Blogia
Políticamente... conservador

¿Guerra de sexos?

Gallardón oficiará su primera boda gay porque “su obligación es aplicar con toda normalidad una ley vigente

El alcalde de Madrid insistió en que las leyes, una vez son aprobadas, obligan a todos y esta es, en su opinión, una de las razones por las que el Ayuntamiento de Madrid, con toda normalidad, autoriza la boda de dos personas del mismo sexo cuando lo solicitan"

El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, aseguró ayer que su decisión de oficiar el próximo sábado su primera boda gay, en concreto entre los militantes del PP Javier Gómez y Manuel Ródena, "no ha generado absolutamente ningún tipo de reproche por parte de nadie", y subrayó que, a pesar de la discrepancia de su partido con esta norma, lo único que ha hecho es cumplir con su obligación de aplicar "con toda normalidad" una ley vigente.

En rueda de prensa posterior a la Junta de Gobierno del Ayuntamiento, Ruiz-Gallardón recordó que no es la primera boda civil de personas del mismo sexo que autoriza, ya que, según explicó, "la capacidad legal para permitir los matrimonios en los ayuntamientos es exclusiva del alcalde".

"Otra cosa -añadió- es que el regidor delegue en cada uno de los casos en otros concejales, cosa que yo hago habitualmente porque si no haría imposible que las pudiese celebrar todas una única persona", precisando que actúa igual en bodas entre homosexuales que entre heterosexuales.

Además, Ruiz-Gallardón subrayó que solamente autoriza directamente estas bodas cuando los contrayentes tienen un interés especial, "como es el caso -dijo- de estos dos compañeros del PP, que me lo han solicitado".

"Nosotros (el PP) hemos mantenido una discrepancia con relación a esta ley pero este hecho no significa que una vez aprobada por las Cortes Generales debamos o podamos no aplicarla", precisó. Finalmente, insistió en que las leyes, una vez son aprobadas, obligan a todos y esta es, en su opinión, una de las razones por las que el Ayuntamiento de Madrid, con toda normalidad, autoriza la celebración de dos personas del mismo sexo cuando lo solicitan". "Son muchísimos los alcaldes del PP que hacen lo que tienen que hacer: aplicar la ley", concluyó.

Análisis Digital, 28 de julio de 2006

Numerosos países «blindan» sus legislaciones para evitar las «bodas gays»

Numerosos países «blindan» sus legislaciones para evitar las «bodas gays»
Según explica el catedrático Rafael Navarro Valls

VALENCIA, jueves, 6 julio 2006 (ZENIT.org).- El catedrático de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid Rafael Navarro Valls ha señalado que numerosos países occidentales están «blindando» sus legislaciones para evitar la equiparación de los matrimonios con las parejas homosexuales.

Navarro Valls, en su intervención en la tarde del miércoles en el Congreso Teológico-Pastoral que se celebra en Feria Valencia dentro del V Encuentro Mundial de las Familias, explicó que «algunos sociólogos» pronosticaron que la legalización de las bodas entre parejas de homosexuales en España y otros países provocaría un «efecto dominó» en el resto de estados.

Sin embargo, según recoge la agencia AVAN, el profesor señaló que lo que ha producido es un efecto «blindaje».

Treinta estados de Estados Unidos «han dictado leyes estableciendo el matrimonio como la unión legal entre un hombre y una mujer». Asimismo, Australia, «acaba de derogar la Ley del Territorio de Canberra que admitía el matrimonio entre personas del mismo sexo».

Por su parte, Letonia «ha admitido recientemente una enmienda a la Constitución para impedir este tipo de matrimonios» y el nuevo gobierno de Canadá «ha manifestado su voluntad de anular la ley del llamado ‘matrimonio homosexual’ aprobada por el anterior ejecutivo».

En América Latina, países como Honduras, Guatemala, Costa Rica y El Salvador, «han adoptado medidas legales y jurisprudenciales para evitar que produzcan efectos en su territorio los ‘matrimonios homosexuales’ celebrados en otros países».
ZS06070603

La tentación totalitaria

El respeto a los homosexuales no se gana promoviendo su “visualización”, sino educando en el respeto a todas las personas por ser personas.

