No todo va tan mal
Francamente, lo que me preocupa son las dificultades con que aparentemente tropieza el Ejército israelí para destruir las bases terroristas de Hebzolá. Si se compara con otras guerras (como, sin ir más lejos, la de los Seis Días, en la que Israel tuvo que enfrentarse con los ejércitos de Egipto, Siria, Jordania, y prácticamente todo el mundo arabomusulmán, y venció rotunda y rápidamente; y en la que, por cierto, el general Ariel Sharon demostró su audacia e inteligencia militares), las operaciones actuales parecen torpes y lentas.
Soy perfectamente consciente de que no es el mismo tipo de guerra, y de que no puede tener, por lo tanto, el mismo ritmo. Hace años que las organizaciones terroristas palestinas utilizan cínicamente a los niños y a la población civil como escudos, para entorpecer los ataques del Ejército israelí, porque éste siempre intenta evitar al máximo las víctimas civiles.
Esta táctica islámica de guerra total, en la que hasta los niños se convierten en combatientes y bombas humanas, si tiene su eficacia en el terreno, dicha eficacia se multiplica con creces, desde el punto de vista político y propagandístico, con la complicidad casi unánime de los medios occidentales, que han sentado como dogma la falacia según la cual el Ejército israelí se dedica exclusivamente a matar niños, mujeres y ancianos.
Estamos asistiendo a lo mismo estos días, masivamente, con el histerismo de siempre. Ahora bien, y para retomar mi preocupación inicial, cabe preguntarse si el uso casi exclusivo de la aviación para terminar con las bases de misiles iraníes que bombardean diariamente Israel y liquidar la infraestructura militar de Hezbolá es lo más indicado, precisamente cuando los grupos armados y las bases de misiles son móviles y, además, se "protegen" en medio de la población civil. Antes de bombardear, Israel avisó, y pidió a los habitantes que se alejaran, pero el Hezbolá se lo impidió, como hace siempre, con su chantaje de terror y sangre.
Pienso, por lo tanto, que no podrá evitarse una intervención terrestre de importancia, con la infantería avanzando de casa a casa, por así decir, para ir descubriendo y destruyendo las bases de misiles, los depósitos de armas y explosivos, etcétera. La aviación se ha convertido en un factor esencial de las guerras modernas, pero en estas guerras contra "civiles" armados mezclados con civiles sin armas la infantería me parece indispensable. Digan lo que digan Kofi Annan, Javier Solana o el "islamizado" Zapatero descalzo.
Vale la pena recordar que hace 40 años el Líbano no era un país musulmán, ni siquiera se reivindicaba árabe; presumía, al revés, de ser el más occidental de los países del Próximo Oriente. Era un país próspero y pacífico, algo así como una "Suiza" –empleando una imagen muy usada– en una región con eternos conflictos. Si se convirtió en un caos no fue por culpa de Israel, como afirma la Internacional de la Mentira, sino por culpa de las organizaciones palestinas.
Expulsados militarmente de Jordania (en el denominado "Septiembre Negro"), muchos palestinos se refugiaron en el Líbano, y la plana mayor de la OLP, con Arafat a la cabeza, los primeros. Eso ocurría a principios de los años 70. Intentaron en el Líbano conseguir lo que no consiguieron en Jordania, o sea, imponer su poder.
Comenzó una guerra civil que duró unos 14 años (1975-1989) y terminó con la ocupación siria. Pero fueron las falanges cristianas libanesas (culpables de la masacre de Sabra y Chatila) las que se enfrentaron a la OLP y pidieron auxilio a Siria, contra los palestinos. Siria intervino brutalmente; contra los palestinos, primero, y para hacerse con todo el Líbano, después. Recuerden cómo los sirios acorralaron a Arafat y a su estado mayor en Trípoli (Líbano), y fue un navío de guerra francés quien les salvó in extremis y les condujo a Túnez. Todos los países árabes, como la progresía mundial, se gargarizan a diario con la solidaridad para "la heroica lucha del pueblo palestino", pero los jordanos y los sirios los masacraron cuando pudieron, en Jordania y en el Líbano. Hoy mucho ha cambiado, salvo lo esencial: el terrorismo.
