La educación vale un capital
La Unión europea, durante la cumbre de Lisboa del 2000, se había propuesto conseguir “la economía, basada en el conocimiento, más competitiva y dinámica del mundo”. Cinco años después, ¿cuáles son los objetivos alcanzados?
El gasto estatal para la educación en la UE ha crecido en los últimos años, llegando a tocar en el 2002 el 5,2% del PIB, cuota parecida a la de los EEUU (5,35%). De modo que no parece que exista, por lo que se refiere a la escuela primaria, una diferencia sustancial entre Europa y EEUU.
Para la educación superior (la que comprende 3º y 4º ESO más el Bachillerato), en los Estados Unidos se gasta por estudiante una cuota dos veces y media superior respecto a los países de la Unión Europea. Además, todo el sistema se basa en la competición y en la diversificación. Existen niveles de estudio (Batchelor, Master, Phd) claramente diferenciados. Para cada nivel existen pruebas de acceso para los estudiantes (como el Sat, al final de la high school) tanto más selectivos cuanto más elevado es el nivel de los cursos. Por ejemplo, para la admisión a los MBA (Master in Business Administration) es necesario preparar el Gmat (Graduate management admission test), concedido por la Priceton, cuya puntuación está muy ligada (casi el 50%) con los contratos de larga duración, lo que significa un fuerte nexo con el mundo del trabajo.
La contratación de los docentes se realiza sobre la base del mérito científico y cuenta con retribuciones proporcionales a la capacidad. Su contratación a tiempo indefinido sólo llega después de una larga y rigorosa valoración.
No existe el valor legal del título de estudio. Las universidades se diferencian por su calidad y valoración pública, tanto en el plano didáctico como en el científico. Las consideradas mejores reciben más fondos, la mayor parte de las cuales son privadas.
La diferencia entre la UE y los EEUU no se produce en la escuela, sino en la universidad, sobre todo en la calidad, más que en la cantidad. Los EEUU concentran recursos, también con la contribución de los privados, para soportar una elite de universidades y profesores, y para formar una minoría meritocrática de estudiantes que reciben una instrucción superior y continúan, con el tiempo, su propia formación. Así, incluso con el riesgo de descuidar a una gran parte de las universidades y estudiantes que se queden a un nivel más bajo, se centra la preocupación en mantener la propia ventaja competitiva.
La lógica competitiva y meritocrática no puede ser compartida, pero tiene una profunda racionalidad: el sistema universitario americano constituye una inversión real en capital humano con fuertes retornos, como demuestran los sueldos de los neo-licenciados americanos, que junto a los de sus colegas finlandeses son los más elevados del mundo.
Además, las competencias adquiridas se utilizan mejor. De hecho, incluso siendo el número de licenciados en materias científicas más alto en la UE que en los EEUU, los investigadores europeos son numéricamente inferiores a los americanos (para igualar la cuenta se necesitarían 550.000 nuevos investigadores para el 2010, existiendo 1,26 millones –de los que 85.000 son europeos– hoy en los EEUU, frente a los 1,08 millones de la UE).
El estadounidense no es un sistema determinado por los resultados alcanzados, pero sí ha hecho saltar las alarmas que anuncian un posible declive. Un informe reciente del Council on Competitiveness, organismo creado por la National Academy of Sciences, por la National Academy of Engineering y por el Institute of Medicine, ha dejado entrever posibles motivos de crisis: la competencia creciente de países emergentes como India y China, la fortísimas desigualdades existentes entre las clases sociales y la disminución del rendimiento de los estudiantes y de la capacidad educativa del sistema.
Frente a estos problemas, la respuesta sugerida consiste en un incremento de la inversión en capital humano, en especial en la calidad. Junto a estas grandes y selectivas inversiones para el relanzamiento de la investigación, se piden 10.000 becas de 20.000 dólares anuales para los estudiantes de materias científicas dispuestos a enseñar en la escuelas primarias y secundarias, 25.000 becas de estudio cuadrianuales para estudiantes (además de 5.000 para aquellas licenciados) de ciencias e ingenierías, 100 nuevas subvenciones para las mejores universidades destinadas a la creación de nuevos máster o Phd científicos que puedan formar a nuevos investigadores, incentivos a los estudiantes que estén inscritos a cursos científicos y tecnológicos en las escuelas secundarias, programas de actualización continua para 250.000 profesores, y financiación a programas de formación permanente para los científicos e ingenieros que trabajan en empresas o en la universidad.
Este programa se convertirá pronto en una realidad, porque éstos son los temas sobre los que los EEUU basan su unidad nacional. Tenemos una demostración en el énfasis puesto por Bush en el tema de la educación y la formación durante su último discurso en la Unión. De cara a esta fuerte apuesta por la creación de una minoría meritocrática, la Unión Europea sencillamente se mantiene sin tomar postura, como en otros tantos campos.
Giorgio Vittadini es presidente de la Fundación para la Subsidiariedad (traducido por Inma Mateos)
Páginas Digital, 12 de abril de 2006
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