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Políticamente... conservador

Crítica social

«Kulturkampf»

«Kulturkampf»


Hay algo que difícilmente va a cambiar ya en el estado anímico de los españoles y en el escenario político, social y cultural de España en años, sea cual sea el resultado de las elecciones del 9 de marzo. Se equivocan quienes creen que la polarización política, la destrucción del tejido social y de la voluntad de convivencia impuesta a la legislatura se revelará como fenómeno pasajero. El radicalismo sectario y la voluntad excluyente no son la «enfermedad infantil del zapaterismo» (Lenin pixit-dixit) sino la esencia de un proyecto político aglutinado en torno a una persona, rodeado por una guardia pretoriana intelectual encanallada, una sofisticada y abrumadora maquinaria de intoxicación y una soldadesca política que busca la eliminación de todo disenso, crítica y oposición. Aunque Zapatero tuviera un arrebato de decencia para dimitir o su partido para inhabilitarlo, mucho tardará en recomponer el (aún) ciudadano español, la voluntad de convivencia y respeto que existía antes de que Z nos lanzara hacia «las ansias infinitas de paz».

Esta última semana demuestra que la deriva en la que nos embarcó un presidente del Gobierno llegado de la nada con el único bagaje del odio a su antecesor y su mensaje redentorista, nos ha llevado a una situación de difícil retorno. La proclamación oficial de la existencia de un enemigo interno en el sistema democrático se produjo muy pronto en la legislatura cuando Zapatero se identificó plenamente con un bando de la guerra civil y proclamó su voluntad de llevarlo, 70 años después, a la victoria. Para imponer así su intrínseca bondad. Quienes se opusieran se situaban con el mal y eran enemigos a batir y humillar.

Pronto es para hacer balance de tanta desgracia. La catarata de insultos, descalificaciones e insidias, las manipulaciones y tergiversaciones de las palabras críticas hacia el poder la única oposición parlamentaria del PP, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, movimientos cívicos y ahora la Iglesia Católica y la infinita sumisión de la inmensa mayoría de los medios de comunicación al dictado de un líder tan despreciado como temido que muchos se resignan o desean ver ya como fundador de un nuevo régimen, han creado ya en España una situación de democracia anómala. Nada tiene que ver con la legítima y leal competencia entre opciones políticas, diversas y adversarias, pero con vocación de buscar el bien común de toda la sociedad.La voluntad de Zapatero de consolidar un nuevo régimen que nada tiene que ver con letra y espíritu de nuestra constitución, -con una victoria en las urnas que considerarán un plebiscito a favor de toda su política-, se traduce en su política sistemática de quebrar la voluntad de los discrepantes, acallar toda voz crítica y amenazar a disidentes potenciales.

A pocos parece importar que voceros del régimen, desde ministras a columnistas llamen al frentepopulismo con independentistas y socios de ETA a la ofensiva común para la liquidación de la oposición en Cataluña o a la sedación de opositores (curioso resulta que un periódico publique el deseo de una escribidora de ver muerta a una líder de la oposición y la envíe a la sala de urgencias con el doctor Montes. Grave lapsus freudiano de la indigente intelectual. Su periódico no lo percibió, habituado como está al olor de su sentina. Montes debería querellarse contra Torres por sugerir que es Mengele).

Miedo

Este nuevo «Kulturkampf» desatado por Zapatero, ante la temida posibilidad de que toda su tropa reclutada en la selección de los peores del PSOE se quede sin sueldo el 10 de marzo, nos lleva al enfrentamiento social. Aquí no hablamos del Estado laico que Bismarck defendió en su día. Se trata de la persecución de la oposición y por tanto de una voluntad totalitaria cada vez más agresiva. La Iglesia debe callar ante la amenaza de linchamiento. Eso sí, la SGAE tiene franquicia fanariota con el canon. La oposición no debe oponerse ni a la mentira del presidente respecto a las negociaciones con ETA -que ningún jefe de Gobierno europeo habría sobrevivido políticamente-, ni a la coordinación de políticas con la banda terrorista, ni a la ocultación de datos sobre economía. «Nadie se oponga porque no lo vamos a tolerar». Sería recomendable que todos los españoles empezaran a tener miedo.

