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Políticamente... conservador

La izquierda parásita. Cultura y poder

La izquierda parásita. Cultura y poder

 

  En este mundo lleno de progres que se niegan a poner en práctica aquello que predican, lo más fácil es repetir unos cuantos mantras proporcionados por los medios de izquierda para poder vivir (y muy bien) de la subvención pública. O, al menos, eso es lo que afirma el periodista Pablo Molina en Cómo convertirse en un icono progre (ed. Libroslibres), un libro que subraya cómo “la progresía reina. El medio ambiente cultural no sólo en España, sino en los países occidentales, es decir capitalistas, es claramente de izquierdas. Y buena culpa de ello la tiene la derecha política y su absurdo complejo de inferioridad”.

 

Por eso, no es extraño, según Molina, que haya acabado surgiendo esta izquierda de caviar, ideológicamente concienciada y económicamente potente, en tanto “resultado lógico de una ideología, la marxista, que se vio refutada por la realidad con la caída del Muro de Berlín, pero que ha encontrado otras maneras de seguir influyendo en la mentalidad de la gente. Cambiaron la utopía marxista por la paz perpetua, la fraternidad universal y el cambio climático, lo que, por otra parte, es mucho más rentable en términos económicos (sólo hay que ver su tren de vida). La cuestión es seguir expidiendo carnés de buen ciudadano”.

 

Claro que, afirma Molina, no es nuevo que los progres posean un alto nivel económico. “Jamás hubo una revolución de izquierdas que surgiera de la clase obrera. Siempre fueron intelectuales burgueses los promotores”. Con la paradoja añadida, en el caso de la España contemporánea, “de que la mayoría de referentes intelectuales del progresismo vienen del franquismo. Ministros, editores de periódicos, cantautores (como Víctor Manuel) que ganaban concursos de exaltación del generalísimo e incluso una actriz que se forró haciendo españoladas con Manolo Escobar y visitando anualmente El Pardo son los promotores del apoyo a Zapatero en las pasadas elecciones”. Por eso, que los artistas estuvieran en el estrado de Ferraz la noche en que el PSOE ganó las elecciones no es, para Molina, nada sorprendente. “Me pareció muy oportuno que acudieran a recordarle a ZP la deuda que tiene con ellos tras haberse significado de una forma tan clamorosa en su favor durante la campaña. Es sólo cuestión de negocios”.

 

Molina inicia su libro con una dedicatoria a la clase media, “de cuyo esfuerzo diario se aprovecha toda una legión de parásitos”, como si el común de los españoles estuviera manteniendo a aquellos que critican el sistema en el que viven. Aclara Molina que “el estado del bienestar nos ha corrompido, así que en cierta forma todos somos parásitos. Depredamos a los demás todo lo que podemos a través de las regulaciones y la intervención de los políticos, pensando como buenos ilusos que hay otros que se perjudican más que nosotros”. Pero hay diferencias: “El socialismo corrompe al ser humano pero hasta en la depravación hay niveles. Los millonarios que viven de la subvención pública (artistas, cineastas, SGAE, etc.) están muy por delante en esa lamentable clasificación del obrero que acude a Hacienda a trincar los cuatrocientos euros que le prometió Zapatero”.

 

Y, claro está, la lista de gorrones que viven del esfuerzo ajeno no acaba, para Molina, en los artistas. Así, la telebasura es uno de los fenómenos donde más cinismo muestran los progresistas. De una parte, porque se suman sin pudor alguno a los preceptos capitalistas, afirmando que emiten lo que quiere la audiencia y que los programas se hacen para ganar dinero. Pero, de otra parte, en esos espacios se ataca a la derecha, no porque económicamente se esté en su contra, sino porque no se está de acuerdo con la clase de moral que proclama. “Por eso Sardá adornaba sus espacios fecales con abundantes críticas a la derecha, el catolicismo, Israel, Bush, etc. Conscientes de la vileza catódica que producen, necesitan un salvoconducto para seguir instalados en un plano moral superior. Parece mentira que millones de personas no se den cuenta de la forma tan grosera en que le están tomando el pelo”.

 

La universidad, en manos de la izquierda

 

 Al margen del entorno audiovisual, el ámbito en el que más progres hay por metro cuadrado es, según afirma Molina, la universidad. “Desde 1960 las instituciones académicas han estado en manos de la izquierda, que no sólo ha colocado a sus fieles sino que ha hecho que sus teorías sean las predominantes, especialmente en las ciencias sociales. Hoy en día para medrar en la universidad pública tienes que comulgar con ciertas premisas ideológicas. Sólo hay que darse una vuelta por los pasillos de cualquiera de nuestras universidades para comprobarlo. A veces parece que estás en un campamento de las FARC o del Sendero Luminoso”.