El pasado miércoles se votó en la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados una proposición no de ley del PSOE que establece una nueva fase en la imposición del modelo de homosociedad. En esta ocasión la victoria gubernamental fue muy justa 20 votos a favor ( con los de IU y ERC) y 16 en contra ( PP y CiU) mientras que Coalición Canaria y PNV se ausentaron para evitar pronunciarse. Lo interesante de esta proporción radica en la explicitación de la ideología subyacente del gobierno Zapatero: no es suficiente con la “igualdad jurídica” sino que es necesario desarrollar una política de fomento para que la homosexualidad se haga más visible.

En este caso concreto, dicha política pretende aplicarse a la escuela, de manera que se fomenten “las capacidades afectivas del alumnado” y “se establezcan medidas en el sistema educativo con relación a la diversidad afectivo-sexual”.

La homosexualidad considerada como colectivo homogéneo (lo cual es objetivamente falso porque dicha condición no evita el lógico pluralismo interno común al conjunto humano) que debe ser fomentado desde el estado. Una vez más el gobierno juega a la confusión entre dos cuestiones bien diferentes. Una, la del respeto a toda persona en razón precisamente de esta condición, sea o no homosexual, sea cual sea el color de su piel, sus creencias, incluso con independencia de si es un recluso o un ciudadano libre.  

La dignidad de la persona es inherente a ella y, por consiguiente, inherente es también el respeto. Al “otro” no se le considera porque sea homosexual o, católico, o discapacitado, sino por una razón común superior, el ser persona, sin más.
 

El gobierno al actuar de esta manera hace algo terriblemente peligroso: Segmenta el respeto e indica con el poder del estado la prioridad, a través de medidas que fomenten la difusión positiva de su naturaleza.  Cuando ensalza a un grupo y no a la persona, lo que perpetra es el mensaje contrario con relación a los restantes grupos, los heterosexuales en esta ocasión: Esto es una perversión de matriz totalitaria.  

Los gobiernos no pueden otorgar prioridades específicas que alteren el principio fundamental de reconocer y proteger por igual el respeto a las personas –a todas- por el solo hecho de serlo. Ese es la educación que necesitan nuestros escolares y, que hunde sus raíces en nuestra tradición filosófica.  

El respeto a los homosexuales no se gana promoviendo su “visualización”, que instintivamente llama al rechazo, sino educando globalmente en la aceptación y respeto a todos los demás.  

La discriminación implícita que se comete es ya perfectamente visible en la práctica, donde se da un respeto asimétrico. La persona de segunda categoría es en este caso el cristiano. Sus creencias pueden ser objeto de burla, de mofa, de escarnio y, sus organizaciones calificadas con voluntad de prejuicio, sometiendo a sus sujetos a un trato denigrante.  

Baste recordar hechos tan recientes como los que han protagonizado Leo Bassi o la obra “Me cago en….”, o las provocaciones que se están desarrollando en Valencia a causa de la próxima visita del Papa. Todo ello subvencionado por la propia administración socialista.

Es evidente que si el objeto de la mofa de estas obras no fuera lo católico sino lo homosexual se estaría hablando de homofobia, y con razón. Pero esa misma fobia funciona pagada con el dinero de todos contra los católicos.  

Esa es la demostración del trato desigual, que entraña la política del gobierno. El de una mentalidad de totalitarismo “soft” que se va acrecentando y que ya traspasa el límite de lo socialmente peligroso.  

Josep Miró i Ardèvol  

Forum Libertas, 30 de junio de 2006

Los tropiezos del matrimonio del mismo sexo

Pocos homosexuales interesados en casarse

ÁMSTERDAM, sábado, 1 julio 2006 (ZENIT.org).- Tras el clamor por legalizar el matrimonio del mismo sexo, resulta que pocos homosexuales lo desean verdaderamente. Tras una dura batalla el año pasado, el gobierno español dio a los homosexuales el derecho a contraer matrimonio. Desde que la ley entró en vigor, el 3 de julio del año pasado, hasta el 31 de mayo, sólo han tenido lugar 1.275 matrimonios de personas del mismo sexo, informaba el periódico ABC el 17 de junio.

Comparativamente, esta cifra suma un mero 0,6% de los 209.125 matrimonios contraídos en España durante 2005. De la suma total de matrimonios del mismo sexo, 923 fueron entre hombres, y 352 entre mujeres.

Un estudio reciente, del Institute for Marriage and Public Policy de Virginia, hacia un bosquejo de las tendencias del matrimonio del mismo sexo. El estudio, «Demand for Same-Sex Marriage: Evidence from the United States, Canada and Europe» (La Demanda de Matrimonios del Mismo Sexo: Evidencias de Estados Unidos, Canadá y Europa), fue publicado el 26 de abril.