El más evidente de los cambios es que el islam radical ha conquistado las organizaciones terroristas palestinas. La OLP era mucho menos integrista musulmana, y por ello los señoritos marxistas de la Sorbona, y del Gijón, la veneraban, pero Hamás, Hezbolá (partido de Alá) y las demás "brigadas de mártires" se han sumido en el fanatismo islámico más extremista.
Otros acontecimientos internacionales han desempeñado un papel, como la implosión de la URSS. Ayer, países como Egipto, Siria o Irak estaban en la "zona de influencia" soviética y proclamaban el socialismo árabe (más que el Corán), pero todo era un mejunje totalitario. Hoy, Egipto y Jordania no tienen la misma actitud agresiva contra Israel, y fácil es imaginar, en cambio, lo que haría hoy un Irak dirigido por Sadam Husein sin la intervención militar aliada. Debido a esa misma y necesaria intervención militar, Siria, por ejemplo, se muestra algo más prudente, retirándose a medias del Libano, y dudando más que ayer en atacar a Israel. Pero el terremoto islámico en esa y otras regiones del mundo ha convertido Irán en la primera potencia enemiga. La más pura coránicamente.
En cuanto a la situación política libanesa, es un rompecabezas absoluto: los aliados de la guerra civil se convierten en enemigos, y viceversa. Lo único cierto es que Hezbolá está en el Gobierno, y que el presidente libanés le defiende, y que ningún ministro se atreve a criticar al "partido de Alà", o a exigir que libere a los rehenes y cese sus tiras de misiles contra Israel. El simpático Amos Oz podrá afirmar que el Hezbolá es enemigo a la vez del Líbano y de Israel: no pasa de ser un vapor calenturiento. O una tontería.
Teniendo en cuenta la voluntad, hipócrita o cínica, de destruir Israel, que es lo único que tienen en común todas las organizaciones terroristas y la casi totalidad de los países arabomusulmanes, es muy posible que la guerra dure y se extienda. Ver a Israel tan solo en medio de esa tormenta da escalofríos. Me da escalofríos. ¿Quién va a defenderle, si no son los USA? Por otra parte, porque no hay que ser únicamente pesimistas, si esta situación de crisis grave permite a Israel destruir las instalaciones nucleares iraníes, eso sí que constituiría un gran paso hacia la paz; la verdadera, que no es la rendición.
Ante un enemigo cuya única voluntad es que Israel desaparezca del mapa –y además lo dice–, la única solución que le queda es el heroísmo. Porque cuando hace una concesión: retirada del sur del Líbano, o de Gaza, por ejemplo, sus enemigos se aprovechan para acrecentar sus agresiones, considerando que si se retira es porque tiene miedo y, por lo tanto, es el momento de atacar. El cuento de nunca acabar: Israel tiene que ganar esta batalla.
Tenía la intención, al comenzar esta crónica, de señalar y comentar, con admirativa sorpresa, las opiniones de quienes, en España, defienden, en esta ocasión, y contra viento y marea, el derecho a la existencia de Israel, porque de eso se trata, de su existencia como país soberano y democrático, como país "nuestro": "El único camino para nuestra supervivencia es entender de una vez por todas que Israel somos nosotros", ha escrito Adolfo García Ortega (El País, 20-7-2006); o el artículo de Hermann Tertsch, en ese mismo diario, el pasado martes, que ya le ha valido el varapalo de Ignasi Guardans, eurodiputado (ni se atreve a precisar de qué partido), y poquísimas opiniones sensatas más, perlas arrastradas por el lodo de la propaganda staffel proislamista.
Hay que ser conscientes de que lo que escribamos el puñado de verdaderos amigos de Israel es como plumas al viento, en tiempos de guerra e infamia. Nos queda el consuelo moral de haber dicho "no". Y la voluntad de repetirlo.
Por Carlos Semprún Maura
Libertad Digital, suplemento Fin de Semana, 22 de julio de 2006
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