 

Cabría preguntarse, no obstante, si ambos contendientes no están utilizando las mismas armas, ya que el reproche público hacia quienes dicen una cosa y hacen lo contrario, que es la esencia del libro de Molina, ha sido también empleado con frecuencia por la izquierda. Por ejemplo, contra los religiosos llevaban una vida carnal diferente de lo que predicaban en público. Para Molina, estos reproches son válidos, vengan de un lado o de otro, porque “el cinismo es siempre criticable. Hay, no obstante, una diferencia. Mientras que el de derechas o el cura que contraviene sus principios en su vida privada es consciente de su vileza, el progre multimillonario no tiene el menor cargo de conciencia. Piense en Al Gore. Un tipo que se hace rico predicando el Apocalipsis climático, mientras posee minas contaminantes y consume con su jet privado más que cien mil familias normales. Pues encima le dan el Nobel. En cambio no sé de ningún cura pedófilo que haya recibido el Príncipe de Asturias por sus “méritos” pedagógicos”.

 

Sin embargo, hay una esperanza, para Molina, en la medida en que han surgido los últimos años muchos medios de comunicación, universidades e intelectuales de derechas. Algo de lo que habría que responsabilizar a Internet, “el medio que ha permitido este cambio cualitativo. Hoy en día los medios digitales más seguidos son de filosofía liberal-conservadora. El proceso es lento pero avanza imparable. Hace diez años no podíamos imaginar la situación que tenemos hoy, gracias a la cual las ideas de la derecha llegan a muchísimas más personas a las que lo hacía antes de la llegada de las nuevas tecnologías. ¡Por algo quiere Cebrián “regular” (o sea, censurar) la red!”

 

Esteban Hernández

ElConfidencial.com, 16 de abril de 2008

 

Bono, “contaminado” por la reinterpretación liberal de 1808. La derecha también alimenta el mito de una España laica

Bono, “contaminado” por la reinterpretación liberal de 1808. La derecha también alimenta el mito de una España laica

 

Sesión formal del comienzo de la legislatura. José Bono, el socialista presidente del Congreso, le ha comprado a los nuevos liberales “la mercancía”. Ha afirmado este miércoles, delante del Rey, al recordar la Guerra de la Independencia y las Cortes de Cádiz, que entonces “surgió la nación española”. Ha asumido la reinterpretación que el liberalismo laico está haciendo de la historia de nuestro país, de los acontecimientos que se produjeron de 1808 a 1812. Ha utilizado la nueva versión creada por cierta derecha para sacar del ámbito público lo religioso.

 

También la derecha reescribe la historia. El nuevo liberalismo español es una especie de magma en el que se reúnen directores de periódico, presidentes de comunidades autónomas, comunicadores, historiadores... personalidades que revindican la fortaleza de sus ideas frente a la decadencia ideológica de la izquierda. Como todo movimiento sin forma y sin programa definido, tiene de todo. Pero buena parte de ese liberalismo revindica con fuerza su carácter laicista. Entre sus filas cuenta con eclesiásticos. Son religiosos que, cuando explican y divulgan la historia de España, con gran éxito entre el gran público, siempre sitúan a la Iglesia católica como una fuerza de la reacción, un vector oscuro que ha frenado el progreso, que ha fomentado la incultura, la explotación de los pobres..., los tópicos más habituales.

 

Los intelectuales y los divulgadores de esa nueva derecha han encontrado en la conmemoración del segundo bicentenario del 2 de mayo y en las Cortes de Cádiz una ocasión perfecta para fijar en 1808 el año 0 de la nación española. Así como los franceses tuvieron su revolución, la Guerra de la Independencia habría sido la nuestra. Los españoles sublevados en realidad se habían levantado contra el Antiguo Régimen, los siglos de oscuridad de monarquía e Iglesia. Uno de sus máximos exponentes sostiene que “a partir de entonces se pone en marcha la idea de la libertad a través de la nación. Se nos concederán nuestros derechos y libertades individuales. Ya no seremos súbditos, sino ciudadanos. A partir de ahí, la libertad y la igualdad van a conquistar el terreno en la historia hasta la Constitución de 1978, que es la que garantiza nuestros derechos”. Los más radicales aseguran que en ese momento es en el que surge realmente España como nación. Los más leídos y más estudiados matizan y afirman que entonces la nación histórica se convierte en nación constitucional. Sería demasiado chusco tirar por la borda el reino visigodo, los reinos medievales, la España de los reyes católicos, de los Austrias y de los primeros Borbones. Hay que redefinirlas.

 

A pesar de los matices, hay que reconocer que esta interpretación que considera a la nación española hija única de la Ilustración, madre de un patriotismo por fin constitucional que supera el patriotismo puramente étnico o puramente cultural, no es rigurosa y, sobre todo, no es inocente. Con precisión, el historiador José Manuel Cuenca Toribio en su libro La Guerra de la Independencia: un conflicto decisivo (Ediciones Encuentro) señala que el levantamiento del 2 de mayo y posteriores se realizó bajo el lema “Dios, Patria y Rey”, y que ese lema daba forma a la rebelión popular. O sea, que los españoles no se levantaron contra el francés para derribar el Antiguo Régimen.

