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Políticamente... conservador

El debate sobre las relaciones entre occidente y el islam

Entrevista a Piersandro Vanzan, sj y a Roberto Bertacchini, autores de un estudio

ROMA, martes, 9 mayo 2006 (ZENIT.org).- El último número de la revista «Studium» (n.1/2006), bimestral, publica un ensayo que ha tenido un fuerte impacto en Italia, titulado «La cuestión islámica», en el que se analizan temas como el terrorismo fundamentalista, la inmigración, el antisemitismo, las diferencias entre occidente y el mundo árabe, el diálogo religioso, y los virtuales escenarios futuros.

El ensayo lo firman Piersandro Vanzan, jesuita, profesor de Teología Pastoral de la Universidad Pontificia Gregoriana, y colaborador de la revista jesuita de cultura «La Civiltà Cattolica», y Roberto A.M. Bertacchini, investigador y colaborador de Vanzan.

«Studium», publicación cultural católica, fundada en Florencia en 1906, que fue primero órgano de la Federación de Universitarios Católicos Italianos (FUCI) y posteriormente, en 1933, del naciente Movimiento de Licenciados de Acción Católica, ha contado en su historia con colaboradores de la talla del entonces monseñor Giovanni Battista Montini, luego Pablo VI.

En esta entrevista concedida a Zenit, los autores del ensayo subrayan que «el contacto con el islam subrayará las contradicciones y los evidentes límites del pensamiento laicista, por lo que se agudizará la brecha entre laicistas miopes y laicos con amplitud de miras».

--En su artículo, sostienen que el terrorismo, el odio antioccidental y antijudío, y la inmigración, son parte de un proyecto global para la islamización de Europa. En este sentido, afirman que «la islamización de occidente, no es un fantasma ni un temor, sino una intención». ¿Pueden explicar por qué dicen esto?

--Bertacchini-Vanzan: En el artículo que usted cita, argumentamos ampliamente el tema. En breve, podemos decir que el islam de hoy es una reacción fundamentalista a occidente, nacida a partir de los años veinte, y que tras la segunda guerra mundial se agrava por el cambio de la situación política en Palestina. Lamentablemente, el islam percibe a occidente como una amenaza mortal, independientemente del tema de la presencia de tropas estadounidenses en Irak.

A gran parte del mundo islámico no le gusta que el cine y la televisión enseñen modos de vivir y modelos opuestos a los islámicos. No se trata sólo de mujeres en minifalda, sino de la presentación de una sociedad basada en principios opuestos: por ejemplo de igualdad formal entre sexos, religiones, libertad de elección del estado civil, etc.

Y todavía menos gusta que las chicas musulmanas europeas elijan a su compañero sin el consentimiento de los padres o los hermanos, que no lleven el velo, que a lo mejor elijan la profesión médica, o la de juez o soldado, y cosas así. Estas decisiones repercuten en los familiares, sobre todo los más jóvenes, que se quedaron en los países musulmanes de origen.

Si no se dialoga sobre esto, estas decisiones acabarían por resquebrajar la solidez de instituciones sociales más que milenarias. Y por ello, gran parte del islam --obviamente no faltan excepciones--, de forma no oficial, reacciona y fomenta, o por lo menos aprueba, tanto las guerras regionales --desde Filipinas a Chechenia, desde Nigeria a Yugoslavia--, como los actos terroristas --desde extremo Oriente a Nueva York--, detrás de los que hay, necesariamente, una poderosa máquina organizativa, financiera e ideológica.

En este contexto global, asume una gran importancia no sólo el peligroso asunto iraní, sino la perspectiva de una lucha a muerte contra Israel. Un objetivo que no se puede lograr sin golpear o por lo menos neutralizar el papel estratégico de Europa. De ahí la importancia de su islamización.

--También afirman que hay imames moderados, pero que el islam en su conjunto es de algún modo incompatible con las democracias liberales, por la aceptación parcial de los conceptos de libertad y de derechos humanos. ¿Podría darnos algún ejemplo?

--Bertacchini-Vanzan: Un ejemplo de imam moderado es uno de Londres, entrevistado por Michele Zanzucchi en el libro «El islam que no da miedo». Lamentablemente, ese imam ha muerto hace poco, y no conocemos otros moderados de ese nivel.