 

HERMANN TERTSCH

ABC, 4 de febrero de 2008

Retorno al mayo francés

Retorno al mayo francés


Estos son los más conspicuos firmantes -y hacedores de vídeo- del Manifiesto de las Cejas en apoyo de Zapatero ante las próximas elecciones: Concha Velasco, nacida en 1939; Juan Manuel Serrat, nacido en 1943; Víctor Manuel, en 1947; José Luis Cuerda, en 1947; Joaquín Sabina, en 1949; Pedro Almodóvar, en 1951; Ana Belén, en 1951 y Miguel Bosé, en 1956. Con la excepción de doña Concha, que sin duda se remonta a épocas pretéritas, casi todos ellos superan o rozan los sesenta años. Son, en suma, la generación del Mayo francés, la del relativismo filosófico, la de la mentecatez llevada al extremo, la del existencialismo nihilista sartriano, la generación que comenzó criticando al poder hasta que, al final, decidieron usurparlo -para poder cambiarlo, naturalmente-. La misma generación hoy acusada por el presidente de Sarkozy de haber creado una sociedad de aprovechados.

 

Es curioso, porque, por general, los admiradores son más jóvenes que admirados pero, en este caso, se invierten los términos -no es una expresión homófoba-. ZP pertenece a la Generación “X”, la generación perdida tras la marea progre. El líder suele mirar al futuro y atraer a sus seguidores, pero con el Zapatismo ocurre justamente al revés: es el líder quien mira al pasado, hacia la Sorbona del 68 y hacia la tontuna indulgente del ‘hipismo’, enfermedades que, como la adolescencia, se curan con el tiempo.

 

Otra curiosidad, hasta ahora, tanto la izquierda como la derecha tenían claro que la experiencia del mayo francés había sido un desatino que convenía olvidar. Recordemos que los sindicatos obreros franceses enseguida se desentendieron de un movimiento al que calificaron con gran acierto como “gamberrismo”. Su lucha era por la justicia social, no para que unos jovencitos pudieran fornicar.

 

Con el Mayo francés, la izquierda se convirtió en progresismo. La lucha contra la pobreza se cambió por la lucha por la desesperanza, y por una anti-ideología que podríamos resumir así. “Abajo los curas y arribas las faldas”. El progresismo es la aniquilación de  la izquierda política.

 

Pues bien, ZP ha vuelto al progresismo y le apoya la generación progre. Quizás lo más llamativo es que, si hay un nota distintiva del mayo francés es la desesperanza, las vidas destrozadas, amargas, de Sartre, Marcuse, Sontag, Foucault, Beauvoir, evocan cualquier cosa menos la alegría que Zapatero pretende vendernos como signo distintivo del zapatismo. Si algo distingue al progresismo, es la desesperación, estación término de quien no encuentra un sentido a su vida.

 

Bueno, tampoco conviene olvidar al artista invitado, Luis Montes, muy creativo en materia de sedaciones. Un verdadero artista, asimismo correspondiente a la Generación del Mayo francés.

 

Eulogio López

Hispanidad, 11 de febrero de 2008

Ahora y aquí: otro proyecto es posible

Ahora y aquí: otro proyecto es posible Tenemos un gobierno que en su programa electoral propone disminuir el IVA de los preservativos pero no de los pañales; que subvenciona y fomenta el aborto y no dedica ni un solo euro, ni un solo servicio, a atender a la mujer embarazada con problemas económicos; que llamándose progresista y de izquierdas establece una ayuda fiscal de 400 euros que sólo favorecerá a los ingresos más altos, acentuando así el proceso de injusticia social que este país ha ido acumulando a lo largo de estos años de crecimiento económico.

 

Ante ello y otras muchas cuestiones, como el caso de las leyes de excepción españolas, mucha gente considera que otro proyecto es posible. El acto del pasado 27 de enero, en Barcelona, es una constatación de ello.

 

Las propuestas que allí se hicieron, a pesar de nacer de una fuente cristiana, no necesitan de la fe para ser asumidas sino simplemente de la capacidad de razonar la bondad, e incluso la eficacia de las cosas. Es lo que podríamos calificar con propiedad de “catolicismo cultural”, que no exige de la fe, ni tan siquiera de una actitud de respeto hacia la Iglesia.

 

Mauricio Pera, el expresidente del senado italiano, agnóstico, es un exponente de esta concepción cultural, en este caso además con una gran simpatía hacia lo que la Iglesia representa. Pero hay otros prototipos, por ejemplo el de Joska Fisher, el conocido ex ministro de Asuntos Exteriores y Vicecanciller alemán, del partido de Los Verdes, un post progre 68, que se ha casado cinco veces por lo civil y que no tiene ningún empacho en proclamarse católico por cultura en unas recientes manifestaciones en La Vanguardia, en las que no manifiesta muy poca afinidad con la Iglesia.

 

Esta concepción, que nace de una cultura católica, promueve que la moral sí tiene sentido y debe guiar la vida pública sin menoscabo de las libertades individuales. Afirma que la verdad es distinta que la mentira, y que la libertad sirve precisamente para poder llegar a diferenciar una cosa de la otra. Constata que es algo muy distinto afirmar la libertad que cada uno tiene con su vida privada. Pretende que todas las conductas y relaciones que la libertad pueda generar tengan el mismo valor y significado para la sociedad y, por consiguiente, los poderes públicos deben establecer políticas de fomento para aquellas que son buenas para el presente y el futuro de la propia comunidad.