 

De hecho, los promotores de la Fundación Dos de Mayo Nación y Libertad, una de las instituciones que más está difundiendo la redefinición liberal de la historia, al poner por escrito sus propósitos se tienen que tentar la ropa. Y aseguran en el Decreto 120/2007 de la Comunidad de Madrid, en el que se crea la institución, que con el levantamiento del 2 de mayo “la nación retomó la soberanía, adaptándose a las nuevas circunstancias”. Pero en realidad nadie se lee los decretos y lo que cuenta es lo que divulga. Habría que hacer, frente al nuevo mito, muchas precisiones. No son las que habitualmente se consideran “fuerzas modernizadoras” las que redactan la Constitución del 1812. Algunas partes decisivas son elaboradas por eclesiásticos que siguen siendo muy fieles a la tradición de la Iglesia. La “Pepa” no es el punto de partida de una evolución que llega hasta nuestra actual Carta Magna en una línea continua e inalterada. Aquella Constitución era rabiosamente confesional, algo por fortuna superado, que nuestros liberales laicos silencian. A algunos de estos liberales, no a todos, les interesa desfigurar la tradición nacional española. A algunos de estos liberales, que coleccionan papeles de la revolución francesa con devoción, les interesa privatizar el factor religioso, para identificarse con más facilidad con la llamada “ampliación de derechos civiles” de Zapatero. ¿Y no será que nuestra Ilustración en realidad se parece más a la americana que a la gala?

 

Fernando de Haro

Páginas Digital, 16 de abril de 2008

Liberalismo

Liberalismo

 

DISCURSOS célebres, fundadores de una nueva época, ha habido unos cuantos a lo largo de la historia. El más famoso de todos ellos lo pronunció Jesús y se conoce como Sermón de la Montaña; en el cual se contienen, por cierto, muchas más cosas que las ocho Bienaventuranzas. Está también el discurso fúnebre de Pericles recogido por Tucídides en su «Historia de la guerra del Peloponeso»; está el discurso de Lincoln en Gettysburg, que los niños americanos aprenden de memoria en la escuela; y está el discurso que Churchill pronunció en la Cámara de los Comunes, en el que sólo prometía a los ingleses «sangre, sudor y lágrimas». Pero el discurso más célebre del momento, el discurso que tiene a la derecha española alborozada o mohína -y, en conclusión, meningítica perdida- es el que pronunció Esperanza Aguirre en el Foro de ABC hace unos días. ¿Y cuál es el busilis de ese discurso, que tanta tremolina ha levantado entre los escoliastas? Pues el busilis de ese discurso es la apología del liberalismo.

 

¿Y qué es eso del liberalismo? Para Esperanza Aguirre ser liberal consiste en considerar que «cada persona debe elegir libremente»; pero es una definición un tanto difusa que lo mismo sirve para definir a un liberal que a un abortista. O a un liberal abortista: ahí tenemos, por ejemplo, al escritor Vargas Llosa retirando su apoyo al PP porque no defendía con suficiente ardor el aborto, que es lo que a su parecer exige un liberalismo de buten. Para mí que eso de proclamarse liberal, antes que una declaración de principios ideológicos, es la última adscripción no peyorativa que le resta a la derecha, toda vez que proclamarse conservador en el Matrix progre es como proclamarse fascista, o siquiera reaccionario. Pero que lo tilden a uno de reaccionario puede ser un timbre de gloria, como lo prueba aquel envío de Antonio Machado a Azorín: «¡Admirable Azorín, el reaccionario/ por asco de la greña jacobina!». El argentino Leonardo Castellani, otro admirable reaccionario por asco de la época que le tocó vivir (menos greñuda que la nuestra, sin embargo), escribió diatribas formidables contra el liberalismo, esa «niebla ponzoñosa» que ha hecho caer al hombre en cinco idolatrías nefastas: 1) Idolatría de la Ciencia, con la cual el hombre quiso hacer otra torre de Babel que llegase hasta el cielo; 2) Idolatría del Progreso, nuevo Becerro de Oro con el cual creyó que haría en poco tiempo otro Paraíso terrenal; 3) Idolatría de la Carne, a la cual se le pidió el cielo y las delicias del Edén, pero la carne desvestida, exhibida, mimada y adorada ha sido a la postre destrozada y amontonada como estiércol; 4) Idolatría del Placer, con la cual se quiere hacer del mundo un perpetuo carnaval y convertir a los hombres en chiquilines agitados e irresponsables; y -last but not least- 5) Idolatría de la libertad, con la cual se quiere hacer de cada hombre un caprichoso caudillejo.