La estimación más alta en cuanto a la proporción de homosexuales que ha utilizado las nuevas leyes sobre el matrimonio se da en el estado norteamericano de Massachussets, con un 16,7% de enlaces. Pero esto parece ser una excepción. En Holanda, donde el matrimonio del mismo sexo está establecido desde más tiempo, el porcentaje es bastante más bajo.

Los autores del estudio, Maggie Gallagher y Joshua Baker, advierten que a menudo resulta difícil obtener datos precisos, tanto del número de matrimonios del mismo sexo, como del número de homosexuales en una determinada zona geográfica.

La experiencia holandesa
En abril de 2001 Holanda se convirtió en el primer país en legalizar el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Desde dicha fecha hasta finales del pasado año, se han casado en Holanda 8.127 parejas del mismo sexo. Los datos holandeses sugieren que el 2,8% de los holandeses y el 1,4% de las holandesas son homosexuales. Si se asume que todas las parejas del mismo sexo que se han casado en Holanda son residentes, cerca del 6,3% de los homosexuales estaban casados a finales de 2005. El porcentaje, tanto en este como en el resto de los países, incluye a todos los que alguna vez se han casado, y que no necesariamente están casados en la actualidad.

Bélgica siguió a Holanda en junio de 2003. Durante el resto de aquel año se casaron en Bélgica 1.708 parejas del mismo sexo. A finales de 2004 esta cifra aumentó hasta las 2.204 parejas. Los autores no han encontrado estimaciones oficiales del número de homosexuales en Bélgica. Si hubiera el mismo porcentaje que en Holanda, cerca del 4.7% de los homosexuales belgas estarían casados a finales de 2004.

En Canadá, el Tribunal de Apelación de Ontario abrió el camino a los matrimonios del mismo sexo en junio de 2003. Los tribunales de algunas provincias hicieron lo mismo. El matrimonio del mismo sexo se legalizó a nivel nacional el verano pasado.

La ley permite casarse a las parejas aunque ninguna de las partes resida en Canadá. Tras comprobar los reportajes de prensa y las estadísticas oficiales, Gallagher y Baker confirmaban que muchos de los matrimonios del mismo sexo eran entre parejas no canadienses, la mayoría de Estados Unidos.

Gallagher y Baker lograron obtener datos sobre matrimonios del mismo sexo de nueve de las 13 provincias canadienses. En la Columbia Británica, se contrajeron 2.531 matrimonios del mismo sexo desde julio de 2003 hasta finales de 2005. En Québec, son posibles los matrimonios del mismo sexo desde marzo de 2004. Desde entonces hasta septiembre de 2005 se casaron 574 parejas homosexuales.

La Canadian Community Health Survey, una encuesta anual llevada a cabo por Statistics Canada preguntó por primera vez sobre la orientación sexual en el año 2003. Dio como resultado que el 1,3% de los hombres y el 0,7% de las mujeres entre 18 y 59 años se identificaban a sí mismos como homosexuales. De las siete provincias donde ha habido matrimonios del mismo sexo durante al menos un año, entre el 0.15% y el 14% de los homosexuales canadienses se casaron.

En Massachussets, en Estados Unidos, el matrimonio del mismo sexo se introdujo el 17 de mayo de 2004. Aquel año se casaron 5.994 parejas del mismo sexo. Los últimos datos oficiales indican que se casaron otras 1.347 parejas del mismo sexo el año pasado, con un total de 7.341 uniones entre mayo de 2004 y diciembre de 2005.

Según el estudio, no existen estimaciones fiables de la población homosexual de Massachussets. Si se asume que la proporción es la misma que la media nacional (el 2,3 % de los hombres y el 1,3% de las mujeres), y si se asume que todos los matrimonios son entre residentes locales, el 16,7% de los homosexuales estarían casados en matrimonios del mismo sexo.

El futuro
La información de reportajes de prensa y los datos recogidos por Gallagher y Baker sugieren que el número de matrimonios del mismo sexo parece que, tras el empuje inicial, desciende cada año que pasa.

Esto queda más claro en Holanda. En 2001, de abril a diciembre, se casaron 2.414 parejas del mismo sexo. En 2002, el número de nuevos matrimonios del mismo sexo cayó hasta los 1.838. En 2003, el descenso fue hasta los 1.499. En 2004, la caída llegó a los 1.210. Las últimas estadísticas publicadas ponen el número para 2005 en 1.166 parejas.