 

Es mejor que los niños nazcan a impedir con violencia su nacimiento, porque así no sólo se niega un derecho elemental, como es el derecho a vivir, a alcanzar la condición de persona, sino que además se comete un tremendo daño social y económico. Social al determinar que hay estados de vida humana que por su propia naturaleza no tienen derecho a existir. Económico porque representa una sangría de miles de millones de euros, perfectamente calculables en términos de capital humano, precisamente aquel que es más valioso en un mundo globalizado y competitivo.

 

Se trata de afirmar que es mejor el matrimonio, es decir un compromiso firme y sólido con voluntad de permanencia, abierto a la descendencia y con capacidad para educarla, que el individualismo en las relaciones de pareja, la fragilidad de los acuerdos, el cerrarse a tener hijos.

 

Nadie debe ser obligado a perder su soltería o a configurar una pareja de hecho o cualquier otra unión de convivencia, pero sí deben los poderes públicos, con sus leyes, favorecer a aquello que es bueno para el país, es decir a los matrimonios, a las estructuras familiares estables, a la voluntad de tener hijos, y a la reconciliación cuando existe conflicto como prioridad a la judicialización imperativa de dicho conflicto.

 

Se trata, también, de que es necesario que el proyecto educativo reconozca la autonomía de los centros para que así puedan adaptarse mejor a sus contextos sociales; el apoyo prioritario a aquellos que se encuentran con alumnos con mayores penurias socioculturales; la libertad de los padres para elegir centro de acuerdo con sus preferencias religiosas, morales y pedagógicas; evitar el sexismo inverso que está condenando a generaciones de muchachos al fracaso escolar en unos términos que duplican al de las chicas, sin que ni una sola voz se alce para preguntarse las causas de esta radical diferencia.

 

Es necesario afirmar que las políticas de transformación económica a la búsqueda de una mayor justicia social compatible con la productividad, la competitividad, y la innovación, deben volver a ser el eje de las políticas públicas, en lugar de estas obsesiones, ya casi sospechosas, por todo lo que guarde relación con el sexo, bautizado de “nuevos derechos”.

 

Es urgente que nuestra sociedad y en especial los jóvenes asuman que la libertad lleva aparejada la responsabilidad, y esto significa tener conocimiento previo y asumir las consecuencias de sus actos.

 

Que en la educación de los jóvenes la educación sexual no puede ser convertida en una especie de preparación para un deporte de contacto, donde lo único importante es el preservativo, sino que debe estar integrada en su maduración sexual y afectiva. Carece de todo sentido situar la emancipación sexual en términos legales a los 14 años, y situar entre los 16 y 18 todas las demás mayorías, porque esto significa trivializar la importancia de dicha relación. Es imperioso devolver a la educación la importancia del respeto, del orden y del esfuerzo. Estos en si mismos no son nada más que medios al servicio de la formación del carácter y de la mejor eficacia en el trabajo colectivo.

 

Hay que negarle al Estado de manera rotunda toda intención de educarnos en cualquier ideología, incluida la del laicismo o cualquier otra de sus creencias. Aconfesionalidad, neutralidad del Estado, no significa solo que éste no pueda tener una religión, sino que no puede tener ninguna ideología, y que sus únicas normas son las que se encuentran reflejadas en la Constitución. Ni tan siquiera puede adoctrinar sobre las leyes que aprueba porque éstas son tan fungibles como la mayoría que las ha apoyado. Aunque debe, eso sí, velar para que los ciudadanos tengan una correcta información, estrictamente objetiva de sus contenidos.

 

Es necesario poner ante los jóvenes y los que no lo son tanto -aquellos que merodean los 40 o 45 años hacia abajo- el durísimo futuro que les espera para que con conocimiento de causa puedan plantear su opinión y sus preferencias políticas. Van a vivir simultáneamente cuatro crisis tremendas: la económica, la del estado del bienestar, la de la energía y la medioambiental. España está particularmente mal situada en relación a las cuatro, por imprevisión, por políticas equivocadas, por situación geográfica.

 

No podemos condenar a nuestros hijos y a nuestros nietos a la mentira de que la vida es una fiesta, que puede vivirse a base de rallita de coca, porrito o unos cuantos cubatas, que el trabajo no es nada más que un intervalo entre fiesta noctámbula y fiesta noctámbula de cada fin de semana, y que el amor es una simple tarea genital.

