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Identidad occidental

EL CASO HIRSI ALI: ¿Dónde están las feministas?

Los holandeses han expulsado a la heroica Ayaan Hirsi Ali del Parlamento, de Holanda y de Europa. Su vergonzoso apaciguamiento del islamismo totalitario y criminal ha logrado lo que no consiguieron los yihadistas: afligir a uno de los más importantes críticos de la yihad. Bat Yeor, la autora de Eurabia: The Euro-Arab Axis (Eurabia: el eje euro-árabe), me cuenta que esto confirma "lo bajo que ha caído Europa". "En lugar de mostrarle agradecimiento, la proscriben". Robert Spencer, autor de The Politically Incorrect Guide to Islam (La guía políticamente incorrecta del Islam), me asegura que "Holanda preferiría convertirse en un Estado regido por la sharia antes que soportar a alguien que trata de impedirlo".  Para ser justos, ha de decirse que Holanda ha reforzado recientemente sus políticas de inmigración, en un sentido que los musulmanes consideran "ofensivo" y "discriminatorio". De ahora en adelante los futuros inmigrantes deberán pagar 350 euros para someterse a un "examen de integración cívica", dominar el neerlandés y mostrar su disposición a vivir en un país en el que son legales las playas nudistas y los matrimonios homosexuales.  Se trata de un esfuerzo tardío pero serio por controlar la inmigración. Sin embargo, Holanda acaba, también, de sacrificar y exiliar a su profeta más importante. Theo van Gogh, colaborador de Hirsi Ali en la película Submission (Sumisión), fue asesinado por un holandés de segunda generación de origen marroquí. Desde entonces, Hirsi Ali ha vivido bajo vigilancia las 24 horas del día. Sus vecinos holandeses no querían vivir al lado de semejante riesgo para la seguridad (que, por si fuera poco, rebajaba el valor de sus propiedades) y presentaron una demanda para que fuera desahuciada. Lo consiguieron el 27 de abril. Poco después se emitió un documental en Holanda en el que se afirmaba que Hirsi Ali había "mentido" para conseguir tanto el asilo político como la ciudadanía. El ex ministro de Inmigración Hilbrand Nawijn pidió que fuera "privada de su nacionalidad holandesa y deportada". Nawijn era el jefe del Servicio de Inmigración y Naturalización cuando Hirsi Ali solicitó el asilo. En el mencionado documental, la propia familia de Hirsi Ali aportaba "pruebas" contra ella. El 15 de mayo, según recogía el Wall Street Journal, la actual ministra de Inmigración comunicó a Hirsi Ali que "su pasaporte, extendido en 1997, será anulado".  Al igual que Oriana Fallaci, que no se atreve a viajar a su querida Italia natal o a Suiza por temor a ser detenida y procesada debido a sus opiniones sobre el Islam, Hirsi Ali vivirá ahora exiliada en América, el último, y quizás el único, refugio contra la yihad. ¿Se le concederá el asilo político? Y si es así, ¿con qué argumentos?  El American Enterprise Institute (AEI) ha ofrecido un puesto a Hirsi Ali. Karlyn Bowman, del AEI, me informa de que el presidente de la institución, Christopher DeMuth, "le ofreció ser profesora visitante el 16 de mayo". Hirsi Ali había visitado el AEI el año pasado; habló ante un reducido grupo de personas, que quedaron "impresionadas por su extraordinaria odisea y por su coraje, encantadas con su trato fácil y, nuevamente, impresionadas por los proyectos académicos que quería desarrollar".  O sea, que una institución conservadora ha brindado un puesto destacado a una de las más relevantes feministas del mundo. No me sorprende. Mis propias opiniones acerca del apartheid –religioso y de sexos– islámico han sido recibidas cálida y respetuosamente por los conservadores, mientras que muchas feministas las han motejado de "nacionalistas blancas" y "racistas".  