La derecha y la universidad
En España, la universidad es monocolor desde hace décadas. La izquierda siempre se ha preocupado de ganar este espacio para afianzar sus posiciones. La derecha, como con otros muchos temas, dormitando.
En España, la universidad es monocolor desde hace décadas. La izquierda siempre se ha preocupado de ganar este espacio para afianzar sus posiciones. La derecha, como con otros muchos temas, dormitando.
Es cierto que la hiperpresencia de lo estatal condiciona la estructura mental de la universidad actual, una de las instituciones más corrompidas y espúreas del panorama institucional español. Es el perfecto ejemplo de burocracia despilfarradora de recursos de los ciudadanos, y ello genera un modelo de universidad determinado, muy favorable a la agitación y propaganda izquierdista.
Aún con esos condicionantes, ¿es irremediable la actual situación en que un político no izquierdista apenas pueda poner un pie en la universidad? (Ni soñarlo en los gulags catalán y vasco).
Sin llegar a estos extremos, la situación no era muy distinta en Estados Unidos durante los años 60. Y tal vez hoy sea todavía de los reductos más impenetrables a la ola conservadora. El pensamiento liberal conservador ya ha ganado la batalla de las ideas. Y uno de los pocos sitios donde nadie se ha enterado en Estados Unidos es en la Universidad. (Siempre se comenta aquella reacción de un profesor universitario que no podía creer que Ronald Reagan hubiera ganado las elecciones: “¿Cómo es posible si yo no conozco a nadie que le haya votado?”)
Pero los conservadores americanos siempre supieron que no podían renunciar a jugar ese partido. En 1951, William F. Buckley Jr., que posteriormente fundaría la revista National Review, publicó God and Man at Yale, que fue un hito en los primeros avances del movimiento conservador. En 1991, Dinesh D´Souza, publicó Illiberal Education, denunciando el asfixiante corsé de lo políticamente correcto en la universidad. Muy recientemente, David Horovitz (un permanente látigo de la izquierda universitaria, a la que va fustigando dando conferencias por campus de todo el país) ha publicado Catedráticos, los 101 académicos más peligrosos de América.
Pero no sólo se escriben libros. Una organización de base, Students for Academic Freedom, se ha organizado para denunciar la manipulación ideológica en la universidad y reclamar el derecho de los estudiantes a una formación no sesgada.
Fuera de estas iniciativas, está por supuesto el florecimiento de universidades privadas que se están fundando por todo el país con ideario muy claro, expreso, y que sirven para ofrecer una alternativa educativa distinta.
Otra institución, sin embargo, optó por un camino distinto. Ya que la universidad está como está, demos una alternativa a modo de formación complementaria a estudiantes y profesores independientemente de la universidad en que estén.
Mediante un programa de lecturas, seminarios periódicos, una revista trimestral y numerosas acciones de formación en los mismos campus, el ISI (Intercollegiate Studies Institute), es la institución más significativa en este campo.
La labor es descomunal, pero en este momento tienen miles de profesores y alumnos adscritos a estos programas de formación paralelos y es uno de los think tanks más prestigiosos del país.
Mientras, en España, y después de diversos cambios de gobierno, el nivel de regulación estatal es enorme y sólo algunas universidades privadas, con gran esfuerzo y mucho mérito, ofrecen algo distinto.
Desde esta perspectiva, la Fundación Burke lanza el mes próximo un programa de formación para jóvenes conservadores.
Publicado en American Review por Antonio Arcones
American Review, 23-03-2006
Es cierto que la hiperpresencia de lo estatal condiciona la estructura mental de la universidad actual, una de las instituciones más corrompidas y espúreas del panorama institucional español. Es el perfecto ejemplo de burocracia despilfarradora de recursos de los ciudadanos, y ello genera un modelo de universidad determinado, muy favorable a la agitación y propaganda izquierdista.
Aún con esos condicionantes, ¿es irremediable la actual situación en que un político no izquierdista apenas pueda poner un pie en la universidad? (Ni soñarlo en los gulags catalán y vasco).
Sin llegar a estos extremos, la situación no era muy distinta en Estados Unidos durante los años 60. Y tal vez hoy sea todavía de los reductos más impenetrables a la ola conservadora. El pensamiento liberal conservador ya ha ganado la batalla de las ideas. Y uno de los pocos sitios donde nadie se ha enterado en Estados Unidos es en la Universidad. (Siempre se comenta aquella reacción de un profesor universitario que no podía creer que Ronald Reagan hubiera ganado las elecciones: “¿Cómo es posible si yo no conozco a nadie que le haya votado?”)
Pero los conservadores americanos siempre supieron que no podían renunciar a jugar ese partido. En 1951, William F. Buckley Jr., que posteriormente fundaría la revista National Review, publicó God and Man at Yale, que fue un hito en los primeros avances del movimiento conservador. En 1991, Dinesh D´Souza, publicó Illiberal Education, denunciando el asfixiante corsé de lo políticamente correcto en la universidad. Muy recientemente, David Horovitz (un permanente látigo de la izquierda universitaria, a la que va fustigando dando conferencias por campus de todo el país) ha publicado Catedráticos, los 101 académicos más peligrosos de América.
Pero no sólo se escriben libros. Una organización de base, Students for Academic Freedom, se ha organizado para denunciar la manipulación ideológica en la universidad y reclamar el derecho de los estudiantes a una formación no sesgada.
Fuera de estas iniciativas, está por supuesto el florecimiento de universidades privadas que se están fundando por todo el país con ideario muy claro, expreso, y que sirven para ofrecer una alternativa educativa distinta.
Otra institución, sin embargo, optó por un camino distinto. Ya que la universidad está como está, demos una alternativa a modo de formación complementaria a estudiantes y profesores independientemente de la universidad en que estén.
Mediante un programa de lecturas, seminarios periódicos, una revista trimestral y numerosas acciones de formación en los mismos campus, el ISI (Intercollegiate Studies Institute), es la institución más significativa en este campo.
La labor es descomunal, pero en este momento tienen miles de profesores y alumnos adscritos a estos programas de formación paralelos y es uno de los think tanks más prestigiosos del país.
Mientras, en España, y después de diversos cambios de gobierno, el nivel de regulación estatal es enorme y sólo algunas universidades privadas, con gran esfuerzo y mucho mérito, ofrecen algo distinto.
Desde esta perspectiva, la Fundación Burke lanza el mes próximo un programa de formación para jóvenes conservadores.
Publicado en American Review por Antonio Arcones
American Review, 23-03-2006
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