Los datos contenidos en el estudio de Gallagher y Baker se han visto confirmados por el profesor Stanley Kurtz, del Hudson Institute. Escribiendo el 5 de junio en el National Review Online, sostenía que las estadísticas del norte de Europa confirma la tendencia a un bajo nivel en el número de uniones del mismo sexo.

Kurtz basaba su información en un nuevo estudio de una pareja de demógrafos escandinavos, Gunnar Andersson y Turid Noack: «La Demografía de los Matrimonios del Mismo Sexo en Noruega y Suecia».

Los países escandinavos tienen legalizadas las uniones del mismo sexo desde hace años, y a efectos prácticos poco hay que las distinga del matrimonio. En Noruega, desde 1993 hasta 2001, sólo se contrajeron 1.293 uniones del mismo sexo, en comparación con los 196.000 matrimonios heterosexuales. En Suecia, se registraron 1.526 uniones del mismo sexo entre 1995 y 2002, en comparación con los 280.000 matrimonios heterosexuales.

Defensa papal
Benedicto XVI sigue defendiendo el valor del matrimonio entre un hombre y una mujer como institución vital de la sociedad. El 20 de mayo, en su discurso de bienvenida al nuevo embajador de España ante la Santa Sede, el Papa indicaba: «la Iglesia proclama sin reservas el derecho primordial a la vida, desde su concepción hasta su ocaso natural, el derecho a nacer, a formar y vivir en familia, sin que ésta se vea suplantada u ofuscada por otras formas o instituciones diversas»

Añadió que el Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, España, le dará la oportunidad de «celebrar la belleza y la fecundidad de la familia fundada en el matrimonio, su altísima vocación y su imprescindible valor social».

Sólo dos días antes, en su discurso al nuevo embajador de Australia, el Pontífice observaba que muchos jóvenes se están dando cuenta de que «es el orden trascendente el que orienta la vida entera a lo largo del camino de libertad y felicidad auténticas».

Este respeto por un orden trascendente, añadía, permite a los australianos reconocer la importancia fundamental en el corazón de la sociedad del matrimonio y de la vida doméstica estable. «Se dan cuenta de que las pseudo-formas de ‘matrimonio’ distorsionan el designio del Creador y minan la verdad de nuestra naturaleza humana».

Poco después, el gobierno nacional de Australia rechazaba un intento de las autoridades locales del Territorio de Australia Capital, el área relativamente pequeña donde está situada Canberra, de introducir el matrimonio del mismo sexo, bajo la forma de uniones civiles.

El gabinete federal decidió declarar nula la nueva ley introducida a mediados de mayo, informaba el 7 de junio el periódico Age. El primer ministro John Howard calificó la ley de «un intento llano de equiparar la uniones civiles con el matrimonio – y no estamos de acuerdo con esto». El parlamento federal votó en 2004 definir explícitamente el matrimonio como unión entre un hombre y una mujer. Después de todo, los números indican que el matrimonio tradicional sigue siendo bastante más popular.
ZSI06070101

Gays, Lesbianas y Transexuales celebran el primer aniversario del “matrimonio” homosexual con una campaña contra el recurso de inconstitucionalidad del PP.

Desde que el Congreso de los Diputados diera luz verde, hace hoy un año, a la Ley de Matrimonios Homosexuales, unas 4.500 parejas del mismo sexo han contraído “matrimonio”, según datos presentados ayer por la Federación Estatal de Lesbianas, Gays y Transexuales (FELGT).

Se cumple un año desde la aprobación el 29 de junio de 2005 la Ley de Matrimonio Homosexual. Lo que hasta el momento era la unión entre un hombre y una mujer, el Ejecutivo socialista aprobó la implantación de una norma que equiparara el “matrimonio” homosexual a los verdaderos. Aprovechando el primer aniversario de esta controvertida reforma del Código Civil, la FELGT lanza una campaña para reprobar ante la sociedad el recurso e inconstitucionalidad que mantiene el Partido Popular a una de las normas estrella impulsadas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Aproximadamente, 4.500 parejas formadas por personas del mismo sexo se “beneficiaron” de la reforma del Código Civil, aunque la realidad de las cifras son muy distintas. Aunque, en la actualidad hay 261 registros civiles informatizados, del total de 432 que hay en toda España. Asimismo, en todo el Estado hay más de 7.000 juzgados de paz. Como tales, el departamento de Juan Fernando López Aguilar ha registrado de forma informatizada un total de 1.591 matrimonios. De ellos, cerca del 65 por ciento fueron contraídos entre hombres.