Que yo sepa, el movimiento feminista americano, con su enorme acceso a los cargos universitarios, no ha ofrecido puesto alguno a Hirsi Ali. Quizá las feministas multiculturalmente correctas sean ambivalentes a la hora de desafiar la misoginia islamista por temor a ser, también ellas, censuradas como "racistas", o amenazadas de muerte. En realidad, como documento en mi libro The Death of Feminism: What's Next in the Struggle for Women's Freedom (La muerte del feminismo: qué viene ahora en la lucha por la libertad de la mujer), la mayoría de las feministas anteponen la raza al sexo. Muchas están hoy más preocupadas por la supuesta "ocupación" de Palestina que por la ocupación de los cuerpos de las mujeres bajo el Islam, y tienden a culpar a América y a Israel de los pecados del Islam.  La revista norteamericana Nation publicó una crítica contra Hirsi Ali (una africana negra que fue musulmana) en la que se la presentaba como una "reaccionaria" que "echa al Islam toda la culpa" en lugar de cargar contra las "costumbres patriarcales"; asimismo, se le censuraba no haberse centrado en "el papel que Occidente ha desempeñado (...) en el auge de los movimientos islamistas".  Por otra parte, según la presidenta de NOW (National Organization for Woman), Kim Gandy, "Hirsi Ali forzó que se hablase en la arena pública holandesa del trato a las mujeres inmigrantes, y pagó por ello. Quizá su franco alegato haga que tal cuestión penetre también en la conciencia americana". Sin embargo, las despertadoras de conciencias representan un desafío psicológico para muchas mujeres. Desafían las normas no establecidas del comportamiento femenino. No son conformistas ni pasivas. No pretenden complacer ni apaciguar a quienes denuncian por sus criminales fechorías. No son "indirectamente agresivas".  Hirsi Ali no está difamando ni censurando a otras mujeres, que es lo que se estila en las justas femeninas; lo que hace es desafiar pública y directamente la autoridad masculina en representación de las mujeres. Las mujeres menos valientes, feministas incluidas, pueden no identificarse con ella, o compadecerse de ella. Por otro lado, las mujeres suelen encontrar difícil apoyar a una mujer que disfruta de más atención pública que ellas.  ¿Encontrará Hirsi Ali el apoyo que se merece en Estados Unidos? Ciertamente, eso espero, pero no soy completamente optimista. También está en marcha la islamización de América. El proceso no es el mismo que en Europa. A pesar del mito del todopoderoso lobby sionista, los islamistas y sus partidarios occidentales tienen una influencia cada vez mayor en los campus americanos y, en gran medida, en los principales medios. Aquí, el discurso del odio islamista y las Grandes Mentiras a menudo quedan amparados por las libertades de expresión y académica. Mientras que en Europa muchos se solidarizaron con los dibujantes daneses y reprodujeron ampliamente sus trabajos, las famosas viñetas no se publicaron en los principales medios americanos.  Hirsi Ali, que ha aludido cada vez más a la traición holandesa hacia sus conciudadanos judíos durante el Holocausto, llega a América en un momento en que se está juzgando a funcionarios del American Israel Public Affairs Committee y en que el Pentágono ha comenzado a retirar pases de seguridad a empleados del Gobierno que poseen doble ciudadanía americana e israelí y tienen parientes en Israel.  Como Fallaci, Hirsi Ali sostiene que, si Europa no hace frente a los islamistas, la civilización europea está perdida. "El Islam radical no sólo va contra mí –dice–. También va contra [mis vecinos holandeses]. Al haber sido expulsada, los terroristas han ganado. Lo cual hace que la situación sea más peligrosa para todos".  Tiene toda la razón. Que Dios proteja a América, si no somos capaces de proteger a Hirsi Ali y a todos los que, como ella, dicen la verdad.  Phyllis Chesler, profesora de Psicología y Estudios de la Mujer, columnista de medios como National Review (donde apareció la versión original este artículo, el pasado 19 de mayo) y Front Page Magazine y autora de libros como The Death of Feminism y The Islamization of America.  