 

Estas y otras muchas cuestiones serán cada vez más asumidas y defendidas por la mayoría porque ahí se juega la vida real. Quizás sea la causa de que cada vez que afloran estas opiniones, sectores de esta extraña progresía de la desigualdad social, se manifiestan histéricos y, a falta de mejores razones, practican el insulto directo, la coacción y la amenaza.

 

Forum Libertas, 30 de enero de 2008

La New Age o la gnosis postmoderna. La Nueva Era, en el fondo, es narcisismo y autismo misticoide

La New Age o la gnosis postmoderna. La Nueva Era, en el fondo, es narcisismo y autismo misticoide Uno de los rasgos que caracteriza a nuestro mundo es el renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age. Al margen de las afinidades entre algunos ingredientes del gnosticismo en cuanto sistema ideológico y la New Age, ésta puede ser catalogada como una forma de gnosis.

Esta nueva forma de gnosis se adentra en las profundidades del yo mismo, trata de explorar las fuerzas ocultas de la mente, de la conciencia, también en sus estratos inconscientes. La idea prototípica de la gnosis es que el ser humano se salva a sí mismo a través del conocimiento.

Según la New Age, el hombre debe aspirar a la expansión de la conciencia, es decir, a su desarrollo máximo hasta llegar al estrato freático de la energía crística. Cuando se llega a este nivel, se extingue la luz de los sentidos y de la razón.

 

El yo consciente queda, entonces, inundado por corrientes luminosas nuevas que lo llenan de gozo y de paz. Entonces aparecen los estados alterados de la conciencia y sus fenómenos derivados: la iluminación, los éntasis, los éxtasis, los viajes astrales, la clarividencia, la clariaudiencia, las locuciones o voces interiores y las mil y una formas de adivinación.

 

La New Age es radicalmente egocéntrica, o mejor, psicocéntrica. Pues el objeto de esta nueva forma de gnosis no es Dios, sino el hombre, pero no el hombre íntegro en su unidad psicosomática, sino su espíritu, su conciencia. Se niega la alteridad, la vinculación a otro ser, la religación con el Fundamento último de la realidad. De ahí la peculiaridad de la gnosis en cuanto iluminación o revelación.

 

La iluminación de la New Age, como la gnóstica, no consiste en un mensaje recibido de Dios distinto del hombre. Se trata de una autorevelación o iluminación interior, o sea, de un mensaje emitido en y desde el inconsciente, que se manifiesta sobre todo en los estados alterados de conciencia.

 

Los acólitos de la Nueva Era, como los gnósticos del siglo II, sienten una especie de horror a la doctrina dogmática proclamada desde fuera, desprecian la autoridad de la Iglesia católica en cuanto intérprete de la Revelación, aunque acepten las revelaciones individuales esotéricas.

 

El absoluto psicocentrismo de la New Age explica, asimismo, que su gnosis, como la gnóstica, sea también salvífica. El hombre se salva a sí mismo por sus propias fuerzas y esfuerzos.

 

Para tal salvación cuentan mucho los grados extraordinarios de expansión de la conciencia y de los llamativos fenómenos místicos, pero tienen también su importancia las actividades de la vida ordinaria bien hechas, la meditación o concentración psicológica, el optimismo voluntarista, el recurso a la medicina y dietética alternativas.

 

Así se llega, ya en esta vida, al estado de gozo, paz, armonía con uno mismo, con los demás, con el entorno ecológico y con el universo. Pero cada uno se salva por obra de la mente, no por la fe, ni por la gracia de Dios.

 

En definitiva, la New Age es una espiritualidad narcisista, cae en el autismo o ensimismamiento psico-misticoide, encerrado en sí mismo y al margen de la llamada cuestión social y de la preocupación por los demás, especialmente de los más necesitados. Tal situación es fruto del psicocentrismo y del fatalismo astrológico de la New Age, así como de su creencia en la reencarnación o renacimiento y en los ciclos cósmicos.

 

Desde la perspectiva de la New Age, las religiones institucionalizadas quedan reducidas a exteriorizaciones, más o menos fosilizadas y degeneradas, de ese núcleo común. Las diferencias existentes entre las diversas religiones serían producto del relativismo o de las circunstancias socioculturales, que son distintas en los diferentes pueblos, culturas y épocas históricas.

 

Este nuevo desafío no es algo radicalmente nuevo en la historia. Se trata de una nueva reformulación. Frente a la gnosis postmoderna, se debe reiterar una y otra vez que lo que salva es el amor y no el conocimiento, que quién salva es Dios y no el ser humano.

 

 

Brujería: una de wicca y otra de candomblé en La Vanguardia y El Periódico

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Merovingios, templarios, códigos y hermandades secretas atestan las librerías

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=1614  

 

Por qué el Yoga, en la filosofía y en la práctica, es incompatible con el Cristianismo

http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=6591  

 

El timo del Evangelio (gnóstico) de Judas

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¿Vuelven las sectas gnósticas?