 

«Esta obsesión de la libertad -nos enseña Castellani- vino a servir maravillosamente a las fuerzas económicas y al poder del Dinero, que también andaban con la obsesión de que los dejasen en paz. Los dejaron en paz: triunfaron sobre el alma y la sangre la técnica y la mercadería; y se inauguró en todo el mundo una época en que nunca se ha hablado tanto de libertad y nunca el hombre ha sido en realidad menos libre». El liberalismo acabó engendrando la libertad enloquecida del Dinero, que fue lo que a la postre trajo el comunismo en el siglo XX; y también ha engendrado, en estos albores del siglo XXI, la creencia no menos enloquecida en una especie de Reino de la Paz Perpetua y las Delicias Universales, producto de la Ciencia, la Libertad y la Democracia; Reino que, básicamente, consiste -como Castellani profetizó con clarividencia- en que «un grupo de sabios socialistas, bajo la coartada de adoración al Hombre, gobiernen el mundo autocráticamente y con poderes tan extraordinarios que no los soñó Licurgo». El liberalismo, en fin, es el caldo de cultivo que la derecha aliña, creando las condiciones sociales, económicas y morales óptimas para el triunfo de la izquierda, que es la que mejor ha sabido vender las falsificaciones de la libertad inventadas por el liberalismo. Falsificaciones catastróficas para el hombre, que creyendo «elegir libremente» no hace sino ahondar en su esclavitud.

 

www.juanmanueldeprada.com

 

JUAN MANUEL DE PRADA

ABC, 12-4-2008

¡Bravo por el Ministerio de Igualdad!

¡Bravo por el Ministerio de Igualdad!

Estoy entusiasmado. Debo reconocerlo: me encanta la idea. ¡Nada menos que un Ministerio para avanzar decididamente en la igualdad real entre hombres y mujeres! Que se anticipe en el futuro e impulse nuevos movimientos sociales igualitarios. Que supere viejos y nuevos prejuicios. Más allá de los dogmas imperantes. Formidable.

 

Por ello espero que –sin miedo y bajo su sabio impulso- se empiece a valorar por igual, en juzgados y comisarías, la palabra de hombres y mujeres. Y que el principio de presunción de inocencia tenga efectos reales…. ¡también con los hombres! Y que la Justicia persiga con el mismo entusiasmo las denuncias falsas, los maltratos psicológicos, los asesinatos, etc., sean sus víctimas mujeres… u hombres.

 

Seguro que este Ministerio abordará sin prejuicios el Síndrome de Alienación Parental, partiendo del hecho de que sus víctimas pueden ser niñas… y niños; y que el agresor puede ser hombre, pero también mujer.

 

También deposito mi esperanza en este Ministerio por lo que respecta a ese slogan casi clandestino, silenciado por los mass-media, y al que se apuntan cada vez más hombres y mujeres de todas las ideologías; que dice algo así como “custodia compartida ya”. Vamos, que los hombres –incluso- podrían ver y atender a sus hijos, una vez expulsados del hogar merced al correspondiente repudio judicial, algo más del actual 8% del tiempo actual que de media “disfrutamos”. Por cierto, ¿la presunción jurídica y sociológica de “buena madre” podrá coexistir, o al menos dejar paso, a la de “buen padre”? ¿O seguirá siendo, el hombre, un sujeto jurídico de segunda, sospechoso de cualquier brutalidad, siempre movido por impulsos criminales, y, en consecuencia, difícilmente un “buen padre”?

 

¿Sería mucho pedir que este Ministerio de Igualdad, preocupado por la salud integral de mujeres (y hombres, suponemos…), impulse estudios y medidas tendentes a reducir el impacto de los autoaccidentes automovilísticos que encubren el suicidio de numerosos varones en proceso de crisis familiar o separación contenciosa. Y también podrían impulsar -los Ministerios de Igualdad y Sanidad- campañas contra la mutilación genital MASCULINA, que, al igual que Teruel, también existe. Y si no se lo creen, pregúnteles a los no pocos musulmanes y hebreos aquí residentes.

 

Y, cómo no, bienvenidas las cuotas. Dadas las tendencias actuales, algo hará este Ministerio para que la sanidad, la Justicia, la Docencia, la Función Pública… no terminen convirtiéndose en cotos exclusivos de mujeres. ¡Una oportunidad a los menos evolucionados de la humanidad, por favor!

 

¿Y una política de vivienda para los más desfavorecidos? Jóvenes, mujeres maltratadas, inmigrantes, excarcelados… ¿y viviendas también para divorciados expoliados econonómicamente? Oiga; que muchos se conformarían con unas económicas soluciones habitacionales. Tampoco es pedir mucho, ¿o sí?

 

La lista de sugerencias, de buenos deseos, de programas “rompedores”, sería interminable. Y seguro que a usted, paciente lector, se le ocurren más y mejores. Muchos más.

 

Pero… ¡se me olvidada! ¡Estamos en España! Y, aquí, la igualdad, en realidad, quiere decir supremacía; y el feminismo encubre hembrismo; y la supuesta protección de la mujer alimenta toda una industria de la desigualdad que se traduce en dolor, sufrimiento y agravios irracionales. Pero, no se alarmen… que no es para tanto. ¡Cuánto se quejan los hombres! Pobrecillos. No se enteran. Ni falta que hace.

 

¿Ministerio de Igualdad o Ministerios de la Verdad y del Amor en uno, versión siglo veintiuno, del Gran Hermano? Mejor dicho: Gran Hermana. Que estamos en la España del talante zapateril. Y no en el 1984 de Orwel.