Libertad digital, suplementos Ideas, 7 de junio de 2006

Sin valores, la globalización se rebela contra el hombre, advierte Lech Walesa

BILBAO, viernes, 26 mayo 2006 (ZENIT.org).- El presidente de la república de Polonia entre 1990-1995 y Premio Nobel de la Paz en 1983, Lech Walesa, considera que sin valores la globalización acabará rebelándose contra el hombre.

Al participar en Bilbao en la I Jornada Católicos y Vida Pública, organizada por la Asociación Católica de Propagandistas y la Fundación Universitaria San Pablo CEU, el antiguo líder de Solidarnosc alentó en una rueda de prensa a mantener vivos los valores trascendentes en la construcción del siglo XXI.

«Los valores deben primar en la globalización y los sistemas de ésta; tenemos que educar a un hombre de conciencia, para poder construir la sociedad del futuro», afirmó.

Además, señaló, «cuanto más alto es el desarrollo tecnológico y cuantos más peligros hay, son más necesarios los valores».

En el contexto de integración de Europa, Walesa reconoció que «los católicos deben ser más activos». «La gente de fe, de conciencia --destacó-- tiene que ponerse a trabajar porque somos mayoría pero estamos dispersos y poco activos».

Las religiones, en particular la cristiana, aseguró, tienen un patrimonio de siglos «que nos permitirá vivir en paz», indicó, aclarando que «religión y política son complementarios y no deben invaden sus parcelas».

Walesa consideró que «con el final del siglo XX ha terminado la época de grandes divisiones. El desarrollo tecnológico nos ha llevado a la época del intelecto, de la información y de la globalización, que requiere otros programas y otras estructuras».

Españas previsibles, católicos en la frontera

El historiador y periodista Paul Johnson describe en Tiempos Modernos, un libro que se ha convertido en un clásico, el ambiente ideológico que explica el ascenso del nacionalsocialismo al poder en la Alemania de los años 30. Se forman dos bloques culturales e ideológicos férreos: la Alemania de la cultura, que defiende las supuestas esencias de la nación; y la Alemania de la civilización, occidentalista, moderna y relativista. No se pueden hacer paralelismos fáciles con las dos Españas que ahora parecen resurgir. Los bloques ideológicos no son simétricos por sus contenidos y, de momento, no parece estar fraguándose una amenaza totalitaria. Pero sí hay dos fenómenos que actualizan las páginas de Johnson: la radicalización de posturas y el incremento del esquematismo. El barómetro del CIS del mes de abril es significativo. En marzo de 2004 sólo se declaraba de derechas un 1,3 por ciento de los encuestados, ahora se define así un 2,8 por ciento. Hace dos años los encuestados que se consideraban de centro derecha eran el 8,1 por ciento y ahora ese porcentaje asciende al 10,4 por ciento. El centro se mantiene en el entorno del 32 por ciento, pero la adscripción al centro izquierda desciende y la adscripción a la izquierda pasa en dos años del 6,9 por ciento al 8,7 por ciento. Junto a este “corrimiento” del espectro político hacia los extremos hay otro fenómeno más difícilmente cuantificable. Tras la inesperada victoria socialista el 14 de marzo de 2004, el PP siente la necesidad de cerrar filas en torno a su anterior gestión. Desde el minuto cero, la política de Zapatero se dirige a aislar a la oposición, a echar por tierra sus conquistas. En una dinámica de acción-reacción, esta política del presidente socialista provoca una defensa del PP que ni revisa mensajes ni renueva líderes. Zapatero, apoyado por buena parte de los medios de comunicación, polariza a todo su partido y a la inmensa mayoría del centro izquierda. El miedo a lo peor, es decir, a ser tachados de “peperos”, lleva a este sector social a apoyar todas las políticas que están poniendo patas arriba el consenso constitucional. Políticas que, en muchos casos, el centroizquierda no consideraba necesarias (es el caso de la reforma de los estatutos). Esa España se vuelve desgraciadamente previsible: necesariamente acrítica con “la revolución social” de Zapatero, defensora a ultranza del nuevo federalismo asimétrico y anticatólica. Enfrente también fragua una España previsible de centro-derecha, identificada casi exclusivamente por su defensa de la unidad nacional, unidad nunca adecuadamente explicada ni críticamente actualizada. Buena parte de esa España de centro-derecha, herida por la derrota electoral y por las políticas de agresión de Zapatero, se refugia en mensajes simplificadores que alimentan la instintividad, la descalificación y que ahorran el siempre fatigoso ejercicio de la razón. Ninguna de las Españas previsibles parece estar interesada en cruzar la frontera que han construido, romper esquemas y entablar un auténtico diálogo. Es la consecuencia de una sacralización de las posiciones políticas, que acaban imponiendo su dinamismo a la sociedad. En este contexto, los católicos podrían ser los primeros en atravesar las fronteras, o los primeros en instalarse en ellas, para desacralizar la vida política y sanear la vida social. Es lo que hicieron sus antepasados en el Imperio Romano.  Fernando de HaroPáginas Digital, 24 de mayo de 2006

