los demás sepamos a qué atenernos.

 

José Javier Esparza

 

El Semanal Digital, 26 de septiembre de 2005

 

0 comentarios