 

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 14 de abril de 2008

"No hay voluntad política clara de intentar derrotar al terrorismo", dice María San Gil

"No hay voluntad política clara de intentar derrotar al terrorismo", dice María San Gil

 

"El terrorismo de ETA sigue existiendo y no hay voluntad política clara de intentar derrotarlo. Querer derrotar no debe responder al programa de una sigla política. Es esencia democrática y todos deberíamos aplicarnos en esa derrota", dijo ayer en Pamplona la presidenta del PP vasco, María San Gil.

 

Su intervención se enmarcó en las II Jornadas sobre Terrorismo y Democracia organizadas por el Colegio Mayor Larraona. El salón, con capacidad para unas 300 personas, se llenó completamente y entre los asistentes (mayoritariamente jóvenes) se encontraban el diputado en el Congreso Carlos Salvador, la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, los concejales José Iribas, Teresa Purroy, Paz Prieto, Ana Pineda, Cristina Sanz y Javier Lorente, y el parlamentario foral Eradio Ezpeleta.

 

María San Gil comenzó afirmando que "el terrorismo no cabe en democracia; son como el agua y el aceite" y que sólo se puede entender que la lacra del terrorismo lleve ya cuarenta años porque "a veces no se han aplicado políticas adecuadas y porque no se le ha querido derrotar".

 

Señaló que el asesinato por ETA del concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco supuso "la mayor conmoción que se ha registrado nunca en el País vasco y en España" y que provocó una sensación enorme de vértigo en los ámbitos nacionalistas", pero "se cometió el error de dar un balón de oxígeno a ETA con el pacto de Estella", que tuvo como frutos una tregua trampa y el plan Ibarretxe.

 

Aludió a éxitos del Gobierno de José María Aznar como la Ley de Partidos, el Pacto por las libertades y contra el terrorismo, el impedir la presencia en las instituciones de quienes apoyaban al terrorismo, el bloqueo de las cuentas de la banda, la reforma del Código Penal, etc. "En la legislatura 2000-2004 sentimos, por fin, que la democracia era más fuerte que el terrorismo. El mito de la imbatibilidad de ETA era un mito y Aznar demostró que con ETA se podía acabar". Acusó también al PNV, y en concreto al lehendakari Ibarretxe, de que "nunca ha hecho nada para intentar derrotar el terrorismo".

 

Criticó a Rodríguez Zapatero por el giro que dio al llegar al Gobierno y negociar con los terroristas, con lo que logró una tregua que sólo sirvió para que ETA "se rearmase y se relegitimase". Manifestó que, ante la segunda legislatura de Zapatero "no soy nada optimista porque no está haciendo una política antiterrorista".

 

Al término de la conferencia, a una pregunta del público sobre un posible diálogo con ETA, dijo que era un mito. "No conozco a nadie que diga que hay que hablar con un violador o un pederasta. Lo que hay que hacer es aplicar la ley y punto. No es verdad que haya que negociar para acabar con el terrorismo. Hay que aplicar el Estado de Derecho".

 

Preguntado por el mayor acierto y el peor error del nuevo Gobierno, afirmó que "el error es Zapatero y el acierto es la nueva ministra de Innovación, que va a hacer un trabajo muy bueno".

 

G.I. . PAMPLONA

Diario de Navarra, 15 de abril de 2008

Navarra como trasunto valenciano

Navarra como trasunto valenciano

 

El cambio (aparente) de actitud del señor Rodríguez con respecto a los nacionalismos y el barullo de las últimas elecciones legislativas han alejado de la actualidad el proceso de anexión de Navarra por parte del nacionalismo vasco con la colaboración del PSOE. El escritor navarro Fernando José Vaquero Oroquieta señalaba no hace demasiado tiempo la importancia fundamental que, para los planes nacionalistas, tiene la batalla de las ideas, y denunciaba la hegemonía que han conseguido los etnicistas en el terreno cultural.

 

Frente a ello, Vaquero Oroquieta reclama más responsabilidad y capacidad combativa a quienes se resisten a ser asimilados, y se pregunta si “el navarrismo permanecerá expectante ante la larga batalla cultural que ha sido desplegada por el nacionalismo vasco”.

 

¿A que todo esto le suena? Leyendo sus textos, que se pueden encontrar en internet (escriba en cualquier buscador “Crónicas navarras”), se tiene permanentemente la sensación de que, en buena parte, podrían ser asumidos como propios en Valencia. Vaquero Oroquieta analiza el papel que han jugado los partidos navarristas y se muestra particularmente crítico:

 

“El navarrismo, para afrontar el futuro, debe encarar y estar presente en esas dimensiones que ha abandonado en gran medida. La lucha cultural (investigación, difusión), la formación de activistas socio-culturales, el impulso de nuevas entidades cívicas sin pretender su instrumentalización, la formación política y el encuadramiento de militante y simpatizantes, el apoyo sin complejos a medios de comunicación afines, la movilización cotidiana, etc., son dimensiones decisivas que todo partido político realista debe desarrollar. Y más cuando en su ámbito territorial e histórico operan, con bastante éxito por cierto, partidos y movimientos sociales que persiguen con entusiasmo y convicción un cambio histórico rupturista y sectario.”