Por comunidades autónomas, las que registraron un mayor número de bodas homosexuales fueron Madrid (569), Cataluña (393), Valencia (152) y Andalucía (129). En el resto de comunidades, los datos son los siguientes: Aragón (46), Galicia (17), Asturias (59), Baleares (56), Cataluña (393), La Rioja (9), Andalucía (129), Cantabria (15), Extremadura (29), Castilla y León (46), Castilla La Mancha (30), Murcia (28), Ceuta (2) y Navarra (11).

Este fin de semana se produjo en España la primera separación entre homosexuales. Siete meses después de la boda, uno de los “cónyuges” vive con otro hombre y exige a su esposo una pensión de 7.000 euros al mes, además de la custodia sobre los perros. 

Análisis Digital, 30 de junio de 2006

Mujeres: resistid, que van a por vosotras

Lo decía el legendario agente Cooper en el Twin Peaks de David Lynch: "Cuando dos acontecimientos relacionados con un mismo caso aparecen simultáneamente, conviene prestar la máxima atención". Sincronicidad, lo llamaría Jung. Y sincrónica es la aparición simultánea de dos noticias que apuntan en un mismo sentido: la vida de las mujeres empieza a ponerse complicada; el sistema las quiere devorar.

Primera estampa: Holanda. Una diputada laborista, Sharon Dijksman, ha propuesto multar a las mujeres con título universitario que, en vez de trabajar, opten por ser madres y amas de casa. Repetimos: si tú, cariño, eres licenciada y rehúsas trabajar por cuenta ajena, porque prefieres dedicarte a tu casa, en Holanda te podrían multar. Porque un talento que no se ponga al servicio del sistema –dice la diputada- es un desperdicio, y eso debe ser castigado. Curiosamente, la señora
Dijksman estima que criar hijos no es un servicio a la comunidad.

Segunda estampa: Australia. Allí el sistema médico tutela el diagnóstico prenatal y el aborto en caso de diagnosis grave –malformaciones, enfermedades serias, etc.-, pero no contempla que la madre que se halle en tal situación desee proseguir el embarazo. ¿Y si la madre decide llevar adelante su embarazo a pesar del diagnóstico? Se quedará, en la práctica, sin asistencia médica. Y se verá acusada de sobrecargar a la sociedad con un gasto innecesario. Lo más notable es que el diagnóstico prenatal falla más que una escopeta de feria: un estudio de 300 autopsias sobre fetos abortados descubrió que el diagnóstico sólo se confirmaba en el 39% de los casos. Todo esto lo ha contado Melinda Tankard Reist en Nacimiento desafiante: Mujeres que se resisten a la eugenesia médica (Defiant Birth: Women Who Resist Medical Eugenics, Spinifex Press).

Ambas noticias, la australiana y la holandesa, coinciden en algo importante: son el perfecto ejemplo de banderas que uno agita en nombre de la libertad y que terminan convirtiéndose en instrumentos de esclavitud. Tanto la incorporación de la mujer al mercado laboral como el derecho al aborto han venido siendo, desde hace tiempo, materias reivindicativas de la "emancipación femenina". Pero obligar a las mujeres a trabajar fuera de casa o presionar a las mamás de riesgo para que aborten no son cosas que uno pueda exhibir como ejemplos de libertad.

Más al fondo, todo esto es un síntoma del naufragio de los mitos modernos. La modernidad se desplegó sobre nosotros bajo una máscara de libertad, y así creció, junto a los derechos individuales, la gran civilización de la técnica. Pero ahora, al final del camino, cae la máscara de la libertad y lo que nos queda es sólo la técnica, la máquina. Y nuestra misión pasa a ser la de mover los engranajes para que la máquina no se detenga, como los esclavos de la Metrópolis de Fritz Lang.

Una vieja maldición china: "Los ferrocarriles terminarán siendo arrastrados por los hombres". O por las mujeres.

Resistid, chicas: van a por vosotras.
 

José Javier Esparza

El Semanal Digital, 27 de junio de 2006

El germen totalitario de la política homosexual del gobierno

Este miércoles se habrá votado en la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados una proposición no de ley del PSOE que establece una nueva fase en la imposición del modelo de homosociedad.