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Francesc Torralba Roselló   

Forum Libertas, 21 de enero de 2008

Francisco Vázquez y la ingeniería social de la izquierda.

Francisco Vázquez y la ingeniería social de la izquierda.

Nuestro flamante embajador en el Vaticano, el católico socialista, o socialista católico (aquí el orden de los factores sí altera el producto), Francisco Vázquez, ha rectificado en parte sus anteriores declaraciones, por las que criticaba la multitudinaria manifestación recientemente celebrada en defensa de la “familia cristiana”; desmarcándose así de la ofensiva desatada desde la izquierda contra la Iglesia católica.

De modo que, y refiriéndose a algunas de las reacciones producidas ante esa celebración del pasado 30 de diciembre, Vázquez aseguró que “Hubo excesos, pero después hubo excesos intencionados en la repuesta a aquel acto, porque hay sectores y personas con nombres y apellidos concretos que están empeñados desde hace tiempo en una cruzada anti-Iglesia, que intenta relegarla a una posición de silencio”. Unas afirmaciones cuanto menos sorprendentes, pues él, miembro destacado del PSOE, parece ignorar que esos sectores y esas personas “con nombres y apellidos concretos”, no son voces aisladas y sin peso en el seno de la izquierda, sino portavoces representativos y totalmente consecuentes con el pensamiento radical que nutre “su” propio partido. El suyo.

 

Hay que ser bastante ingenuo como para que esta polémica haya cogido desprevenido a nadie. La izquierda española, que nunca fue especialmente original ni creativa, viene experimentando un proceso de radicalización, fruto de las nuevas coordenadas ideológicas del progresismo planetario. Aunque haya descartado, en su conjunto, las teorías y prácticas del desaparecido “socialismo real”, se viene rearmando doctrinalmente con nuevas corrientes elaboradas desde la eclosión del 68: feminismo radical, pensamiento crítico, multiculturalismo relativista…

 

Es incuestionable que buena parte de las políticas de izquierda viene determinada por un maquiavelismo pragmático que persigue la conquista del poder y su conservación a toda costa. Pero no carece de convicciones. Acaso no sean muy numerosas, ni estén excesivamente elaboradas. Pero ahí están.

 

Esta nueva izquierda, cocida en la explosión antiautoritaria y antitradicional del 68, enlaza con algunas de las señas de identidad de las izquierdas: fundamentalmente, el objetivo de una utópica sociedad igualitaria en la que hayan desaparecido las relaciones de explotación y los grupos reaccionarios. Pero, aunque ya no sea la clase obrera el actor revolucionario por excelencia, una novedosa ingeniería social izquierdista trabaja desde la cultura, los medios de comunicación, determinados movimientos sociales y el poder político, por esos ideales “de siempre”; aderezados con consumismo y bienestar sobre una buena base de individualismo. Ah, la gauche champagne…

 

En este nuevo tránsito revolucionario, algunas organizaciones sociales son bienvenidas e impulsadas, como precursoras de ese “ineludible” cambio social: ciertos sindicatos, docentes críticos, autoproclamados defensores de la sanidad pública, secciones del movimiento antiglobalizador, organizaciones abortistas y feministas radicales, intelectuales progresistas, juristas alternativistas… Todos ellos forman esa “sociedad civil” que, junto al PSOE, persigue la transformación de las mentalidades, generando nuevas realidades sociales. Unas nuevas estructuras “liberadas” de los viejos mecanismos de explotación, de diverso adjetivo: patriarcal, oligárquico, capitalista, burgués, reaccionario, anticuado, facha…

 

En este contexto, ni las Iglesias, ni el movimiento pro-vida, ni los grupos identitarios españoles, ni el movimiento cívico de resistencia al terrorismo, ni los padres y madres “confesionales” de alumnos, ni los grupos de víctimas críticos con el actual poder, ninguno de ellos forma parte de esa “sociedad civil” amparada por la izquierda: y es que son estructuras sociales que hay que eliminar, o al menos, acallar. Así se progresa.

 

De nuevo, también para el actual socialismo, la Iglesia es un obstáculo para “el” progreso. Por motivos diferentes que para sus antecesores comecuras y fusilafascistas del siglo XX. Pero, en cualquier caso, la conciben como una estructura “superada” del pasado. Y la admitirá, únicamente, en la medida en que sea una realidad minúscula o que, al menos, una vez domesticada, ya no moleste.

 

Por ello, esas invocaciones a la “familia cristiana” les han indignado tanto: por situar en el centro del escenario social el “quid” de la cuestión. Por atreverse a plantear alternativas concretas, por dar la cara. Tal es la razón última de esta confrontación no buscada por la Iglesia.