Europa y EUA: multiculturalismo y Unilateralidad

Cómo Europa y América se enfrentan a su futuro y al Islamismo: la auto-negación multicultural o la lucha unilateral.
 
Desde el 11S y el 11M en Occidente hay básicamente dos actitudes político-sociológicas. Por un lado, una amalgama de negacionistas, cesionistas-apaciguadores y multiculturalistas. Por otro lado, encontramos a aquellos que están dispuestos a mirar cara a cara al enemigo interno y externo -el nacionalismo y el islamismo- y a enfrentarse con ellos. Los primeros niegan que estemos en una guerra global. Pero dado que el ataque a Occidente es un hecho real y tangible echan la culpa sobre todos nosotros y nuestros valores. Insisten en que hay otras sociedades con otras culturas que históricamente se han visto machacadas por Occidente. Y esto se propaga como una verdad incuestionable. Por lo tanto lo que Occidente debería hacer es pedir perdón y ceder a las pretensiones políticas, culturales y mentales de esas otras sociedades, culturas y religiones. Sólo así se puede apaciguar tanto odio contra Occidente y poner fin a los problemas.En base a estos postulados la amalgama de negacionistas, cesionistas-apaciguadores y multiculturalistas reclama un nuevo modelo cultural: la alianza de civilizaciones y la equiparación e igualación de culturas, valores y tradiciones. Alcanzada esta meta al fin se viviría en una indefinida "paz cósmica": la Nueva Era.El éxito cultural, social, económico y político de esta propuesta reside en que mediante ella es posible suprimir del consciente y subconsciente -individual y colectivo- la enorme zozobra y turbación que pudiera ocasionar el espectro de una guerra global sin límites geográficos y temporales. Las consecuencias de esta conducta son muy graves: se subvierten y se eliminan nuestras raíces judeocristianas, produciéndose el vaciado cultural que lleva al colapso y, finalmente, al derrumbe de Occidente.Ante el islamismo en la Unión Europea domina la mentalidad cesionista-apaciguadora y multiculturalista, tanto entre las elites políticas y económicas como entre la población. Sin embargo en Estados Unidos todavía hay importantes sectores que se resisten a ceder posiciones ante esta ruina cultural. A Europa le falta lo que Estados Unidos aún tiene: la conciencia de que las raíces de su ser residen en los valores judeocristianos y la convicción de que a esto no se puede renunciar.Los datos son bien claros: los Estados Unidos cuentan con una población de 280 millones de personas, un PNB de 7 billones de dólares y emplea en defensa más de 272 mil millones de dólares. Mientras la Unión Europea, abarcando una población de unos 375 millones de personas y con un PNB cercano a los 10 billones de dólares, apenas gasta 130.000 millones de dólares en defensa. Además la Unión Europea rechaza equiparar su presupuesto militar al de los Estados Unidos y reacciona ceñuda y airadamente ante cualquier propuesta militar y de defensa que provenga del gobierno norteamericano.Esta es la situación que ha obligado a los Estados Unidos a realizar intervenciones militares en diversas partes del mundo casi en solitario y de modo unilateral bajo la doctrina de la anticipación. Ante el cesionismo europeo Estados Unidos ha optado por derrotar al enemigo y occidentalizarlo. Al contrario que la Unión Europea, Estados Unidos ha optado por defenderse por lo que al mismo tiempo está defendiendo a Occidente. Para ello ha proyectado crear un Gran Oriente Medio. Y pretende hacerlo realidad incluso en solitario si fuese preciso.Esta Grand Estrategy norteamericana se sustenta sobre un pilar primordial: acabar con los regímenes islamistas y levantar estructuras políticas basadas en mentalidades guiadas por los valores y principios de la democracia liberal. Este ideal no es nuevo. Ataturk lo llevó a cabo en Turquía. También se desarrolló con éxito en Alemania con el plan de desnazificación y en Japón con los programas reeducación. Por lo tanto pretender generar un cambio mental y cultural en la Umma no es una fantasía ni un sueño. Requiere convicción, fortaleza, templanza y también justicia y prudencia. Y capacidad para soportar y vivir el sufrimiento.En contraposición, la Unión Europea -y su sociedad- no está dispuesta a realizar sacrificios por lo que ha renunciado a sí misma. A corto y medio plazo es más sencillo, menos costoso y doloroso pactar con el enemigo y ceder. Alianza de Civilizaciones, lo llaman los políticos europeos. Este es el camino directo al abandono de los principios que constituyen la base de toda sociedad libre y democrática.Sin embargo Europa no siempre ha sido así. La, antiguamente llamada, Cristiandad no fue un mundo y una cultura negacionista de sí misma ni cesionista ante sus enemigos. Durante la Edad Media Europa fue un mundo de continuado renacimiento y de permanente defensa audaz de su propio ser greco-romano y cristiano frente a la amenaza del Islam. Éste fue también el espíritu que suscitó la decisión de emprender las Cruzadas llevando la defensa de la Cristiandad al territorio conquistado por el Islam. Esta acción estuvo sostenida por la conciencia colectiva de Recuperatio de lo que hasta no hacía mucho había sido parte del mundo greco-romano y judeocristiano: el Mediterráneo ocupado por el Islam desde España a Palestina.Se podrían poner infinidad de ejemplos donde todo esto es bien evidente pero baste con señalar algún caso, como la arenga de Luís Portocarrero (cuñado del Gran Capitán Fernández de Córdoba) en la defensa de la ciudad de Alhama, a punto de sucumbir al cerco de los muslimes (1483): "Avéis demostrado fasta aquí devoçión y esfueço en la defensa destos muros" y "vençidos ya de flaqueza ¿por qué lugar os parece que podemos salir para salvar la vida?". "Si solo por miedo desamparásemos estos muros con razón seríamos llamados homes livianos que a todo se ofrecen sin deliberación y se retraen sin vergüenza queriendo antes la afrenta" que morir "faciendo nuestro dever" "dando buena cuenta a Dios de nuestras ánimas". "¿Qué, pues, falleçe aquí salvo esfuerço de buenos homes y devoción de buenos cristianos para pelear en defensa de nuestra Fe y de nuestra Ley? "Vos aseguro que devemos morir defendiendo Alhama, y no vivir cautivos de los moros", "devemos tener firme esperanza que ni Dios desamparará a su pueblo, ni nuestro rey olvidará a su gente".Nosotros somos herederos de esto, es lo que nos hace ser occidentales y nos conforma como Occidente. Un único bloque de civilización, una unilateralidad. Burke lo tenía muy claro. Entendía Europa como una gran comunidad de naciones con una herencia moral y jurídica común. Herencia que no es otra que los principios de la libertad individual con moral y responsabilidad, fundamentado todo ello en el Imperio de la Ley y en los valores cristianos. Y estos principios son el cimiento de las Instituciones Civiles.Por eso creo que es reversible el camino de pugna que la Unión Europea lleva contra los Estados Unidos desde que este decidió intervenir en Irak. Creo que es posible transformar la mentalidad cesionsita y multicultural, tan dominante actualmente en Europa, por otra de firmeza en la defensa de nuestros valores y principios. Creo que es posible reconstruir la mentalidad de que Occidente forma un único bloque, una unilateralidad. El reto que los europeos tenemos por delante no es sólo ayudar a los Estados Unidos a propagar los principios liberales y cristianos en la Umma sino también, y principalmente, irradiarlos en nuestra propia Tierra de Europa.   Publicado en American Review por Antonio R. Peña Izquierdo
11-05-2006
 