Como proposición razona que no es suficiente con la “igualdad jurídica” sino que es necesario desarrollar una política de fomento para que la homosexualidad se haga más visible.

En este caso concreto, dicha política pretende aplicarse a la escuela, de manera que se fomenten “las capacidades afectivas del alumnado y “se establezcan medidas en el sistema educativo en relación a la diversidad afectivo-sexual”.

Una vez más el gobierno juega con la confusión entre dos cuestiones bien diferentes. Una es la del respeto a toda persona en razón precisamente de esta condición, sea o no homosexual, sea cual sea el color de su piel, sus creencias, incluso con independencia de si es un recluso o un ciudadano libre. La dignidad de la persona es inherente a ella y, por consiguiente, inherente es también el respeto.

El gobierno al actuar de esta manera hace algo terriblemente peligroso: Segmenta el respeto e indica quién ha de ser prioritariamente respetado a través de medidas que fomenten la difusión positiva de su naturaleza.  

Esto es una perversión de matriz totalitaria.  

Los gobiernos no pueden otorgar prioridades específicas que alteren el principio fundamental de tratar a todos como personas, porque entonces está estableciendo diversas categorías.  

En realidad esto ya es perfectamente visible en la práctica, donde existe un respeto asimétrico. La persona de segunda categoría es en este caso el cristiano. Sus creencias pueden ser objeto de burla, de mofa, de escarnio y, por consiguiente, todo aquel que las asume está sujeto a este trato denigrante. Baste recordar hechos tan recientes como los que han protagonizado Leo Bassi o la obra “Me cago en….”, o las provocaciones que se están desarrollando en Valencia a causa de la próxima visita del Papa. Todo ello subvencionado por la propia administración socialista.  

Es evidente que si el objeto de la mofa de estas obras no fuera lo católico sino lo homosexual se estaría hablando de homofobia, y con razón. Pero esa misma fobia funciona pagada con el dinero de todos contra los católicos 

Esa es la raíz del problema. El de una mentalidad de totalitarismo “soft” que se va acrecentando y que ya traspasa el límite de lo socialmente peligroso. Pero esta no es la única razón que se puede aducir sobre la extralimitación del gobierno.

La conducta sexual en general pertenece para la mayoría de personas al terreno de la moral y éste es un ámbito que queda reservado a los padres por los principios fundamentales y constitucionales.  

Son los padres quienes tienen la responsabilidad de educar a sus hijos en lo que consideran actos aceptables o reprobables en el terreno de la moral, y de la misma manera que no se puede impedir a un padre que eduque a su hijo en la castidad hasta el matrimonio, como tampoco lo contrario, la libertad plena para mantener relaciones sexuales, sin que ello signifique que un chico menosprecie a otro en su dignidad por no compartir el mismo principio moral, tampoco se puede impedir a los padres que eduquen a sus hijos en el rechazo de la práctica homosexual.  

Esto es lo que debe ser subrayado: la primacía de las razones morales en materia de sexualidad, sin que ello entrañe ningún alegato contra la persona que considera lo contrario.

Diferenciar entre acto y persona es algo elemental que solo la desorientación de nuestro tiempo puede haber confundido. 

Editorial de Forum Libertas, 21 de junio de 2006

Gays y de derechas (y2)

 A mediados de los 90, y en el propio movimiento gay, empezaron a surgir las voces que lanzarían una propuesta que entonces pareció descabellada: el matrimonio gay. Para estos militantes, como el escritor y bloguero Andrew Sullivan, el matrimonio entre personas del mismo sexo ofrecía una solución al callejón sin salida en que se había metido el movimiento gay, con su doble reivindicación de una ética de la abstención y una masiva intervención del Gobierno sin fundamentos morales que la sustentaran.

 

Con el matrimonio gay se trataba, al mismo tiempo, de normalizar la homosexualidad, encauzar institucionalmente las relaciones amorosas entre homosexuales –merecedoras del mismo tratamiento que las heterosexuales– y crear pautas de conducta que evitaran a las futuras generaciones los desastres que había vivido su propia generación. La respuesta más virulenta vino del propio movimiento gay. 