 

Para la ingeniería social progresista es objetivo irrenunciable el cambio de las mentalidades mediante la aparición de nuevas formas sociales –decíamos- que “produzcan” individuos dóciles al poder, que comulguen con el pensamiento “políticamente correcto”; sujetos autodeterminados y liberados, los llaman. De ahí la importancia de la Educación para la Ciudadanía; tal y como la entiende esa izquierda que persigue la hegemonía cultural al más puro estilo gramsciano.

 

De modo que cuando se habla de “sociedad civil”, según de quien se trate, se estará refiriendo a conceptos de significación y función difícilmente conciliables.

 

Semejante concepción de la política y del cambio social arrastra a la nueva izquierda a unos comportamientos que, por no pocos observadores, son calificados como totalitarios. Y no puede ser de otra manera, no en vano, es toda una dialéctica de poder la que, en última instancia, le mueve, siendo su pretensión inevitable el control y dirección de toda realidad social. Un totalitarismo al que no le gusta las disidencias y que atribuye legitimidad de actuación en política a los actores que él determine según su conveniencia táctica. De ahí que, en estos momentos, nieguen visibilidad social y, en última instancia, política, a la Iglesia y a cualquier otro actor independiente.

 

Francisco Vázquez es muy libre, como cualquier ciudadano español, de obrar según sus personales convicciones e intereses. Es más, algunos de sus comportamientos, a lo largo de todos estos años, han sido de agradecer; acreditando cierta valentía y libertad personal. Pero tenemos que ser conscientes de las ideas operativas que modelan la realidad y de la naturaleza de sus compañeros de viaje. Si Francisco Vázquez quiere mirar hacia otro lado, es su problema. Pero que no pretenda vendernos la moto.

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 17 de enero de 2008


La extraña teoría ZP sobre la ampliación de los derechos (II)

La extraña teoría ZP sobre la ampliación de los derechos (II)

Un segundo enfoque es profundizar sobre la idea de los derechos personales y sus límites.


Si dos personas del mismo sexo pueden casarse, y esto tiene un carácter tan excepcional en la historia y en el mundo, que constituye una anomalía, ¿por qué por la misma lógica de la ampliación no puede casarse un hombre con diversas mujeres, formando familias distintas, como está establecido en el derecho islámico?

El argumento que denigra a la mujer desaparece en el momento en que sea un matrimonio libre, querido y entre adultos, y se confiera el mismo derecho a ella, es decir que pueda casarse con diversos hombres, a pesar que al ser suya la maternidad, no permite una simetría con el matrimonio islámico.

¡Esto sí seria una verdadera ampliación de derechos! Afectaría a decenas de miles de personas que ya viven en esta situación, y reconocerían -otro argumento muy preciado por nuestros gobernantes- la realidad social, lo que ya esta en la calle y que afecta a decenas de miles de personas de confesión islámica.

Por otra parte, se ajusta mejor al fin del matrimonio que el homosexual, tiene tradición, amplia jurisprudencia y muchos países donde se practica y millones de personas que viven bajo la misma. No es una anomalía universal como el matrimonio homosexual.

 

Más todavía, ¿por qué no se legaliza la unión de los "poliamori", personas que se declaran "polienamorados", que quieren vivir con una nueva pareja y seguir con la anterior? En este contexto las personas bisexuales encontrarían el marco legal del que ahora carecen, sufriendo una discriminación en relación a los homo y hetero.

También debería ser objeto de nuevos derechos en el ámbito matrimonial la perspectiva de género. El matrimonio debería poder ser secuencial, o como en el caso de los polis, múltiple, a fin de que realmente fuera el género opción cultural y, por tanto, necesariamente mudable a voluntad, polimórfico, el que constituyera el sujeto de la unión.

 

Todo esto son posibilidades que se fundamentan en los mismos términos que el matrimonio homosexual.

Y es que una vez se ha perdido el sentido y el fin, todo vale también en materia de “nuevos derechos”.

Porque los derechos solo pueden nacer de una observación lenta y decantada del derecho consuetudinario, de la costumbre, sancionada como un hecho positivo.

La adopción de un derecho es necesariamente fruto de un amplio consenso para que tenga un carácter universal, imprescriptible e inalienable, condiciones que evidentemente no se dan en las leyes Zapatero, que como hemos visto, son hechos prácticamente únicos, sin reconocimiento ni equiparación fuera de España, y adoptadas por una pequeña mayoría parlamentaria en una sola cámara.

 

La última razón es de breve enunciado: es injusto regular como igual, aquello que no lo es. La unión de un hombre y una mujer no puede significar lo mismo que la relación entre dos hombres o dos mujeres.