La lenta muerte de Europa

¿Qué se puede esperar de los políticos franceses? Rendición. Lo hicieron hace 66 años cuando los ejércitos alemanes invadieron Francia. Lo hicieron de nuevo hace tres años cuando se hizo obvio que era necesario derrocar al régimen criminal de Saddam Hussein. Lo hicieron una vez más los primeros días de abril de este año. Ningún ejército estuvo implicado esta vez: solamente gamberros callejeros y alborotadores. Pero eso bastó. La rendición es un hábito profundamente enraizado en el carácter político francés.  Las próximas elecciones presidenciales de Francia tienen lugar dentro de un año, y hoy está claro que los dos principales candidatos serán un socialista y un socialista. El socialista de centro, de Villepin, no se entera. El socialista "de derechas" será Nicolas Sarkozy, e intentaba salir de un mal paso hace unas cuantas semanas, cuando se convertía en un converso a "la justicia social". Existen bastantes posibilidades de que la socialista de izquierdas sea Segolène Royal, la mujer que comprendió que el mejor modo de ser candidato socialista en Francia es carecer de ideas y mostrar esto orgullosamente: ha abierto una página web donde todos aquellos a los que les apetezca votar pueden dejar sus ideas que, al final, se convertirán en las de ella.  En la práctica, los franceses tienen suerte: en el 2002 tuvieron que elegir entre un fascista y un ladrón. Eligieron al ladrón. Esta vez: no hay fascista y no hay ladrón, solamente dos cabezahuecas socialistas.  En la práctica, el país se tambalea. Continuará tambaleándose hasta las elecciones y se tambaleará aún más después de las elecciones. Todo el mundo piensa que habrá más disturbios. Todo el mundo sabe que habrá más radicales musulmanes. Ahora veo grupos de mujeres completamente ataviadas con el velo por la calle, con aspecto de fantasmas de negro. En los semáforos de París, tienes cada vez más mendigos. A la mayor parte de ellos les falta una pierna, un brazo. A algunos solamente les han amputado una mano, y te muestran su brazo terminando en un muñón con el fin de inspirar sensación de horror y pena. En los márgenes de las autopistas, nada más salir de las grandes ciudades, han comenzado a aparecer pequeñas ciudades de chabolas. Si fuera solamente Francia, pensaría que el país es una especie de agujero negro, pero el problema abarca a todo el continente (o al menos a la parte occidental). Por el resto de Europa no tienes disturbios, pero tienes la misma sensación de estar esperando un desastre a cámara lenta y que nadie puede parar. El paro está por todas partes, a excepción de Gran Bretaña e Irlanda. La cifra de pobres y mendigos crece por todas partes, igual que las cifras de radicales musulmanes. La mediocridad de los políticos es casi la misma en todos los países. La gente de la calle tiene aspecto triste y tiene la sensación de afrontar exclusivamente un futuro lúgubre. Ese futuro puede verse en Italia. Berlusconi al menos encarriló la economía; es seguro que Prodi no hará absolutamente nada a la cabeza de una coalición que incluye a comunistas y centristas[i], con un programa que comprende 300 páginas de diatribas siniestras. La gente que le votó, votó contra el cambio. Saben quién es Prodi, un pobre profesor burócrata, se prestará al juego. Mucha gente de la coalición de Prodi son idiotas útiles, ideólogos, o sencillamente antiamericanos y anti israelíes.  Forzar al pueblo español a evitar votar a un aliado de Estados Unidos y padre del resucitamiento de la economía española al tiempo que entregaban el poder a un izquierdista de mentalidad dhimmi requirió un atentado de Al Qaida. Empujar a los italianos en la misma dirección no necesitó de nada. Si a todo esto se añade la situación que hay en Alemania, donde Angela Merkel está a la cabeza de una enorme coalición que mezcla al centro izquierda con centro derecha, sin ninguna posibilidad de encontrar alternativas viables, se puede ver que Tony Blair realmente está muy aislado. En la práctica, un vistazo a la prensa británica demuestra hasta qué punto Blair es un político sin cargo, y lo inmune a su ética práctica que son las personas que le reemplazarán. El ritmo es distinto de un país a otro, pero la música funeraria es la misma. Durante décadas, los europeos soñaron con construir una gran potencia. El sueño no podría haber tenido un final feliz: no se basaba en la responsabilidad, sino en la dependencia. Los europeos aprovecharon la protección que ofrecía América para inyectar dinero a sus estados del bienestar. De la cuna a la tumba, era su promesa; y poco a poco, las tumbas empezaron a sobrepasar a las cunas. Pero el cinismo acompañó a la dependencia -- una química maligna. Algunos líderes europeos pensaron que podrían crear una sinergia con el mundo árabe con el fin de establecer una "contra-potencia" frente a Estados Unidos. Europa será pronto más árabe y musulmana, pero no será una contra-potencia de nada, a excepción de su identidad tradicional.
 Guy Millière es periodista y escritor francés residente en París. Nota

[i] El autor usa centrista en su acepción “ni liberal ni conservador”.

GEE.ORG, 9 de mayo de 2006

El entierro de la sardina europea

La Unión Europea ha muerto. Todo el mundo lo sabe, pero nadie lo admite; oficialmente prefieren declararla en coma. La Unión Europea ha muerto, pero no Europa, porque Europa existía mucho antes que el Tratado de Roma. Es una vieja dama cubierta de cicatrices que no se deja engatusar ni por jóvenes oficiales de caballería ni por los yuppies del maletín, y aún menos por los burócratas políticos, que pululan y ululan, no tanto en Soria como en Bruselas, Estrasburgo y otras capitales. Y Europa, después de haber vencido al nazismo y al comunismo (pero con la ayuda primordial de los USA, que no se olvide), ha vencido a la UE.

Veamos algunas peripecias recientes. Aunque el paripé de la Constitución sea asimismo reciente, teniendo en cuenta la desmemoria y la desinformación, creo que vale la pena recordar porqué votamos "no". La modestia me impide emplear el plural; diré porqué voté "no".

– Odio la idea de una superpotencia europea, creada autoritariamente con el único (o esencial) objetivo de enfrentarse a los USA. Se expresaron diferentes matices, como no "enfrentarse" sino "independizarse" (?), y sofismas por el estilo, pero quedaba bien claro que se pretendía crear a marchas forzadas una superpotencia contra, y no estrechamente aliada (política, militar y económicamente) al resto del mundo democrático, los USA, claro, pero también Australia y Japón, pongamos.

– Rechazo la idea de una creación arbitraria, burocrática y autoritaria (incluso con el voto favorable de ese fantasmal Parlamento Europeo), de un Superestado que hubiera destruido las naciones europeas. Las naciones, sus señorías (y los españoles lo estamos viviendo trágica y pésimamente estos días), no se liquidan así como así, por voluntad imperial y anhelos de conquista de una clase política bastarda, y de ciertos estados de mediana potencia que sueñan convertirse en superpotencias.

Las naciones se han ido creando durante siglos, y ha corrido mucha sangre, mucho sufrimiento y muchas ilusiones para que lleguen adonde han llegado, y eso es una realidad histórica, política y cultural que no se anula por decreto.

– Y, last but not least, la Constitución era un monstruo, inaplicable y sumamente contradictoria, que permitía y a renglón seguido prohibía las mismas cosas. Cada artículo de moderada inspiración liberal se veía obstaculizado por veinte artículos en sentido contrario. Y lo único que quedaba claro y concreto, como lo reivindicaba el propio padre de la criatura, Giscard d’Estaing, era su voluntad imperial: un Superestado para una superpotencia. Todo ello embadurnando de falaciosas promesas (seremos más fuertes y, por lo tanto, más prósperos y más felices), en las que nadie creía.