Cuando Andrew Sullivan promocionaba su libro a favor del matrimonio gay, a mediados de los 90, no era raro que grupos homosexuales radicales –Sullivan recuerda uno llamado Sexual Avengers, algo así como "Las Lesbianas Vengadoras"– lo acogieran como a un reaccionario. La propuesta de Sullivan, que se consideraba y se sigue considerando un hombre de derechas –aunque no toda la derecha esté de acuerdo con él–, tenía un componente fuertemente conservador.

Para él, se trataba de ampliar y consolidar la familia, no de destruirla. Sullivan no ha cambiado su posición desde entonces. Sí lo ha hecho, y mucho, el movimiento homosexual, que pasó de considerar la propuesta del matrimonio gay una extravagancia, o una aberración ultraconservadora, a asumirla como la punta de lanza de sus propuestas. El cambio se ha producido, curiosamente, sin abdicar de sus pretensiones radicales. 

El movimiento gay sigue empeñado en considerar a los homosexuales uno de los sustitutos del proletariado desvanecido. Los homosexuales vendrían a ser el sujeto de un proceso revolucionario del que los militantes atrincherados en los departamentos universitarios de humanidades, literatura y estudios culturales constituyen la nueva vanguardia. 

La contraofensiva ha procedido de ensayistas y escritores abiertamente homosexuales, como Camille Paglia, Tammy Bruce y Jonathan Rauch. Algunos de ellos, como Rauch, se han declarado favorables al matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero ninguno se ha resignado a ver la condición homosexual manipulada por nostálgicos, izquierdistas y aspirantes a vivir de subvenciones gubernamentales, como ha ocurrido con el movimiento gay español, puesto al servicio de un proyecto político tan repugnante como el socialismo zapaterista. 

A estas alturas ya no se sabe muy bien para qué reivindican la familia los movimientos militantes progresistas gays: si es para destruirla, como decían en los años 80, o para cambiar la sociedad. Lo que es seguro es que la reivindicación ha concentrado prácticamente todo el esfuerzo del movimiento gay, que no va a renunciar a algo que sabe que no va a poder conseguir.

De ahí los problemas de los demócratas con unos militantes con los que sienten cierta afinidad pero que les piden algo que ni les puede negar con claridad ni les pueden conceder con naturalidad. 

*** 

En la derecha, en cambio, la propuesta de matrimonio gay ha suscitado múltiples reacciones. 

Está la oposición frontal articulada en múltiples movimientos, como el Family Research Council y Concerned Women for America, con la activista Phyllis Schlafly a la cabeza.

También está la oposición intelectual, como la que expresó el profesor James Q. Wilson en su ensayo "Contra el matrimonio homosexual", publicado tempranamente, en 1996, en la revista "neocon" Commentary. La veta tradicionalmente libertaria de una parte de la derecha norteamericana –la representada, por ejemplo, en los trabajos del Cato Institute–, postula que el Gobierno debe permanecer neutral ante lo que considera un asunto estrictamente privado, el del matrimonio. 

En el propio Partido Republicano hay pequeños grupos, como el Log Cabin Republicans, que han hecho suya la argumentación conservadora a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. No tienen gran influencia, pero existen y han alcanzado, como es natural, dada su condición de "gays de derechas", una cierta visibilidad.

También hay foros de debate y discusión en la red, como el Independent Gay Forum, y el blog Gay Patriot, donde se enfoca la condición homosexual desde puntos de vista liberal conservadores, frente a cualquier pretensión radical progresista. 

Pero quizás más importante que el debate intelectual, incluso que el político, sea que la derecha norteamericana, como el conjunto del país, ha tenido que enfrentarse a la realidad de una homosexualidad cada vez más integrada y menos politizada. En los últimos años se ha esfumado la posible construcción de una identidad homosexual.

Los siempre precarios intentos de elaborar una "cultura gay" que diera contenido a la supuesta identidad homosexual se han venido abajo, pulverizados en la trivialidad. No se construye una identidad cultural con música de discoteca, películas de serie B y héroes sacados de las series de televisión, cuando no del cine pornográfico. No se puede reivindicar la promiscuidad sexual como un espacio de libertad al tiempo que se exige el matrimonio como un derecho inalienable de la persona. Ni se reconstruye y compensa el supuesto martirio secular del "colectivo" homosexual a base de grotescos desfiles de carnaval como los que celebran en el llamado "Día del Orgullo Gay".  