 

Por otra parte no puede invocarse como un nuevo derecho, lo que significa dejar sin protección a la institución que se regula. Es el caso del divorcio ultra rápido y el matrimonio. Una relación contractual perfectamente formalizada y con responsabilidades definidas no puede ser liquidada unilateralmente sin motivo, más allá del deseo, porque en este caso, el valor del contrato previo es nulo. Se destruye mediante la cláusula añadida del divorcio express, aquello que se pretende regular, el matrimonio

 

Lo que Zapatero ha generado no son nuevos derechos, sino nuevos conflictos y motivos de confusión, y a la vista están ya los resultados: la destrucción del matrimonio como institución insustituible y socialmente valiosa que organiza y dota de capital social y humano a la sociedad.

 

Editorial de Forum Libertas, 16 de enerote 2008

La extraña teoría ZP sobre la ampliación de derechos (I)

La extraña teoría ZP sobre la ampliación de derechos (I) En unas recientes y extensas declaraciones efectuadas en el transcurso de la entrevista con el director de El Mundo, el presidente Rodríguez Zapatero ha vuelto a presentar el matrimonio homosexual y la nueva ley del divorcio, como una ampliación de los derechos.

A poco que se reflexione es lógica esta reiteración en este argumento, porque en realidad es el único que han esgrimido, y que se repite una y otra vez, machaconamente, sin exponer nunca por qué tales desafueros constituyen en realidad “derechos”.

La primera verificación de su afirmación ya constata su inanidad. Se trata de la comparación, un método generalizado en todos los ámbitos del conocimiento. Si se trata de una ampliación de derechos, ¿cómo es que no están reconocidos en ninguna norma internacional?

 

Preciso. Nos referimos exactamente a lo que ha hecho Zapatero, no a ninguna generalidad, más o menos abstracta, es decir nos referimos al matrimonio entre personas del mismo sexo y su derecho de adopción, por una parte, y el matrimonio de rescisión unilateral sin alegar causa, por otra, y con solo tres meses de casados. Esto es el desastre, y no otra cosa.

 

Continuando en el ámbito internacional, solo Holanda tiene matrimonio homosexual con adopción (en Bélgica este último atributo no existe; se pueden casar pero no adoptar). Y no será porque no se haya intentado en multitud de países. Gran Bretaña, Suecia, Alemania, Francia, Australia, entre otros, han rechazado tal posibilidad.

 

Todos los referendos llevados a cabo en los distintos estados de Estados Unidos, se han perdido. Hace décadas que el lobby homosexual lo intenta sin éxito.

 

¿Son acaso todos estos países mucho más restrictivos con los derechos de las personas que el nuestro, o acaso son más rigurosos y justos, y no confunden una unión por razones de atracción sexual y sensible, con el matrimonio?

 

Porque en el fondo el daño extraordinario que se comete con el matrimonio homosexual, no radica en unas pocas bodas homosexuales, sino en el efecto pedagógico de la ley sobre el conjunto de la población, desvirtuando el sentido y fin del matrimonio.

 

Lo que le confiere su carácter valioso e imprescindible para la sociedad, no es ciertamente con quien se va a la cama uno, o con quien vive, sino el carácter de única institución capaz de tener hijos y educarlos. De ahí su mismo nombre y la protección que sobre él todas las sociedades ejercen.

 

Este grave problema, el de la destrucción del sentido y fin del matrimonio (precisamente aquello a que se refirieron los cardenales el día 30 en Madrid, y sobre lo que tanto protestan los socialistas), se acentúa con la ley de Zapatero sobre el divorcio.

 

Si en el matrimonio homosexual solo se podía citar a Holanda, en este último caso no hay referencia posible de un estado independiente donde se practique el divorcio en las condiciones de España. Ni tan siquiera los de acrisolada tradición divorcista. Ni tan solo en la laicista y republicana Francia, que modifico su ley el mismo año pero mantuvo los casos tasados de responsabilidad o motivo en la ruptura, y una jerarquía entre ellos.

 

¿Es que el resto del mundo donde impera el estado de derecho, en algunos países sin interrupción desde hace siglos, es ciego y no ve esa ampliación de derechos?

 

Mientras, España, donde el ciudadano se ha visto reducido a ser un simple mirón de la política al que solo se le pregunta cada cuatro años para que de un cheque en blanco, resulta que puede dar lecciones al resto del mundo.

 

En cualquier supuesto no se puede negar que bajo un análisis comparativo la argumentación de Zapatero no se sostiene.