Se han expuesto otros argumentos y críticas, pero estas tres me bastan para justificar mi "no". Como debería haber hecho el PP, si fuera consecuente con sus declaraciones liberales. Pero no fue le único: otros partidos europeos, reservados, reacios o contrarios al espíritu y a la letra del mamotreto constitucional de marras no se atrevieron a rechazarla con su voto, por conformismo, miedo a aislarse y parecer "antieuropeos", cuando era precisamente esa Constitución la que era antieuropea.

El "No" en Francia, evidentemente el más importante, también era el más ambiguo. Expresaba a la vez varias cosas: un lógico rechazo a la liquidación de la nación francesa, pero acompañado de una voluntad suicidaria de encerrarse en sus propias fronteras, de una nueva autarquía, a lo que se añadía la demagógica reivindicación de una nueva URSS, disimulada bajo los oropeles de la "Europa social". Porque una cosa es la destrucción de un plumazo de las naciones y otra, muy diferente, que esas naciones estén abiertas al mundo.

Bien sabido es que, desde el Tratado de Roma, lo único positivo, pese a inevitables altibajos, contradicciones y problemas, ha sido el Mercado Común, que procedía de una inspiración liberal, con la apertura de las fronteras económicas, la libre circulación de los capitales, las mercancías, las personas y los servicios, etcétera (¡Hola, Bolkestein! ¿Qué tal?), que la Constitución, en ciertos de sus artículos, impuestos por la socialburocracia, ponía de pronto en tela de juicio.

Pero resulta que, con la globalización, el mercado común europeo ha quedado ampliamente superado. Crear una frontera económica común para 25 países, en lugar de 25 fronteras, aunque sea a todas luces positivo, es insuficiente para impulsar el desarrollo económico, que exige mucha más libertad, a la vez que una política internacional. Y ya que los argumentos a favor de la UE son esencialmente defensivos, cabe preguntarse: ¿cómo resiste al chantaje petrolero, con su increíble aumento de los precios, o a la "invasión" de productos de consumo chinos? Son sólo dos ejemplos. En cambio, la gigantesca burocracia parasitaria de la UE, que despilfarra en balde billones de euros, a cargo de los contribuyentes, sí que constituye un obstáculo al desarrollo, y concretamente al consumo.

Aunque sea brevemente, quiero aludir a dos cuestiones fundamentales: la "Europa de las regiones" y la "política exterior" de la UE. "La violencia se ha acabado y la sociedad vasca no la permitirá nunca más", ha declarado Ibarreche. ¿Quiere esto decir que la sociedad vasca la permitía hasta ayer por la tarde? ¿O que los amos absolutos de la violencia, quienes deciden cuándo empieza y cuándo termina, son él y el PNV, y ETA sólo sus locos de alaeuskalduna, asesinos disciplinados y obedientes? Hay veces en que los discursos se convierten en confesiones involuntarias. También declaró que la única Constitución de los vacos son sus "derechos históricos", o sea nada, porque tales "derechos" no existen, los han inventado para nutrir la Leyenda y el "sacrificio", o sea el asesinato.

Pero el nacionalismo vasco, además de un irredentismo fanático que no piensa, sólo odia, pretende en su vertiente "política" sitúar su futuro en la "Europa de las regiones", considerando, en su delirio, el futuro País Vasco como una de las más importantes, después de haber conquistado Navarra y el suroeste de Francia. Pues resulta que la "Europa de las regiones" no existe, ni existirá jamás, y ese retorno al paraíso medieval perdido, bucólico y placentero, soñado por algunos bretones –y que históricamente fue un periodo de guerras incesantes y de hambrunas–, tiene infinitamente menos realidad de la que tuvo la difunta UE.

No, no hemos terminado con el drama vasco, pese a que tantos se hagan ilusiones y otros parezcan alelados e impotentes.

Lo más grave en relación con la "política exterior" de la UE no es que apenas exista, es que sea catastrófica y reaccionaria. Hace ya tiempo que la UE apoya y mantiene a los tiranos en América Latina, como en Oriente Próximo y Medio. Su paranoia antiyanqui, como sus intereses petroleros, le impulsa a un política "proárabe" –o sea pro déspotas musulmanes– que a veces le conduce a elegir Ben Laden contra Bush, y no hablemos de Sadam Husein, ayer, como de los demás tiranos, hoy.

Desde luego, no siempre existe unanimidad, y, por ejemplo, durante la crisis iraquí Tony Blair, José María Aznar, los gobiernos de los países de la Europa ex comunista, otros, la mayoría en realidad, se opusieron a la política anti Bush y pro Sadam de la minoría, encabezada entonces por Francia y Alemania, pero los medios y la calle lograron, sin embargo, arrinconar hasta cierto punto a los partidarios de la solidaridad internacional de las democracias contra el terrorismo. Lo cual demuestra, si fuera necesario, la importancia que tiene la batalla y la victoria en los medios y en la calle.

Y ante los problemas candentes de hoy, como las armas nucleares y las amenazas del totalitarismo iraní, muy concretamente contra Israel, la única democracia de la región, o la victoria de los fusiles de Hamas en las elecciones palestinas, quienes reafirman su voluntad de destruir Israel, lo mismo que sus aliados ayatolás, ¿qué hace la UE, sino tergiversar y claudicar, tragándose los sacrosantos valores europeos y los derechos del hombre –¡y de la mujer!–, a cambio de "treguas" y "paces" ilusorias?

Una vez más, Europa depende de los Estados Unidos para salvarse y salvar la democracia.

Por Carlos Semprún Maura

Libertad Digital, suplemento Exteriores, 25 de abril de 2006

¿El III Cisma de Occidente?