En cuanto a la libertad, habría mucho que decir. Por ejemplo, las jóvenes cristianas mantenidas como esclavas, incluso para uso sexual, en el alto Egipto, cuya existencia ha documentado muy bien el periodista Antonio Socci. Afortunadamente, hay una organización estadounidense que tiene el objetivo de liberarlas e incluso han obtenido cierto éxito, pero muchas permanecen sin redimir.

Y luego existen auténticas situaciones de persecución, de las que habla Samir Eid, que llegan a transformar la sociología religiosa de naciones enteras, con una depuración progresiva y una islamización forzada de los cristianos.

El drama en Darfur (Sudán) sigue siendo emblemático. Y no están mejor los islámicos que se permiten diferir abiertamente de la línea ideológica fundamentalista. Los periodistas Magdi Allam y Oriana Fallaci han documentado suficientemente estos casos. ¿Nombres? Farag Foda, asesinado en Egipto en 1992; Mahfuz, premio Nobel, apuñalado casi mortalmente en 1994; Rashid Boudjedra, encarcelado varias veces; M. Boukobza, asesinado en Argelia; Taslima Nasreen condenada a muerte, y podríamos seguir.

--Hablan también de la «necesidad de una gran autocrítica en cuanto a las relaciones con el islam, que abandone el "buenismo" ciego y suicida», y se proponga una estrategia de diálogo y de tolerancia con un objetivo. ¿Pueden explicar cómo desarrollar una estrategia de este tipo?

--Bertacchini-Vanzan: Sobre este tema, consideramos más prudente esperar las orientaciones de Benedicto XVI. Nos gusta ser coherentes con lo que dice el Papa. Pero, en general, hay que admitir que, tras el Concilio Vaticano II, se ha dialogado bastante pero con escasos resultados. Y juntos debemos reconocer que muchos católicos se han quedado atrapados en la retórica del diálogo en sentido único, sin reciprocidad.

Un caso bastante positivo es el de los focolares que a menudo han logrado buenas relaciones tanto con creyentes de otras religiones como con no creyentes. Los casos negativos son en cambio aquellos en los que los católicos son simplemente instrumentalizados pero no reciben contrapartidas significativas en respuesta a su apertura. Y esto, lamentablemente, sucede continuamente por ejemplo cuando se pretende abrir grandes mezquitas en Europa, pero se niega el permiso para poder construir aunque sea una capillita en Arabia Saudita.

--En la última parte de su ensayo, afirman que el «islam de hoy presenta a Europa el problema del reconocimiento civil de su identidad». ¿Qué quieren decir, que Europa debe volver a ser profundamente cristiana y fautora de aquél humanismo cultural y espiritual que ha iluminado al mundo durante siglos?

--Bertacchini-Vanzan: Bueno, hay que ser realistas. Auspiciar vueltas al pasado es ingenuo. En cambio, hay que trabajar por un futuro socialmente más sereno. Y el punto clave es que esto no es posible basándonos en las posturas ingenuas de algunos laicistas, ni en la postura de demasiados católicos resignados a la islamización de Europa.

El concepto de estado multiétnico no coincide con el de sociedad intercultural. Este tema exigiría otra entrevista. De todos modos, un punto es cierto: las civilizaciones y las religiones no son como los números que siempre admiten un máximo común divisor. De hecho, algunas son entre sí inconmensurables. La idea de tolerancia se ha desarrollado en Europa porque se conjugaron lo mejor posible --aunque con muchos esfuerzos--, las raíces (ascendencias/herencias) bíblicas con los frutos de la modernidad. Pero este esquema no es transferible sin más a cualquier contexto sociopolítico.

En resumen, en este artículo queríamos decir que el contacto con el islam pondrá en evidencia las contradicciones y los evidentes límites del pensamiento laicista, por lo que se agudizará la brecha entre laicistas miopes y laicos con amplitud de miras. Estos últimos, serán capaces de esa autocrítica en la que los primeros ni siquiera quieren pensar, y llegarán a una confrontación serena y fecunda con el mundo católico. Es decir, con su parte todavía tendencialmente sana y fiel al Papa. «Quod est in votis», al menos por nuestra parte.
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