 

La batalla de las ideas, a la que con frecuencia aludimos desde aquí como primera y prioritaria actividad para quienes disienten del país que se nos propone desde el gobierno socialista y desde el voraz gran hermano catalanista, es la gran ausente en la Comunidad Valenciana. Con acierto Vaquero Oroquieta señala:

“Los partidos políticos del centro-derecha español rebajaron ciertas dimensiones ideológicas de sus expresiones organizativas y discursivas. Se transformaron gradualmente en estructuras movilizadas casi exclusivamente con motivo de las diversas convocatorias electorales; rehuyendo verdaderos debates políticos internos.”

 

Ni en Navarra, ni en Valencia gobierna la izquierda. Pero la hegemonía cultural se decanta cada día más y de manera más peligrosa del lado del izquierdismo étnico anexionista. Y quien triunfa en las ideas, termina triunfando en las urnas.

 

Miguel Vidal Santos

http://www.valenciahui.com/opinion/mvidalsantos.php/2008/03/30/navarra_como_trasunto_valenciano

 

 

«Basta ya» echa el cierre

«Basta ya» echa el cierre

 

La reciente desaparición del diario digital de «Basta Ya» no ha suscitado grandes debates públicos, pero es reveladora de la progresiva descomposición del movimiento cívico vasco, que ha pasado de una salud robusta a una lenta agonía provocada por la ruptura «de facto», a partir de 2004, del pacto antiterrorista. La rebelión ciudadana que acuñó algunas de las páginas más memorables de capacidad de respuesta social frente al terrorismo y al «nacionalismo obligatorio» está hoy casi desactivada, después de una legislatura de progresivo debilitamiento alentado por José Luis Rodríguez Zapatero, que necesitaba allanar el camino para su negociación con ETA.

Pero tampoco el fracaso del «proceso» y la reaparición del coche bomba y el tiro en la nuca han dado lugar a intento alguno de reparar el daño infligido al movimiento cívico desde el ámbito político. La expresión más cruda de esta realidad se vivió cuando ETA asesinó al concejal del PSE Isaías Carrasco y la contestación en las calles de Mondragón se limitó a la reunión de los cargos públicos de turno y a la presencia testimonial de un reducido puñado de vecinos. Algunos militantes socialistas llegaron a increpar a los dirigentes del PP que se acercaron a las honras fúnebres y escenificaron reproches impensables cuatro años antes, cuando se tenía muy claro quién era el enemigo.

En su adiós en la red, el diario digital de «Basta Ya», que en sus momentos de auge recibía 14.000 visitas diarias, aduce razones de penuria económica para una despedida que no se anuncia como definitiva (la página www.bastaya.org se mantiene estática, sin actualizaciones) pero que tiene el aroma de lo irreversible.

Muy lejos quedan ya las jornadas históricas de las grandes manifestaciones contra un «régimen» enquistado y apuntalado en el País Vasco por la amenaza terrorista. En octubre de 2002 más de cien mil personas salieron a la calle en San Sebastián bajo el paraguas de un lema inequívoco: «Constitución y Estatuto sí, nacionalismo obligatorio, no». En diciembre de 2003, «Basta Ya» convocó otra gran movilización en la capital guipuzcoana, esta vez para rechazar el «Plan Ibarretxe». Entonces el movimiento ciudadano aunaba a personas de muy distinto perfil ideológico que se reconocían en un denominador común: la exigencia de dignidad democrática.

La sociedad iba por delante

Como recuerda a menudo el filósofo Fernando Savater, con «Basta Ya» la sociedad se adelantó a los gobernantes cuando desde la plataforma ciudadana se exigió echar a Batasuna de las instituciones. Gracias a la existencia de ese clamor articulado nació la Ley de Partidos. Pero la comunicación PP-PSOE, bien engrasada durante la etapa en la que Nicolás Redondo fue secretario general de los socialistas y Jaime Mayor Oreja líder del PP vasco, se deterioró después de forma irreparable.

Diferencias ante el «proceso»

Tras la derrota de la entente constitucionalista en las elecciones autonómicas de 2001, los socialistas volvieron, de la mano de Patxi López, a la convicción de que no es posible gestionar el futuro del País Vasco sin los nacionalistas. Un mito que, precisamente, casi había logrado desmontar por completo «Basta Ya».

El movimiento cívico se resintió tanto por la ruptura PP-PSE como por las diferencias de criterio que se plantearon en su seno cuando Zapatero puso en marcha su «proceso». Algunas voces rechazaron los mimbres de la negociación desde un primer momento (caso de Mikel Azurmendi, Edurne Uriarte, Carlos Martínez Gorriarán o la propia Rosa Díez), mientras otras otorgaron a Zapatero un margen de confianza que el presidente del Gobierno les pidió personalmente: ese fue el caso de Fernando Savater, quien, sin embargo, se desmarcó muy pronto, en cuanto vio que los tratos con la banda incluían cesiones políticas.

Al tiempo, algunos socialistas de «Basta Ya», colocados «de refilón» y a la expectativa tras la ruptura entre constitucionalistas, regresaron pronto a la ortodoxia de partido, como sucedió con el alcalde de Ermua, Carlos Totorica.