El distanciamiento entre Europa y EEUU parece una cuestión política. Sin embargo, lo cierto es que por primera vez el corazón de Occidente propone una forma espiritual contradictoria con su propia civilización.

 

 

Muchos han demostrado que es el vigor espiritual, y no la técnica industrial o política, el principio sustentador de las civilizaciones. El cristianismo cumple esta función en Occidente, aunque de un modo cada vez menos homogéneo. En 1378, el I Cisma de Occidente dividió la cabeza de la Iglesia entre Roma y Aviñón. El malentendido duró cuatro décadas y no afectó a la unidad occidental. En el s.XVI, el Cisma protestante provocó duraderos enfrentamientos entre la Europa latina y la germánica, pero el cristianismo siguió unificando la civilización común. ¿Puede afectar la contradicción política entre Europa y EEUU, iniciada a mediados del s.XX y cada vez más evidente, a la unidad espiritual de Occidente?.

 

La intelectocracia europea tiende a negar que la religión explique la actual pugna con EEUU, que sería meramente política. En su reciente libro “El hombre europeo” (2006), el gaullista Dominique de Villepin y el socialista Jorge Semprún reprochan a EEUU su alejamiento de la herencia europea, como una “hija rebelde y orgullosa” que no ha salido del esquema clásico de poder. Sus medios tecnológicos y financieros serían incluso contraproducentes para dar a los retos actuales una respuesta con acuerdo mundial. Sólo Europa podría lograr este objetivo, pues tras los dramas del s.XX estaría en condiciones de lograr un modelo de “gobierno mundial” que combinara soberanía y multilateralidad. Se alcanzaría así el “imperio de la paz”, “la felicidad de una humanidad reconciliada, de una alianza de civilizaciones contra el terrorismo, la pobreza y la autodestrucción del planeta”. Esto confirmaría la tesis de Robert Kagan en “Of Paradise and Power” (2003): la separación entre EEUU y Europa sería política, provocada por una concepción diferente del ejercicio del poder.

 

Sin embargo, el argumento de Semprún y Villepin es en realidad teológico. Se basa en el rechazo de las raíces cristianas de Europa por “indistinguibles”, y en la consideración del cristianismo como una mera etapa en la formación de la conciencia autónoma del individuo. El nuevo europeo habría refundado su espíritu “abrazando los principios emanados de la Revolución de 1789”. Razón, Historia, Luces y Democracia, con mayúsculas, serían los ídolos de la nueva Europa, que se definiría como “democracia y secularización de la vida pública”. Su misión sería entregar este nuevo principio civilizatorio al resto del mundo, empezando por la Europa del Este, que de modo tan irritante se habría alineado con EEUU en la última guerra de Iraq. Por consiguiente, el laicismo antirreligioso, lo que George Weigel llamó “política sin Dios” en “The Cube and the Cathedral” (2005), es la clave de la contradicción entre EEUU y Europa.

 

Así pues, por primera vez en la historia el corazón de Occidente está culminando casi unánimemente la sustitución de sus fundamentos cristianos por una idolatría secularista ajena a su ser, mientras la potencia más poderosa de Occidente mantiene, sin complejos pero con contradicciones, los principios sustentadores occidentales. ¿Qué puede ocurrir en lo que parece el III Cisma de Occidente? Quizás una meiosis civilizatoria, donde el Atlántico separe definitivamente a Occidente de Laicilandia, que no tardaría mucho en sucumbir ante el islam. Quizás el continente americano se rinda a la cultura de la muerte, y Occidente desaparezca para siempre de la historia. Quizás el amor y la unión de los cristianos en una nueva evangelización derrote a la fantasmagoría milenarista del laicismo, incapaz ya de ilusionar a nadie, y devuelva a Europa al corazón de la civilización occidental.

 

 

Publicado en American Review por Guillermo Elizalde Monroset
21-04-2006

 

El «Manifiesto por Occidente», redactado por el presidente del Senado Marcello Pera, reivindica la civilización europea

Políticos italianos promueven la «defensa de las raíces cristianas» en plena campaña electoral.
  
Roma- «Occidente está en crisis. Atacado desde fuera por el fundamentalismo y el terrorismo islámico, no es capaz de responder al desafío. Agredido en su interior por una crisis moral y espiritual, no encuentra el valor para reaccionar». Así comienza el «Manifiesto por Occidente», firmando por casi todas las caras conocidas de la derecha italiana y redactado por el presidente del Senado, Marcello Pera, amigo personal de Benedicto XVI, con quien escribió un interesante libro epistolar («Sin Raíces») cuando todavía era el cardenal Joseph Ratzinger.


En su escrito, Pera enumera uno por uno los «complejos de Occidente» y otorga al Papa el mérito de haber sido la única personalidad capaz de defender el legado de nuestra cultura. «Nos sentimos culpables de nuestro bienestar, nos causan vergüenza nuestras tradiciones, consideramos el terrorismo una reacción a nuestros errores. El terrorismo, sin embargo, es una agresión directa a nuestra civilización y a la entera humanidad». Italia celebra este fin de semana elecciones y Pera, miembro de Forza Italia (el partido de Silvio Berlusconi) pretende usar su manifiesto como caballo de batalla electoral. Aunque es algo más. «Esta es la verdadera diferencia entre una y otra coalición. Sólo el centro derecha defiende los valores de Occidente», aseguró el presidente.