El éxito de una película como Brokeback Mountain, que cuenta una clásica historia de amor –pero entre dos cowboys en las montañas de Wyoming– demuestra hasta qué punto la homosexualidad está dejando de ser una seña de identidad para convertirse en un elemento de la personalidad individual, integrado en una sociedad que se esfuerza seriamente por asimilar la pluralidad de las formas de vida. 

*** 

Cuando el Tribunal Supremo dictó la sentencia de Lawrence vs Texas, en 2003, una de las reacciones más explosivas provino del senador republicano Rick Santorum, uno de los líderes del partido en el Congreso. Santorum, hombre siempre polémico, declaró que, si el Supremo respaldaba el derecho a la vida privada hasta el punto de admitir las prácticas homosexuales, quedaría legalizado cualquier otro acto sexual, incluidas las peores aberraciones. 

Rick Santorum sabía que se estaba exponiendo a una polémica despiadada. Y, como suele ser común en este terreno, la discusión acabó en el terreno privado cuando su director de comunicación, Robert Traynham, tuvo que reconocer su condición homosexual, presionado por los rumores que habían empezado a circular. Santorum publicó un comunicado de apoyo, atento y respetuoso. No negaba sus convicciones morales y políticas acerca de la homosexualidad, pero estaba claro que la ideología se había venido abajo ante la realidad individual. 

Otro tanto ha ocurrido en las familias de Phyllis Schlafly y el vicepresidente Dick Cheney. Phyllis Schlafly respaldó a su hijo John cuando la revista militante Queer World hizo pública la condición homosexual de éste sin su consentimiento. Mary Cheney, la hija del vicepresidente de Bush, es reconocidamente homosexual, y, aunque ha ayudado a su padre en sus campañas políticas, no quiso nunca adoptar un perfil público muy visible.

Lo obtuvo a pesar suyo cuando, en plena campaña para las presidenciales de 2004, John Kerry, el candidato demócrata, sacó a relucir el asunto en la televisión.  

En el tercer y último debate presidencial, el moderador preguntó al presidente Bush si pensaba que la homosexualidad era una opción o una condición sobre la que el individuo no tiene ninguna capacidad de acción. Bush contestó que no lo sabía. Luego, como era de esperar, siguió hablando del matrimonio entre personas del mismo sexo, un asunto que centró una parte no del todo desdeñable de la campaña.  

Bush habló de respeto y tolerancia, pero también de defensa del matrimonio, que es, dijo, un hecho que concierne obligadamente a un hombre y a una mujer, sin que eso tenga nada que ver el respeto que le merece la condición, o la opción, sexual de cada uno. Más adelante, Bush respaldaría la legalización de las parejas de hecho. Siguiendo con el debate, explicó su propuesta de enmienda constitucional contra el matrimonio. No estaba encaminada, dijo, a interferir en la legislación de los Estados, sino a impedir que unos jueces cambien por su cuenta la naturaleza de lo que la mayoría de los norteamericanos piensan que es el matrimonio. 

En su turno, Kerry explicó que para él la homosexualidad no es una opción, sino una condición. Lo había podido comprobar, según dijo, por conocidos suyos que había intentado luchar contra "aquello" y no había podido. Expresó luego su negativa al matrimonio entre personas del mismo sexo, un rechazo que formaba parte de su programa electoral. Tuvo que explicar, para aclarar bien las cosas, que eso no suponía voluntad de discriminación alguna…

Total, que entre la lucha contra la homosexualidad y su no pero sí a la equiparación de las parejas de distinto y del mismo sexo, Kerry se empezaba a empantanar. Y fue en ese momento cuando sacó a colación la homosexualidad de la hija del vicepresidente Dick Cheney. El comentario, de tono melifluo, fue comprendido como lo que era: una intromisión en un asunto de orden privado que concierne sólo a la persona afectada (abiertamente homosexual, recuérdese). Es probable que perjudicara a John Kerry, que escenificó, tal vez a pesar suyo, la mala conciencia y la escasa consistencia moral de una posición progresista que se ha dejado encerrar en la voluntad de manipulación política de un asunto que los individuos y el conjunto de la sociedad han incorporado a la vida cotidiana más deprisa que los ideólogos y los militantes. 

Un sondeo de la CNN calculó que en las últimas elecciones presidenciales un 23 por ciento de los votantes que se declararon gays votaron a George W. Bush. El mismo porcentaje que en las elecciones de 2000. 

Por José María Marco 

Libertad Digital, 20 de junio de 2006

Suplemento Exteriores