Savater reitera que «Basta Ya» ha sido siempre un movimiento político que, a diferencia de otras iniciativas cívicas (como «Gesto por la Paz»), no se limitaba a protestar en la calle cada vez que ETA asesinaba, sino que se movilizaba para reivindicar el Estatuto de Guernica y la Constitución. Cuestiones que no sólo colisionan con la actividad criminal de ETA, sino también con las imposiciones nacionalistas desde el entramado clientelar del Gobierno autonómico.

Del movimiento cívico a UPyD

Por eso el engranaje funcionó mientras fue efectivo como correa de transmisión a los partidos constitucionalistas de las inquietudes de una sociedad acosada y hastiada. Cuando eso se quebró porque el PSOE empezó a coquetear con el nacionalismo, la estrategia perdió buena parte de su sentido y no pocos miembros de la plataforma se acercaron al PP, mientras otros creyeron llegado el momento de fundar un nuevo partido político. El propio Savater y Carlos Martínez Gorriarán pusieron los cimientos ideológicos y Rosa Díez tomó el estandarte. Después se sumó un Mikel Buesa desencantado por lo que percibió como un excesivo acercamiento del Foro de Ermua al PP.

Esa nueva fuerza, UPyD, ya respira tras haber conseguido Díez su escaño, pero algunos reprochan al joven partido haber fagocitado a «Basta Ya». Martínez Gorriarán, que ha desmenuzado estos acontecimientos en su libro «Movimientos cívicos», no lo cree, y piensa que queda hueco para la plataforma ciudadana como necesaria reserva moral. Permanece, en todo caso, su ejemplo.

 

BLANCA TORQUEMADA

ABC, 14 de abril de 2008

La prostitución, ¿un trabajo como cualquier otro?

La prostitución, ¿un trabajo como cualquier otro?

Intentos por legitimar la «profesión más antigua»

 

ROMA, domingo, 13 abril 2008 (ZENIT.org).- La renuncia del gobernador del estado de Nueva York, Eliot Spitzer, debida a la revelación de sus escapadas con una prostituta, ha renovado el debate público sobre la venta de sexo.

 

Escribiendo en las páginas de opinión del Los Angeles Times, el 12 de marzo, Patty Nelly, profesora de antropología en la Universidad George Washington, afirmaba que la prostitución es parte de nuestra cultura y debería despenalizarse.

 

Desde Canadá, la articulista Jeet Heer comentaba que es probable que los políticos frecuenten prostitutas con regularidad. De igual forma, en su artículo del 12 de marzo opinaba que la prostitución debería considerarse sólo otro trabajo más y legalizarse.

 

Antes del escándalo Spitzer, David Aaronovitch, columnista de opinión del Times de Londres, afirmaba en su artículo del 15 de enero que no veía nada malo en que se pagara por sexo entre adultos. Las autoridades británicas han debatido desde hace tiempo posibles cambios en las leyes sobre prostitución, aunque cualquier cambio parece haberse dejado de lado por el momento.

 

Algunos artículos de periódicos ingleses se oponían a cualquier legalización. El 19 de enero el Times informaba de un libro publicado recientemente en Francia por una persona conocida únicamente sólo como Laura D., de 19 años. Pagó su primer año de estudios universitarios trabajando como prostituta y escribiendo el libro para advertir a otras que no siguieran su ejemplo.

 

En su libro, según el Times, describe lo desagradable de la experiencia, tachándola de dominación económica. También afirmaba que, incluso tras abandonar la actividad, es difícil tener una relación con el sexo opuesto.

 

Janice Turner, escribiendo el 23 de febrero en el Times, comentaba que la mayor parte de las mujeres implicadas en la prostitución desean escapar. Describía los burdeles legalizados en Holanda como «imanes del crimen organizado, de los traficantes de droga». La situación de los centros legalizados para la prostitución en Nevada no es mejor, añadía, con muchas mujeres que sufren un trato cruel.

 

En Canadá, en el periódico National Post del 13 de marzo, Barbara Kay contestaba al artículo de Jeet Heer, afirmando que la prostitución de ninguna manera es un trabajo más. «Las prostitutas hacen algo que es fundamentalmente deshumanizante para dar acomodo a instintos que en un verdadero ‘mundo mejor' serían canalizados a relaciones más fructíferas y dignas», afirmaba Kay.

 

«Vender tu cuerpo no es un comportamiento del que se pueda estar orgulloso, puesto que como humanos nos construimos psicológicamente, el sentido de respeto propio de una mujer está invariablemente ligado a su comportamiento sexual», añadía.

 

Víctimas

 

Coincidiendo con la aparición de los detalles sobre el caso Spitzer, se publicaba un libro en Gran Bretaña que examinaba el tema de la política del gobierno y la prostitución. En «Prostitution, Politics and Policy» (Prostitución, Política y Programas Políticos) (Routledge Cavendish), su autor, Roger Matthews, recogía sus conclusiones de 20 años de investigación y estudio de la prostitución.

