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Políticamente... conservador

Deriva totalitaria

Que no, que Europa no pedía esta educación para la ciudadanía

La Ministra de Educación, Mercedes Cabrera, pretende presentar la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía como algo normal y habitual en Europa. Afirma que responde a criterios emanados de la Unión Europea para brindar a nuestros hijos los instrumentos adecuados para participar en la sociedad.

Una vez más nos encontramos ante la manipulación de los datos reales hasta convertirlos en un engaño, lo que constituye una de las formas más reprobables de entender la política, una actitud que quiebra lo fundamental en política: la confianza.

Es un engaño porque lo que dice la UE constituye una orientación general dirigida a constatar lo obvio: lo bueno que sería que los ciudadanos fueran conocedores y partícipes de las instituciones y en particular de las europeas. Es la reacción al fracaso de la Constitución Europea.

De ello, en ningún caso puede colegirse que deba existir una asignatura sobre este tema. Más bien lo contrario. La civilidad no puede ser objeto de exámenes y notas, sino de conocimiento vivido y ejercitación de la experiencia personal, algo a lo que la escuela puede contribuir, pero que surge esencialmente del seno de la familia, y es acompañado, por las instituciones de la sociedad: de la parroquia al grupo scout, pasando por la ONG, o el club deportivo. En toda esa galaxia es donde los ciudadanos son educados.

Desde el punto de vista docente, la recomendación de la UE más bien se trata de una orientación transversal. Desde la historia a la religión, pasando por la filosofía y las ciencias sociales. Es este cuerpo que debe proporcionar los conocimientos para forjar buenos ciudadanos. Y no un adoctrinamiento específico cuya orientación establece el gobierno de turno.

La vía escogida por el Gobierno español es la habitual en los regímenes totalitarios o de vocación totalitaria; esto es, aquellos que conciben al Estado como la razón y causa fundamental de todo, ya que, por consiguiente, reducen a la sociedad civil a un sujeto amorfo que debe ser moldeado por la doctrina del poder.

El Gobierno se erige en juez ético y moral, extralimitándose absolutamente en sus funciones. Como predicaban desde El País los autores del temario, el Estado debe pasar a ser quien se encargue de la moral, esto es, de establecer el bien y el mal.

Las leyes se convierten en la única fuente de la moral; es decir se sacralizan. Esto es un absurdo.

La mayoría parlamentaria no es una carta blanca para modelar la sociedad a su gusto en lo que se refiere a sus valores morales e instituciones sociales, sino un aval para gestionar los asuntos públicos que corresponden a la administración y la moral no lo es en los regímenes democráticos. Lo fue cuando el franquismo con la “Educación del Espíritu Nacional” y lo volverá a ser ahora con la Educación para la Ciudadanía, si el respeto al derecho de los padres y al principio de subsidiariedad, no impera en el gobierno.

Porque una cosa es que los alumnos conozcan bien la Constitución y los Estatutos de Autonomía, en el bien entendido que como toda obra humana pueden ser modificados con otra correlación política y, otra el establecimiento moral de lo que está bien y lo que no lo está. Mezclar, confundir una cosa con la otra, es precisamente, el síntoma totalitario.

Adoctrinar a nuestros hijos, imponer una interpretación legal de la memoria histórica y practicar la ingeniería social, son los tres grandes atributos de la práctica totalitaria. Los tres los utiliza el gobierno de Rodríguez Zapatero.

Josep Miró i Ardèvol

Forum Libertas, 28 de julio de 2006

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