 

Editorial de Forum Libertas, 15 de enero de 2008

Entre ´Heidi´ y el Parto de los Montes. El nuevo himno de España: anatomía de una banalidad

Entre ´Heidi´ y el Parto de los Montes. El nuevo himno de España: anatomía de una banalidad

Lo más simpático de la propuesta oficial de letra para el himno de España es su autor: Paulino Cubero, un parado de 53 años, escritor aficionado. Lo peor es, sin duda, la letra en cuestión, light y descremada hasta el punto de que podría valer para cualquier otro país. Cierto que la reacción de la izquierda antinacional ha sido tan acre, que casi dan ganas de comprarle al señor Cubero su ideíca. No obstante, lo cierto es que, se mire por donde se mire, esta propuesta de letra –avalada, no lo olvidemos, oficialmente- carece de pulso poético y, lo que aún es peor, de nervio propiamente nacional. Aquí proponemos una disección. No es de recibo.

 

La propuesta de letra dice así: "¡Viva España!/ Cantemos todos juntos/ con distinta voz/ y un solo corazón./ ¡Viva España!/ Desde los verdes valles/ al inmenso mar,/ un himno de hermandad./Ama a la Patria/ pues sabe abrazar,/ bajo su cielo azul,/ pueblos de libertad”. Y ya, que tampoco se han calentado la cabeza. Ahora, veamos:

 

"¡Viva España!/ Cantemos todos juntos/ con distinta voz/ y un solo corazón.”

 

Bueno, sí: respeto a la diversidad y todo eso, pero unidad por encima de las diferencias. La idea es respetable. Ahora bien, también valdría “con una sola voz y distinto corazón”. No termina de verse por qué la diversidad ha de estar en las voces y la unidad en los corazones. La viceversa también valdría. Sigamos:

 

“¡Viva España!/ Desde los verdes valles/ al inmenso mar,/ un himno de hermandad.”

 

Hombre, para tratarse del país más montañoso del occidente europeo, no deja de ser un singular retrato paisajístico. Los verdes valles, aquí, no es que sean inexistentes, pero tampoco es lo que predomina. Eso es más bien cosa de Suiza y tal. Respecto a lo del inmenso mar –todo mar es inmenso, como toda sequía es pertinaz y todo incendio, pavoroso-, ya se le había ocurrido a Pemán. Pero, por otro lado, ¿dónde quedan las dos mesetas? Pero hay más:

 

“ Ama a la Patria/ pues sabe abrazar,/ bajo su cielo azul,/ pueblos de libertad.”

 

Es decir que la razón por la que uno debe amar a la patria es que ésta “sabe abrazar” (bajo un cielo, de momento, azul) “pueblos de libertad”. Bien: ¿qué quiere decir “pueblos de libertad”? Los dos términos de la fórmula retoman los tópicos del lenguaje oficial español, y por eso habrá gustado al jurado, pero, semánticamente, “pueblos de libertad” es una expresión insignificante. Por otro lado, a la Patria se la debe amar por su mera existencia, no con un “sí, pero”. Es verdad que aquí hay un remoto tatarabuelo: las cortes medievales sólo aceptaban la soberanía del rey si éste juraba las libertades de la gente. Ahora bien, un rey no es la Patria, a la que se le supone, en cualquier himno que se precie, valor por sí misma, no porque abrace tales o cuales cosas. Respecto a lo del cielo azul, es como lo del inmenso mar: ya casi un pleonasmo (¿imagina alguien, en un himno nacional, un cielo gris y tormentoso?). Y termina la letra del siguiente modo:

 

“Gloria a los hijos/ que a la Historia dan/ justicia y grandeza democracia y paz".

 

Este es el verso más directamente ideológico del himno y retrata cuatro valores con los que todos podemos estar de acuerdo, es verdad. Ahora bien, vincula directamente el himno a una situación política concreta. No habría valido hace cien años. Quién sabe si dentro de medio siglo seguirá valiendo. Y lo más importante de todo:

 

“Viva España”.

 

¿Viva España? Bueno, sí, claro, pero este himno, si usted se fija, lo mismo podría ser de España que de Moldavia, Burkina Faso o Leganés: basta cambiar un nombre por otro y el resultado es idéntico. La letra es tan descremada, tan poco arraigada en la propia tradición nacional, que el “Viva España” casi suena más a un enojoso compromiso. Si mañana Singapur se propone buscar una nueva letra para su himno nacional, don Paulino podría perfectamente concursar sin más trance que cambiar el “Viva España” por “Viva Singapur”. Que viva, claro está.

 

Parece mentira que este haya sido el único fruto que ha podido brotar del “concurso de talentos” organizado por los escalones del Estado. Al final resultará que aquella idea de Aznar de juntar asambleas de poetas tenía más sentido.

 

José Javier Esparza

El Manifiesto, 12 de enero de 2008