 

Matthews, profesor de criminología en la Universidad londinense de South Bank, apuntaba algunas desventajas de la legalización de la prostitución. Quienes están a favor de su despenalización describen la prostitución como un crimen sin víctimas, observaba. Esto, replica, es una afirmación muy superficial.

 

Quienes están implicados en la prostitución, especialmente las mujeres que la practican en las calles, constituyen el grupo social con más víctimas, sostiene Matthews. Muchas de las mujeres implicadas tienen largas historias de abusos y abandono, y un gran número son adictas a las drogas. Las estimaciones varían, observa, pero los estudios llevados a cabo en diversos países apuntan que del 50 al 90% de las prostitutas callejeras han sufrido abusos o abandono cuando eran niñas.

 

Como grupo también es probable que sufran de falta de hogar, desempleo y pobreza. Su vulnerabilidad y su baja autoestima suelen hacer que muchas de estas jóvenes sean explotadas por quienes las llevan a la prostitución, añadía Matthews.

 

Al contrario de quienes presentan la prostitución como una elección libre o como un medio de liberación para las mujeres, Matthews apunta que muchas de las mujeres lo hacen para financiar su dependencia de las drogas o para lograr dinero para otras necesidades acuciantes. También citaba investigaciones que apuntan que del 10 al 15% el número de las que se ven obligadas por proxenetas a prostituirse.

 

Los medios algunas vecen presentan una visión de la prostitución llena de glamour, pero según Matthews: «Detrás de la fachada de independencia y autonomía hay un gran número de mujeres desilusionadas, cuyo sentido de autoestima está continuamente erosionándose». Un problema que se vuelve más penoso conforme las mujeres envejecen y empeora su aspecto.

 

Una solución superficial

 

La legalización, junto con el hecho de sacarla de la calle, puede parecer que resuelve algunos problemas asociados con la prostitución, pero esta opción sólo es atractiva superficialmente, explica uno de los capítulos del libro.

 

Matthews ha considerado la experiencia del estado australiano de Victoria y ha descubierto que la legalización no sólo ha llevado a una explosión en el número de burdeles, sino también a un aumento de la prostitución ilegal. Las condiciones laborales en muchos casos no han mejorado y ha aumentado el número de mujeres sometidas a tráfico. La violencia contra las mujeres, otro problema asociado con la prostitución, ha aumentado igualmente con la legalización.

 

Los mismos problemas han surgido en Holanda, comentaba Matthews, lo que en los últimos tiempos ha llevado a las autoridades a cerrar muchos burdeles legales. En cuanto a Alemania, afirmaba que más bien que reducir la prostitución callejera, la legalización ha animado su expansión.

 

En cuanto a la afirmación de que los análisis sanitarios regulares llevados a cabo en los establecimientos legalizados son una medida positiva, Matthews mantenía que esto es muy poco para mejorar el tema puesto que los análisis no se realizan a los clientes. Los análisis sanitarios, continuaba, son de un valor limitado y pueden incluso llevar a una falsa sensación de seguridad.

 

Ofensa a la dignidad

 

La enseñanza de la Iglesia sobre la prostitución es clara. El Catecismo de la Iglesia Católica observa que quienes se implican en proporcionar tales ser servicios hieren su dignidad, puesto que se reducen a meros instrumentos de placer sexual. El número 2355 también critica a quienes pagan por sexo como culpables de un pecado grave.

 

En los últimos tiempos la Iglesia ha puesto un énfasis particular en la prostitución como violación de la dignidad humana. El documento del Concilio Vaticano II «Gaudium et Spes» hace una lista de ofensas contra la vida y la integridad de la persona humana, entre ellas la prostitución. Estas ofensas «envenenan la sociedad humana», comentaba el concilio (No. 27).

 

En su encíclica «Veritatis Splendor», el Papa Juan Pablo II mencionaba la lista de ofensas de la «Gaudium et Spes», colocándolas en el contexto de actos que son por su naturaleza «intrínsecamente malos», y por tanto siempre gravemente erróneos (No. 80).

 

Juan Pablo II volvió a esta lista en su encíclica «Evangelium Vital». Citaba los pecados recogidos en la «Gaudium et Spes» y afirmaba que 30 años después «una vez más y con idéntica firmeza los deploro en nombre de la Iglesia entera» (No. 3).

 

Benedicto XVI habló sobre los problemas causados por la prostitución en su discurso del 13 de diciembre al nuevo embajador de Tailandia ante la Santa Sede. Se refirió a la preocupación de la Iglesia por «la plaga del sida, la prostitución y el tráfico de mujeres y niños, que sigue afligiendo a los países de la región».

 

El Papa lamentaba la trivialización de la sexualidad en los medios y el problema de la degradación de las mujeres e incluso el abuso de niños. Afrontar tales crímenes llevará a punto de inflexión de esperanza y dignidad para todos los implicados, auguraba el pontífice.

 

Sentimientos compartidos por los muchos que están preocupados por el destino de las mujeres atrapadas en la prostitución.

 

Por el padre John Flynn, L. C.; traducción de Justo Amado