Sin complejos. Es en el capítulo de las tradiciones donde Pera, que no milita en los partidos herederos de la democracia cristiana, hace referencia a la religión y aplaude las posiciones del Papa. «Nuestras tradiciones se discuten. El laicismo y el progresismo reniegan costumbres milenarias de nuestra historia. Pierden sentido así los valores de la vida, de la persona, del matrimonio y de la familia. Se predica que todas las culturas valen lo mismo. Se deja sin guía y sin regla la integración de los inmigrantes», asegura.


La primera parte de su manifiesto acaba, precisamente, con una cita del Papa: «Occidente ya no se ama a sí mismo». Para superar esta crisis, propone Marcello Pera, es necesario «más empeño, más valor sobre los temas de nuestra civilización».


Posteriormente, el presidente establece once prioridades y promete que la coalición presidida por Berlusconi luchará por defenderlas. Comenzando por Occidente, que considera «fuente de principios universales e irrenunciables, contrastando, en nombre de una común tradición histórica y cultural, cualquier intento de construir Europa como alternativa o contraposición a Estados Unidos». El segundo eje, la lucha por un «nuevo europeísmo» basado en su identidad cultural. Le siguen la seguridad ciudadana (con especial referencia al terrorismo) y la integración de la comunidad de inmigrantes. Después viene la defensa de la vida que, según Pera, «estamos obligados a sostener desde la concepción hasta la muerte natural». El manifiesto propone también «sostener y afirmar el valor de las familias como sociedades naturales fundadas en el matrimonio y protegerlas de cualquier otra forma de unión». Le siguen la defensa y difusión de la libertad y la democracia. Sobre la religión, el político italiano confirma la «distinción entre Iglesia y Estado», pero «sin caer en la tentación laicista de relegar la dimensión religiosa solamente a la esfera de lo privado».El Manifiesto por Occidente concluye remarcando el derecho a la educación privada y a modo de colofón, añade esta frase: «No puede ser ni libre ni respetado quien olvida sus propias raíces».
   >«Afirmamos el valor de la civilización occidental como fuente de principios universales»
   >«Sostenemos el derecho a la vida desde su concepción hasta la muerte natural y reconocemos al nascituro como “alguien”, nunca como “algo”»
   >«Afirmamos el valor de la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio, distinta a cualquier otra forma de unión»
   >«Distinguimos entre Estado e Iglesia, sin relegar la dimensión religiosa a la esfera de lo privado»
   >«No puede ser libre ni respetado quien olvida sus propias raíces»
   Roma- «Occidente está en crisis. Atacado desde fuera por el fundamentalismo y el terrorismo islámico, no es capaz de responder al desafío. Agredido en su interior por una crisis moral y espiritual, no encuentra el valor para reaccionar». Así comienza el «Manifiesto por Occidente», firmando por casi todas las caras conocidas de la derecha italiana y redactado por el presidente del Senado, Marcello Pera, amigo personal de Benedicto XVI, con quien escribió un interesante libro epistolar («Sin Raíces») cuando todavía era el cardenal Joseph Ratzinger.


En su escrito, Pera enumera uno por uno los «complejos de Occidente» y otorga al Papa el mérito de haber sido la única personalidad capaz de defender el legado de nuestra cultura. «Nos sentimos culpables de nuestro bienestar, nos causan vergüenza nuestras tradiciones, consideramos el terrorismo una reacción a nuestros errores. El terrorismo, sin embargo, es una agresión directa a nuestra civilización y a la entera humanidad». Italia celebra este fin de semana elecciones y Pera, miembro de Forza Italia (el partido de Silvio Berlusconi) pretende usar su manifiesto como caballo de batalla electoral. Aunque es algo más. «Esta es la verdadera diferencia entre una y otra coalición. Sólo el centro derecha defiende los valores de Occidente», aseguró el presidente.


Sin complejos. Es en el capítulo de las tradiciones donde Pera, que no milita en los partidos herederos de la democracia cristiana, hace referencia a la religión y aplaude las posiciones del Papa. «Nuestras tradiciones se discuten. El laicismo y el progresismo reniegan costumbres milenarias de nuestra historia. Pierden sentido así los valores de la vida, de la persona, del matrimonio y de la familia. Se predica que todas las culturas valen lo mismo. Se deja sin guía y sin regla la integración de los inmigrantes», asegura.


La primera parte de su manifiesto acaba, precisamente, con una cita del Papa: «Occidente ya no se ama a sí mismo». Para superar esta crisis, propone Marcello Pera, es necesario «más empeño, más valor sobre los temas de nuestra civilización».


Posteriormente, el presidente establece once prioridades y promete que la coalición presidida por Berlusconi luchará por defenderlas. Comenzando por Occidente, que considera «fuente de principios universales e irrenunciables, contrastando, en nombre de una común tradición histórica y cultural, cualquier intento de construir Europa como alternativa o contraposición a Estados Unidos». El segundo eje, la lucha por un «nuevo europeísmo» basado en su identidad cultural. Le siguen la seguridad ciudadana (con especial referencia al terrorismo) y la integración de la comunidad de inmigrantes. Después viene la defensa de la vida que, según Pera, «estamos obligados a sostener desde la concepción hasta la muerte natural». El manifiesto propone también «sostener y afirmar el valor de las familias como sociedades naturales fundadas en el matrimonio y protegerlas de cualquier otra forma de unión». Le siguen la defensa y difusión de la libertad y la democracia. Sobre la religión, el político italiano confirma la «distinción entre Iglesia y Estado», pero «sin caer en la tentación laicista de relegar la dimensión religiosa solamente a la esfera de lo privado».El Manifiesto por Occidente concluye remarcando el derecho a la educación privada y a modo de colofón, añade esta frase: «No puede ser ni libre ni respetado quien olvida sus propias raíces».

 
Ángel Villarino, La Razón, 5 de abril de 2006