Por qué el PP no está a gusto en la calle
Fue después de la manifestación del miércoles. Desde donde yo estaba, justo detrás del mussoliniano monumento a la Constitución, vi salir a Acebes y a mi amigo García Escudero. Había algo cómico en la precipitación con que las personalidades abandonaban el lugar. Corrían apresurados para ganar sus potentes vehículos oficiales, como si el contacto con el populacho les molestara. Acebes, visiblemente azorado, protegido por la muralla de sus guardaespaldas, respondía a la gente que acudía a saludarlo con un gesto entre afable y distante, como el que se dispensa al servicio. Al mismo tiempo, los sentimientos del pueblo iban girando a medida que los grandes hombres se alejaban: de los gritos de "Bravo" y "Ánimo" se pasaba rápidamente al "Más mala leche" y "Más caña". Cuando los coches partieron a toda velocidad, calle Vitrubio arriba, llevaban tras de sí una comitiva de ciudadanos indignados cuya voz era al mismo tiempo de estímulo y de cabreo. No podría decirse si vitoreaban a los políticos del PP o si los estaban abroncando. Quizás ambas cosas a la vez.
¿Merece el PP ser abroncado? Veamos: la política de Zapatero ha fragilizado la unidad nacional, ha invertido la posición del Estado ante el terrorismo, ha roto la cultura social con un radicalismo arbitrario y ha dislocado los equilibrios derecha/izquierda en beneficio de los partidos separatistas. El resultado es algo muy parecido a un cambio de régimen. En semejante tesitura, la derecha social se hace una pregunta: ¿debe combatir contra un Gobierno o contra un sistema? Y esta pregunta, en la calle Génova, suscita general canguelo, porque el PP, inevitablemente, forma parte del sistema y no podría sobrevivir fuera de él. Así que el PP está atrapado entre una disidencia de principios y la fidelidad al sistema del que forma parte. Para la derecha política, es una situación angustiosa. Para la derecha social, es exasperante.
Cuando se grita "A por ellos" hay que cuidarse de que el camino haya quedado bien marcado. De lo contrario, la fuerza puede adoptar direcciones imprevistas. Lo que hoy se está viviendo entre los elementos más activos de la protesta ciudadana, que descansa sobre todo en la derecha social, es un impulso de dirección incierta, desconcertada, algo así como una fuerza centrífuga de trayectoria caótica. La culpa de eso no la tiene Rajoy, sino Zapatero. Pero es el PP, si quiere aprovechar la ola, quien tiene que marcar la dirección. De lo contrario, el "A por ellos" se convertirá en un lema de doble filo.
José Javier Esparza
El Semanal Digital, 14 de julio de 2006
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